El escritor Patrick Modiano / FRANKIE FOUGANTHIN

El escritor Patrick Modiano / FRANKIE FOUGANTHIN

Letras

Libros diferentes, el mismo libro

La diferencia entre escribir cada vez un libro diferente y escribir siempre una misma obra, si el escritor tiene calidad, es una oposición más artificial que real, un asunto de mera perspectiva

24 abril, 2022 23:00

¿A quién prefiere usted: a los novelistas que se repiten o a los que escriben cada vez un libro distinto? La controversia puede parecer algo artificial, ¡y quizás lo sea! Mejora un poco si la transplantamos del plano personal a algo más objetivo y la reformulamos así: ¿Qué escritor es mejor, o tiene más mérito, el que intenta siempre una novela distinta o el que insiste una y otra vez en escribir la misma?. Responder con detenimiento a la pregunta puede ser interesante, al menos, para para entender qué significa decir que un escritor escribe siempre el mismo libro o que escribe siempre un libro diferente. Los argumentos los conocemos más o menos bien.

Valoramos del escritor que escribe libros diferentes su inventiva, que no se quede anclado en lo que ya sabe (¡dormido en los laureles!), que lleve su talento más allá, que se ponga a prueba. Valoramos del escritor que escribe siempre el mismo libro que se mantenga leal y profundice en su visión del mundo. Que mermanezca firme en su apuesta, que no busque salidas laterales, y mucho menos si son comerciales, que mire de frente sus propios desafíos. Los argumentos en contra tampoco tienen demasiado secreto, basta con en invertir los argumentos y acusar a los segundos de no asumir riesgos y a los primeros de no preocuparse por desarrollar un criterio ni una poética propia.

James Joyce y Virginia Woolf

James Joyce y Virginia Woolf

Y, sin embargo, a poco que lo pensemos enseguida nos daremos cuenta que ambas maneras de plantear una obra pueden hacerse bien o mal. Nadie puede negar la existencia de una clase de novelista que va tocando todos los palos, un poco a boleo, a ver si hay suerte y salta la liebre, persiguiendo con la lengua fuera la corriente de las modas y revolcándose en las fantasías de las expectativas comerciales. Y así nos escriben un año una a lo Bolaño y al siguiente una novela negra, y después un libro sobre el padre o el testimonio de una vida truncada, sin olvidar la socorrida novela rural donde el héroe, sí, amigos, regresa al pueblo, a cuidar ovejas o leer el diario del abuelo, durante décadas “dormido en un arcón”. Pero, en el otro extremo, todos conocemos a escritores que insisten una y otra vez en la misma novela, más o menos de género, donde cuentan lo mismo, en inmisericorde monotono, y repitiendo las mismas aspiraciones, y denunciando idénticos agravios. Imagino que a cada lector le vendrán a la mente sus ejemplos favoritos.

En realidad, cuando el escritor es bueno, sospecho que la diferencia entre escribir siempre un libro diferente y escribir siempre el mismo libro presenta una oposición más artificial que real, un asunto de perspectiva. Me explico. Recurramos a dos novelistas que bien pueden presumir de haber entregado a la imprenta libros muy distintos entre sí, proyectos diferenciados, que profundizaban en unas ambiciones personalísimas. Pienso en James Joyce y en Virginia Woolf, que además de ser excelentes novelistas son viejos conocidos de esta página.

La trayectoria de Joyce salta de unos cuentos más o menos costumbristas a una lisérgica novela de formación, de allí a la enciclopedia de la felicidad verbal y la audacia estructural conocida como Ulises, y desemboca en un recorrido por el mundo de la pesadilla que tensa hasta el extremo los límites de la novela de vanguardia, no digamos ya de la convencional. La trayectoria de Virginia Woolf invita a un recorrido similar: nunca dejó de alterar el punto de vista, de condensar el tiempo de la narración de manera distinta, de estructurar el material siguiendo patrones inesperados. Y de ambos escritores podemos decir lo mismo: es muy complicado que incluso leyendo a ciegas, no reconozcamos a las pocas páginas las texturas, la energía metal y las sutilezas específicas de sus respectivos estilos. Cuando decimos que intentaron siempre la misma novela en realidad reconocemos que intentaron variaciones sobre la clase de novelas que solo ellos podían escribir.

Una pintura del escritor austriaco Thomas Bernhard en su casa de Salzburgo / MAYER BRUNO

Una pintura del escritor austriaco Thomas Bernhard en su casa de Salzburgo / MAYER BRUNO

Detengámonos ahora en los escritores que siempre escriben la misma novela, ¿no podríamos decir algo parecido, o por lo menos equivalente, en otras proporciones? Por sus recurrencia sintáctica, y por lo insólito y condensado de su propuesta estética uno podría decir que los libros de Bernhard o de Benet son siempre el mismo libro. Y seguramente lo son si los comparamos con el resto de escritores. Pero las cosas cambian si comparamos sus libros entre sí. ¿Y no es uno de los placeres supremos de leer a esta clase de escritores escudriñar las variaciones de tono, intención o estructura que reconocemos de una novela a otra, insignificantes en relación con sus colegas, pero muy significativos en relación a su obra?

¿O es que algún lector de Bernhard diría que los enigmáticos periodos morosos de Corrección, la prosa veloz de El frío o los delicados contrapuntos y polifonías de El malogrado son el mismo libro? ¡Expulsado quedaría del club de admiradores! ¡Buenos somos nosotros! Y un destino parecido le esperaría a quien considerase que las exploraciones íntimas por la memoria de Una meditación y las geológicas e históricas de Volverás a Región son la misma novela que los fascinantes enigmas renovados a cada lectura y nunca resueltos de Un viaje de invierno. ¡Intolerable! ¡Rompetechos! ¡Energúmeno!

Patrick Modiano

Para terminar examinemos la obra del autor vivo más acusado de escribir la misma novela, ¡y más de veinte veces! Patrick Modiano. Y si bien es cierto que Modiano escribe siempre la persecución de una vida perdida en el tiempo, que termina funcionando como una exploración por los resortes y las profundidades del olvido, si lo pensamos bien,  ¿no tiene sentido que un método como el suyo, de rescate, se tome todo el tiempo necesario (una novela) para devolvernos lo que queda de esa existencia triturada por la historia? ¿No sería traicionarse a sí mismo meter y mezclar varias vidas en la misma novela, no perderían esa singularidad que Modiano trata de extraer de casa existencia cotidiana? En Modiano, como en Bernhard o en Benet, escribir la misma novela es una exigencia estética (y en algunos casos moral) derivada de sus poéticas. Sencillamente, no podrían ser distintos a cómo son.