Ruinas ibéricas de Ullastret / GENCAT

Ruinas ibéricas de Ullastret / GENCAT

Ensayo

Ullastret y el corredor mediterráneo

La existencia del corredor ibérico y mediterráneo desde el valle del Guadalquivir hasta Ullastret demuestra que hay que abandonar la visión de iberos indígenas frente a colonizadores orientales

7 octubre, 2018 00:00

Desde fines del siglo XIX, el nacionalismo español y el catalán intentaron monopolizar la historia de los iberos. Cánovas del Castillo los reivindicó como punto de partida de la esencia española y Prat de la Riba hizo lo propio con la catalana. Para el primero la extensión de los iberos alcanzaba toda la Península, para el segundo se irradiaba desde Cataluña y alcanzaba por el Levante hasta Murcia. La tensión académica entre el paniberismo españolista y el pancatalanismo ibérico continuó en las tres primeras décadas del siglo XX. Poco a poco se fueron aceptando influencias del norte, del sur, para terminar admitiendo elementos orientales. El esencialismo se desvaneció ante las evidencias arqueológicas.

En la actualidad existe cierto consenso que el área ibera se corresponde con la zona levantina y meridional de la Península, distinguiéndose diferencias importantes entre el sur y el norte y entre la costa y el interior. La diversidad de los pueblos iberos en Cataluña ya fue enumerada en el siglo III a. C. por historiadores y geógrafos romanos. Polibio, Tito Livio o Estrabón anotaron los nombres de estos grupos y dónde se ubicaban: en el sur estuvieron los ilercavones, en el oeste los ilergetes, alrededor del campo de Tarragona los cosetanos, en la zona de Barcelona los layetanos, los ausetanos en la de Vic y la Selva, los indiketas en el Empordà, etc. Y entre todos ellos destacan los bergistanos en la zona de Berga por ser, según Livio, gente salvaje entre los que abundan los bandidos que atemorizan al resto de los poblados.

Ante los ataques de los violentos del interior, los pueblos más desarrollados tuvieron que construir oppida, lugares fortificados, entre los cuales destacó desde el siglo VII a. C. Ullastret, que se comenzó a excavar en 1951. No se conoce bien la evolución de este asentamiento en los siglos anteriores a las primeras influencias mediterráneas. Las intensas relaciones económicas que establecieron sus habitantes, desde el siglo VI a. C., con los colonos griegos llegados a Empúries favorecieron su crecimiento y la construcción de edificios públicos de cierta identidad. Después de un incendio hacia el año 400, Ullastret se rehízo levantando aún más sus murallas y se reafirmó como un gran centro de redistribución económica más allá del área de influencia de la colonia griega de Empúries. Debió ser la capital de la zona indiketa hasta la llegada de las tropas romanas de Catón a principios del siglo II a. C. que, posiblemente, ordenó su desalojo y posterior abandono.

En Cataluña no solo existió una diferencia muy importante entre la costa y el interior, también sus respectivas evoluciones estuvieron condicionadas por la influencia ibera del sur. Para Enric Sanmartí parece bastante claro que, mientras no se demuestre lo contrario, la aparición de unas formas y modos de vida ibéricos "se debió a una rápida expansión sur-norte de unos estímulos --y quizá también poblaciones-- generados en la zona nuclear donde la cultura ibérica tuvo su epicentro, es decir, en el sudeste peninsular, entendiendo con ello las actuales provincias de Murcia y Alicante". La helenización iberizó Cataluña en tanto que acercó a grandes poblados como Ullastret al desarrollo económico y cultural que ya había experimentado el sur de la Península a raíz de dicha influencia oriental. Durante el primer milenio antes de Cristo se había ido forjando un activo y decisivo corredor mediterráneo en dirección sur-norte que fue recibiendo y metamorfoseando ese trascendental impacto oriental --como lo denominó Maluquer de Motes--, primero en el sur con los fenicios y después con los griegos, tanto en el norte como el sur.

Es difícil que alguien pueda poner en duda el carácter plural de la protohistoria catalana. Ni siquiera la actual arqueología de las identidades puede cuestionar que la etnicidad no excluye la superposición de varias identidades étnicas. Los iberos de Ullastret son un buen ejemplo de pueblos en continuo proceso de cambio hasta la romanización. De su relación con los cartagineses es el hallazgo de figurillas de la diosa Bes (divinidad de la Ibiza púnica), y de su contacto con los celtas es la tradición de enclavar cráneos de enemigos en los muros de la ciudad.

La existencia de ese corredor ibérico y mediterráneo desde el valle del Guadalquivir hasta Ullastret demuestra que hay que abandonar la visión de iberos indígenas frente a colonizadores orientales. Fue un espacio inmerso en un continuo proceso de intercambios que dio lugar a múltiples identidades intermedias. El origen de Cataluña no pudo ser más mestizo.