Elizabeth Taylor en Cleopatra (1963)  / CINE EN UN MINUTO

Elizabeth Taylor en Cleopatra (1963) / CINE EN UN MINUTO

Ensayo

El secreto de Cleopatra y Mesalina

Los dos personajes históricos muestran la capacidad de la mujer para moverse en las luchas de poder, pero también refleja la invención del imaginario masculino

29 noviembre, 2020 00:00

La lucha por el poder ha sido una constante antropológica atribuida generalmente a los varones. Pero la realidad es que las mujeres han participado siempre en la batalla por el propio poder, haciendo uso de sus propios recursos. Remontándonos a la antigüedad, la figura de Cleopatra está muy presente, aunque todos confundamos la Elisabeth Taylor de la película de Mankiewicz, rodada en 1963, con la auténtica Cleopatra. La película tuvo gran éxito mediático por más que su calidad era más que discutible, con Richard Burton-Marco Antonio y Rex Harrison-Julio César flanqueando la belleza de la Taylor.

 

Mesalina, emperatriz y ninfómana / OTRAS HISTORIAS

Cleopatra fue la última reina ptolomea de Egipto, descendiente de uno de los generales de Alejandro Magno. Tras su muerte, Egipto derivó en simple provincia del Imperio Romano. Su infancia fue trágica. Huyó a Roma con solo once años escapando de su hermanastro que la quería matar. Regresó a Egipto, accediendo por fin al trono, pero acabó huyendo a Siria. Retornó a su país, donde se encontraría con Julio César, al que sedujo con el fin de que le ayudara a recuperar el trono de su tierra. Pero Julio César sería pronto asesinado en el Senado. Ello supuso para Cleopatra fijar la mirada en el sobrino de César, Marco Antonio, con el que protagonizó una historia de amor tan apasionado como intermitente y que duró catorce años.

El suicidio

A lo largo de este tiempo, Marco Antonio volvió a Roma e incluso llegó a casarse con otra mujer: Octavia. Pero nunca olvidó a Cleopatra y volvió una vez más a Egipto. Del amor con Cleopatra nacieron tres hijos. Marco Antonio acabaría derrotado por Octavio Augusto en la lucha del triunvirato en la batalla de Accio. Marco Antonio se suicidaría clavándose la espada porque pensó que Cleopatra, su Cleopatra, había muerto. No era así, ésta intentó seducir también al ganador, Octavio Augusto. La toma de conciencia de su propia decadencia física le llevó también al suicidio en el año treinta antes de Cristo, según la tradición, a través del veneno de una serpiente.

Escultura romana de Cleopatra con una diadema real, de mediados del siglo I a. C. / WIKIPEDIA

Escultura romana de Cleopatra con una diadema real, de mediados del siglo I a. C. / WIKIPEDIA

La fuente de las relaciones turbulentas de Cleopatra fue la obra de Plutarco, que empezó a tener difusión en el ámbito cultural occidental a partir de la traducción que hizo el inglés Thomas North en 1579, que serviría de referente histórico para que Shakespeare escribiera su clásica obra Antonio y Cleopatra (1606). La Cleopatra de Shakespeare es una mujer vanidosa e histriónica, eso sí, con una conciencia de prestigio dinástico extraordinaria. Una belleza excepcional al servicio de la ansiedad por recuperar el poder en el Egipto prerromano.

Una mujer en el poder

Si Cleopatra fue una luchadora, al final perdedora, que vivió por y para la consecución de un trono, Mesalina, el otro personaje al que quiero referirme en este artículo, vivió siempre a caballo del poder, disfrutando de las posibilidades que este le ofreció. Fue la tercera esposa del emperador Claudio, tío de Calígula. Él tenía cincuenta años, ella, trece. Fue una mujer infiel desde el primer día. Tuvo con Claudio dos hijos. Se casó con Claudio tras el asesinato de Calígula, al que aquel sucedió como emperador. La relación con Claudio ha quedado reflejada en la literatura y el cine, aunque se le haya concedido más interés al tullido, tartamudo y al mismo tiempo lúcido Claudio. Así lo hace Robert Graves en su Claudio el dios y su esposa Mesalina, en la que escribe mucho más de Claudio que de su mujer. Para Alejandra Vallejo Nájera (2006), Claudio es el enamorado sin límites que solo desea que su mujer sea feliz.

Portada de la película en la que María Félix (1951) interpretó a Mesalina / AMAZON

Portada de la película en la que María Félix (1951) interpretó a Mesalina / AMAZON

Ciertamente, Mesalina es el gran icono de la ninfomanía. Las actrices que han hecho de Mesalina en el cine han representado bien el arquetipo de la mujer que devora hombres con naturalidad casi burocrática. Ahí están María Félix (1951), Susan Hayward (1954), Belinda Lee (1960), Lisa Gastoni (1964), Sheila White (en la serie televisiva Yo Claudio, de 1975), Anneka Di Lorenzo (1977), Beattie Roland (1981), Jennifer O’Neill (1984) … Todas ellas voluptuosas y lujuriosas.

Belinda Lee interpretando a Messalina en 1960 / IMDB

Belinda Lee interpretando a Messalina en 1960 / IMDB

Setenta hombres: una leyenda

De Mesalina se cuenta --pura leyenda-- su apuesta con una prostituta para determinar con cuantos hombres podía estar de manera continuada y prolongada. Su récord, parece ser, setenta. Detrás de esta imagen de extrema promiscuidad y perversión, también se le atribuye a Mesalina algún espacio para su redención personal.

Ahí está el presunto amor platónico que profesó, sin suerte, a Sileno. Aprovechando la ausencia de Claudio se casó con el cónsul Cayo Silio en el marco de una conjura contra el emperador. Acabó muriendo decapitada. Su destino es el de la eterna infelicidad de la ansiedad ninfómana que reflejó Lars von Trier en su película Nymphomaniac (tercera parte de la Trilogía de la Depresión, 2013). ¿Hasta qué punto la ninfomanía es una invención del imaginario masculino para legitimar las propias incapacidades para satisfacer las demandas sexuales femeninas?