Ensayo

Muchos padres fundadores de CDC eran franquistas

10 febrero, 2021 00:00

Conocer y dominar la Historia es muy útil para entender el porqué de las cosas. El 20 de noviembre de 1975, cuando murió en la cama el viejo dictador, lloraron muchos españoles y también catalanes. No exagero. No lloraron porque tuvieran miedo al futuro ni porque pensaran que podríamos volver a sufrir la violencia de la guerra civil, sino porque el abuelo se había muerto.

Vi llorar a dos personas mayores que habían sido niños pobres durante la guerra. La razón era clara. Tras cuarenta años de franquismo se había generado una clase media que nunca se había visto, y menos en los años del hambre, en los años 40 y 50. En los años sesenta, el desarrollismo lo cambió todo por completo. La dictadura, en ese momento, pasó a ser una dictablanda, como ocurrió al final de la monarquía de Alfonso XIII, que acabó huyendo a París.

Miles de industriales y muchos intelectuales catalanes también lloraron. Muchos menos, sin embargo, que en enero de 1939 cuando los franquistas entraron en Barcelona. En la Retirada hubo cuatrocientos mil españoles. Entre ellos estaba mi familia, mis abuelos. Mi madre tenía nueve años y mi tío dos años menos. Mi abuelo, el 18 de julio, vivía en Lleida. No era un político. El azar quiso que luchara con los republicanos. La única política en aquel momento tenía un acento cenetista. Mandaba la CNT-FAI en Peñalba (Monegros), a medio camino entre Lleida y Zaragoza. Y malvivieron en la playa de Argelès.

En 1940, cuando los alemanes invadieron Francia, mi abuelo leyó en una portada de un diario de Perpiñán que los nazis buscaban a exiliados españoles para llevarlos a trabajar en los campos de concentración del frente oriental y los cuatro miembros de la familia directa volvieron a España. En la frontera de la Junquera la Guardia Civil detuvo a mi abuelo y estuvo un año reconstruyendo Belchite, donde había nacido mi abuela, que murió a finales de los 40 en Lleida.

Mi tía anarquista, como tenía las manos supuestamente manchadas de sangre, no volvió a España. Sus nietos no saben hablar español. Lo cuento para que sepan que mi familia no fue franquista. Mi abuela quedó herida en el bombardeo de Lleida el día de difuntos de 1937.

Mi admirado escritor Josep Pla se exilió en Marsella cuando un amigo de infancia en Cadaqués le chivó que esa madrugada los cenetistas de su pueblo pasarían por su casa y le darían el célebre ‘paseíllo’, como a miles de catalanes. El periodista le abrazó y se perdió en las sombras de la noche, y en el puerto de Marsella hacía de agente para informar a los servicios de Franco sobre el envío de armas de la URSS. Pla ejercía de observador en el puerto, y por eso Òmniun Cultural no le otorgó el Premi de les Lletres Catalanes a quien había sido el mejor escritor catalán de todos los tiempos.

Otro caso interesante es el abuelo de Pilar Rahola, que huyó a la Italia fascista por un chivatazo de un amigo, como Josep Maria de Segarra, el escritor más popular de la República.

Todos los miembros de la Lliga Regionalista de Francesc Cambó se exiliaron o fueron asesinados, como miles de empresarios catalanes. Sus hijos fundaron CDC, y sus nietos hoy son separatistas.

Conocer la Historia es saber, y es necesario para que no te engañen.