Chenonceau con su característico puente sobre el río Cher / YOLANDA CARDO

Chenonceau con su característico puente sobre el río Cher / YOLANDA CARDO

Ensayo

Las Damas de Chenonceau

En el valle del Loira, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, se encuentra esta joya renacentista cuya belleza rivaliza con la historia de las mujeres que lo diseñaron

5 abril, 2020 00:00

Todo gran edificio guarda una gran historia. Chenonceau, conocido como el Castillo de las Damas, es uno de esos lugares. La historia de este palacio, anclado en las aguas del río Cher, es la de sus damas, las mujeres que lo habitaron y que lo convirtieron en lo que es hoy. Un lugar para la historia y el arte en un enclave excepcional.

Situado en la hermosa región francesa del Centro Valle del Loira, su origen se remonta siglos atrás, cuando reyes y nobles ejercían el poder desde las riberas del río Loira. Un territorio plagado de elegantes fortalezas y palacios que preservan el legado histórico de Francia.

Amor y celos en la corte renacentista

Su leyenda comienza con Katherine Briçonnet, esposa del secretario de finanzas del poderoso Francisco I, Thomas Bohier. Ella fue la artífice de convertir una ruinosa fortaleza medieval en un elegante edificio. Pero en 1535, tras conocerse el desfalco en las arcas de la corona llevado a cabo por su esposo, el monarca decide recuperar la propiedad y exigir a sus herederos el pago de la deuda. Es entonces cuando el castillo pasa a manos de Diane de Poitiers, nuestra siguiente dama, el eslabón fundamental de esta apasionante historia.

Habitación de Diane de Poitiers / YOLANDA CARDO

Habitación de Diane de Poitiers / YOLANDA CARDO

Tras el fallecimiento de Francisco I su hijo Enrique II heredó el trono. El joven príncipe, casado con la italiana Catalina de Médici, estaba profundamente enamorado de Diane de Poitiers a quien regaló el castillo con plenos derechos. Así la refinada favorita real lo transformó a su gusto. Ordenó construir el puente que atraviesa el río Cher y le dotó de bellos jardines. Allí disfrutaron juntos de felices veladas rodeados de poderosos y artistas hasta que, un fatídico día de 1559 durante unos juegos, Enrique sufrió un accidente muriendo a los pocos días.

Vista aérea de los jardines y el castillo de Chenonceau / IMAGES DE MARC

Vista aérea de los jardines y el castillo de Chenonceau / IMAGES DE MARC

La venganza no se hizo esperar. Catalina la apartó del rey en sus últimas horas, ni siquiera le permitió acudir a su funeral. De forma inmediata la privó de todos sus privilegios obligándola a devolver joyas, bienes, dinero y, por supuesto, sus propiedades, entre ellas Chenonceau.

En manos de la reina el edificio sufrió una nueva transformación. Mandó cubrir el puente de Diana para transformarlo en una fastuosa galería donde se celebrarán grandes festejos. La obra definitiva que otorgó al edificio el majestuoso aspecto que ha llegado hasta nuestros días.

Galería construida sobre el puente por Catalina de Médici / YOLANDA CARDO

Galería construida sobre el puente por Catalina de Médici / YOLANDA CARDO

Catalina legó el castillo a Louise de Lorraine-Vaudémont, reina consorte de Francia desde 1575 hasta 1589. Entre sus muros se recluyó tras el asesinato de su esposo Enrique III, convirtiendo la lujosa residencia en un convento.

Habitación de Louise de Lorraine, una estancia consagrada al luto / IMAGES DE MARC

Habitación de Louise de Lorraine, una estancia consagrada al luto / IMAGES DE MARC

Un puente para la historia

Casi dos siglos después, tras cambiar varias veces de dueño, en 1733 cayó en manos de Louise Dupin. Una aristócrata francesa culta, muy refinada que le devolvió todo su esplendor y le salvó de la destrucción durante la Revolución Francesa.

Exquisita y brillante, su carácter erudito la convirtió en la salonnière más deseada. Sus salones fueron privilegiados testigos de las tertulias de Rousseau, Voltaire, Montesquieu y una larga lista de ilustrados franceses.

Durante la Revolución Francesa, a la avanzada edad de 83 años, se recluyó entre sus muros. Su estancia allí mantuvo a salvo el edificio de los revolucionarios esgrimiendo el imperativo de mantener en pie el único puente existente en muchos kilómetros. Tras su muerte en 1799 cumplidos los 93, por expreso deseo, fue enterrada en sus jardines.

Ya en el siglo XX, en manos de la familia Menier, sus actuales propietarios, el puente volvió a jugar un decisivo papel en su historia y en la Historia. Durante la Segunda Guerra Mundial, el puente-galería se convierte en el único paso fronterizo sobre el río hacia la Francia libre. Refugiados, judíos y miembros de la resistencia salvaron sus vidas con la ayuda de los Menier que les facilitaron el paso clandestinamente.

El castillo en la actualidad

Hoy en día, gracias al mecenazgo de sus dueños, Chenonceau es todo un referente artístico además de un prestigioso dinamizador cultural. Laure Menier, su actual dama, se encarga personalmente de que así sea. Su labor le ha posicionado como el segundo palacio más visitado solo por detrás de Versalles.

El magnífico conjunto de obras que cuelga de sus paredes le convierte en una excepcional pinacoteca: Rubens, Tintoretto, Murillo, Nicolas Poussin, Correggio… además de una colección de tapices de Flandes del siglo XVI. Un compromiso con el arte que se fortalece cada año invitando a un artista contemporáneo para que exponga en este extraordinario escenario.

“Es tranquilo y suave, elegante y robusto. Su calma no es aburrida y su melancolía no tiene amargura”, Gustave Flaubert.