Elias Canetti / WIKIPEDIA

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Ensayo

Las cartas de Canetti y Veza a su hermano Georg

La editorial Galaxia Gutenberg edita las epístolas del Premio Nobel de Literatura a su esposa y su hermano

13 junio, 2021 00:00

Cada vez que sale un libro póstumo de Elias Canetti (1905-1994), el autor y soberbio personaje muestra una faceta inesperada y sorprendente. A veces uno asiste a esos cambios rebullendo en el sillón de lectura con incomodidad, como ante La fiesta bajo las bombas, un libro de notas de trabajo, es decir, no dejadas para publicar, sobre su vida como refugiado en Inglaterra durante la Segunda Guerra Mundial, con las que seguramente pensaba alimentar un libro autobiográfico. A falta de ese libro, los apuntes son de una crudeza e indiscreción, en la descripción de algunos personajes a los que trató, inaceptables. Testimonio de un juicio crítico cuyo rigor y exigencia ya le conocíamos pero que, a diferencia de cómo se manifiesta en la obra canónica, incurre en la vulgaridad.

En el año 2024 concluirá la moratoria que impuso sobre la publicación de sus diarios, y quizá entonces tengamos una vuelta de tuerca más a una figura compleja y extraña de un escritor completamente convencido, desde que era niño, de su propia importancia y valor. Ahora la publicación (Galaxia Gutenberg) de sus cartas y las de su mujer Veza Tauber-Calderón, o Veza Canetti, al hermano pequeño del primero, Georg, entre los años 1933 y 1948, también es causa de asombro. La traducción es de Juan José del Solar, excelente como siempre, y la edición viene contextualizada por un largo prólogo donde Ignacio Echevarría señala como una de las particularidades de la misma la luz que arroja sobre la potente figura de Veza. También ella escritora meritoria pero frustrada (en español se han publicado dos libros suyos), y que últimamente está siendo recuperada gracias a la atmósfera de reivindicación feminista que reina por todo Occidente.

Veza es la autora de la mayoría de las cartas y un carácter excepcional, desequilibrado. Una loca de literatura como el mismo Canetti, por quien profesa hasta el último día de su vida una devoción absoluta, devoción que se dilata hasta su hermano, a quien le gustaría, dice, besar en los labios para absorber sus bacilos (padecía tuberculosis), y a quien en 1945 reprocha en estos términos el pecado de que lleve días sin escribirle:

"Esto no va a quedar así, te prevengo, ya llevo demasiado tiempo torturada por las preocupaciones y no voy a seguir aguantando ni voy a escribirte más, salvo las cartas estrictamente necesarias y que estén relacionadas con las obras teatrales de tu hermano. No, no voy a seguir escribiendo cartas para no tener ya miedo. En mi cara no hay sino miedo. Mis ojos miran fijamente con miedo. Desde 1938 no he tenido otra cosa que miedo y voy a liberarme de vosotros dos, sinvergüenzas, y a dejaros abandonados a vuestra suerte y dar por terminada nuestra relación". A veces exaltada, a veces deprimida, siempre de una extravagancia conmovedora.

Elias Canetti ganó el premio Nobel de 1981 gracias a su trilogía Historia de mi vida (La lengua salvadaLa antorcha al oído y El juego de ojos), en la que reconstruye su infancia búlgara en una familia judía, sus relaciones con su madre, y sobre todo la vida intelectual en la Viena de los años 20 y 30 del siglo pasado. Son famosas sus páginas sobre Karl Kraus, el agitador intelectual de Die Fackel, sus retratos de Musil, de Broch, de Kokotschka, etc. El motor de esta trilogía, escrita ya en la avanzada madurez, era distraer a su hermano menor, Georg, médico en París y enfermo crónico, que era el destinatario original de esas remembranzas familiares, con anécdotas de su madre y de su infancia. Georg murió y Canetti siguió escribiendo la que se considera su obra maestra.

Ésta quedó bien escoltada por una espléndida novela expresionista escrita a los treinta y un años, Auto de fe, que él había planeado como la primera de una serie de ocho sobre distintas manifestaciones de la locura –pero se quedó como novela única--; por el ensayo Masa y poder que le costó veinte años de trabajo y según cómo se puede considerar una obra fallida; por varios libros de apuntes y agudezas; y por varios ensayos sobre temas diversos, como El otro proceso de Kafka o su hermenéutica sobre Speer, el arquitecto de cabecera y luego ministro de armamento de Hitler. Todo lo que escribió es bueno, inspirador e incluso excelente, pero todo tiene también la marca de lo inacabado, del gran esfuerzo creativo sin remate. Quizá esto contribuya a su modernidad.

Estaba obsesionado con la muerte y creía luchar a brazo partido contra ella mediante la escritura, lo cual también parece algo quijotesco y condenado al fracaso, cuando no signo de un orgullo formidable y de una fe en el poder de la literatura rayana en lo delirante. Esa tensión y fe en la literatura y en su alto destino literario, que le permite capear las penalidades de la vida con desdén olímpico, así como esas mismas penalidades, se manifiestan en las cartas a su hermano con la mayor elocuencia. Como las de Veza, que llama a su cuñado "hijo adorable", "príncipe hermoso", "caballero Georg", esas cartas son también testimonio de un amor intenso y arrebatado. Para nada razonable.