Anna Caballé / LENA PRIETO

Anna Caballé / LENA PRIETO

Ensayo

Caballé 'meets' Arenal

La historiadora, defensora de la crítica feminista y experta en estudios autobiográficos, gana el Nacional de Historia con su revisión de la vida de Concepción Arenal

6 noviembre, 2019 00:00

El Premio Nacional de Historia, otorgado este año a la filóloga catalana Anna Maria Caballé Masforroll (Hospitalet de Llobregat, 1954), tiene algo de falsa anomalía. De entrada, porque es una estudiosa de la literatura –no una académica de historiografía– quien lo consigue. Y, de salida, porque el libro en cuestión que ha merecido el galardón –Concepción Arenal. La caminante y su sombra (Taurus)– es la biografía secreta de una mujer (pionera del feminismo) narrada por otra mujer que defiende abiertamente el valor de la crítica literaria feminista, una de las escuelas de interpretación del arte que Harold Bloom, el último animal mitológico de esta disciplina, incluyó dentro de sus famosas escuelas de resentimiento. Ambas cuestiones, que para unos pueden ser excelentes, y para otros inquietantes, se entienden mejor si se analizan los hechos ciertos con detenimiento. 

En primer lugar conviene recordar que la tradición secular de la filología en España, desde el XIX, es básicamente histórica y, para nuestra desgracia, poco dada, en cambio, a los estudios teóricos sobre la naturaleza retórica de los artefactos literarios. Caballé, por tanto, es tan historiadora como la que más. Y, en segundo término, porque lo trascendente de su libro sobre Arenal no es que a través de este personaje defienda una determinada posición política (Selden, Widdowson y Brooker afirman en su Teoría literaria contemporánea (Ariel) que la crítica feminista es una sucesión de olas que defienden lecturas de “políticas culturales” basadas en el sexo) como lo que aporta al acervo cultural común, éste sí, carente de cuotas y libre de las doctrinas de género: el relato de la vida de una mujer que es más conocida fuera de España que en nuestro país. El acta del jurado, cuyas deliberaciones fueron tormentosas, destaca que la obra de Caballé, acogida a la iniciativa de la Fundación Juan March de construir nuevas miradas a la trayectoria de las figuras eminentes de la cultura española, reúne “todos los requisitos de excelencia en una obra de historia: novedad historiográfica y metodológica, pluralidad de fuentes y un planteamiento científico y riguroso del estudio biográfico sobre un personaje no suficientemente conocido pero importante en la historia de España”. 

Concepción Arenal, La caminante y su sombra   TAURUSLo singular en este caso no es tanto el asunto –la reivindicación de una mujer concreta– como el método usado para resucitarla, donde la historia y la psicología se funden en un estudio científico de las emociones humanas, que siendo particulares –de hombres, de mujeres– al mismo tiempo son también universales. Caballé, entre cuyos indudables méritos profesionales figuran el descubrimiento del secreto íntimo de la vida de Francisco Umbral –su condición de hijo ilegítimo, expuesta con acierto en El frío de una vida (Espasa)– o la dirección de la Unidad de Estudios Biográficos de la Universidad de Barcelona, un referente de estos discursos literarios e históricos, ha construido su libro sobre Arenal salvando impedimentos más que notables, como la escasísima (y fragmentaria) existencia de fuentes documentales directas. En parte, porque la abogada gallega, símbolo de una forma de literatura social hecha a partir de la realidad, no mediante la fabulación, ordenó destruir buena parte de los papeles que podían facilitar el rastreo de sus preocupaciones intelectuales. 

Lo singular en este caso no es tanto el asunto –la reivindicación de una mujer concreta– como el método usado para resucitarla, donde la historia y la psicología se funden en un

Cuatro años de trabajo metódico, y un sinfín de prospecciones, ha costado salvar este vacío. En este tiempo, Caballé ha viajado –en sentido literal y metafórico– alrededor de la figura de una mujer adusta y autodidacta que rompió las convenciones sociales de su tiempo. Sus conclusiones componen un estudio filosófico sobre la compasión desde la perspectiva del reformismo católico. Arenal fue una intelectual que para pensar en libertad adoptó roles masculinos y prescindió de la afectividad que tradicionalmente se asocia a lo femenino. Viuda con tres hijos a su cargo en una sociedad –la España del XIX– anclada en la cultura agraria y autárquica, que no otorgaba a la mujer otro rol que no fuera el de madre sufriente y abnegada. Lejos de contentarse con este negro destino, la pensadora gallega, encuadrada dentro del pensamiento político liberal, defendió la asistencia social y la dignidad de los que menos tienen y más sufren –especialmente los presos– con un fatalismo atávico. Aunque defendía la autonomía de la mujer, Arenal queda aún lejos de posteriores reivindicaciones sociales, como el creciente protagonismo de la mujer en política. Su feminismo, como ha escrito Ricardo García Cárcel, es un feminismo triste, amargo. La radiografía de una sociedad voluntariamente sorda a la inteligencia de la mitad de su población. 

Este es el mensaje capital que cuenta la biografía de Caballé sobre Arenal, que se suma a su larga galería de vidas escritas, tanto masculinas como femeninas, como la del psiquiatra cordobés Carlos Castilla del Pino –autor de unas inolvidades memorias escritas a tumba abierta distribuidas en tres tomos–, la escritora Carmen Laforet, el prócer argentino Domingo Faustino Sarmiento, el filósofo vasco Miguel de Unamuno o Paulino Masip, desconocido dramaturgo y guionista de la Generación del 27. Desde el punto de vista de los estudios autobiográficos, el trabajo de Caballé, que comienza con su tesis sobre la literatura testimonial en España desde 1939 a 1975, es pionero e innovador, como evidencian galardones como el Premio Gaziel (concedido por la Fundación Conde de Godó) o el Manuel Alvar (patrocinado por la Fundación José Manuel Lara). 

Distinto es su posicionamiento personal sobre la validez de la crítica literaria feminista, que tiende a confundir la literatura con la política cultural, introduciendo en su análisis elementos propios de la moral de género, que juzga la escritura literaria en función de su carga ideológica, obviando otros planteamientos críticos. Caballé, que ha publicado sobre este asunto títulos como El feminismo en España (Cátedra) o Breve historia de la misoginia (Lumen), no niega que la interpretación feminista del hecho literario tenga un sesgo moralizante, igual que ocurría con la crítica literaria marxista, pero la entiende como una “herramienta que contribuye a un cambio de valores”. La cuestión de fondo, sin embargo, es si la literatura que no responde necesariamente al patrón histórico debe convertirse también es un instrumento de agitación política en un país en el que, como la propia Caballé señalaba en una entrevista a Letra Global, “la excesiva politización, tanto del presente como del pasado, que se aprecia en los rechazos y antipatías intelectuales fundados exclusivamente en la ideología, impide ver las cosas y a las personas con la necesaria objetividad y distanciamiento”.