'Discurso', de George Caleb Bingham (1853-1854)

'Discurso', de George Caleb Bingham (1853-1854)

Democracias

En una democracia no hay accidentes

Daniel Bernabé deja constancia del poder de las sociedades para afrontar cambios, tras plasmar lo que ha pasado con la pandemia en ‘Ya estábamos al final de algo’

18 abril, 2021 00:10

La afirmación es contundente, refleja un posicionamiento previo, firme: “Nadie necesita recibir un libro en media hora, al menos no hasta que alguien le dice que existe esta posibilidad”. A partir de aquí, todo lo que ha sucedido en los últimos años puede tener una explicación, y a nadie le debería sorprender que el planeta esté sumido en una gran incertidumbre, producto de un virus, como tantos otros se han reproducido en el pasado. En las democracias, se podría decir, no hay accidentes, porque depende de cada uno de los integrantes de esas sociedades el hecho de avanzar en una u otra dirección, aunque algunos tengan, --claro--, más poder decisión. ¿Seguimos sorprendidos? No, si seguimos el argumento de Daniel Bernabé, en su último trabajo, Ya estábamos al final de algo, el origen de la crisis de la posnormalidad, editado con si fuera una obra de orfebrería por Bruguera, con ilustraciones de Joan Negrescolor.

Esas cuestiones son importantes, y nos hablan del mensaje. El libro, a la vista de un adulto, se identifica como un cuento para niños o adolescentes. Calidad en el papel, buena letra para miopes y una imagen elocuente en la portada, con un coche que se despeña por un acantilado. Pero nada más lejos que un cuento. Bernabé, desde una posición combativa, con el ánimo de despertar las conciencias, intenta ver qué ha ocurrido en las últimas décadas. Y la afirmación sobre para qué queremos un libro en media hora constata el avance de las nuevas tecnologías y de las empresas de plataforma que llegaron para cambiarlo todo, hábitos y relaciones de trabajo, y, aparentemente, todos estábamos de acuerdo, sin entender que cualquier cambio de esa naturaleza implicaba un empujón hacia la intemperie.

Daniel Bernabé

Es el presente. Los que se sienten cómodos en esos avances, los que sí compran esos libros o muchos otros objetos para recibirlos en media hora, no reparan en las consecuencias, o si lo hacen, los aprueban sin pestañear. Es la modernidad, sostienen. No reconocen, sin embargo, que han logrado una transformación de la actividad productiva o de la propia concepción del trabajo, como señala Bernabé. Una concepción que se “desnaturaliza, más que se dinamiza”. Es lo digital, el nuevo Dios de las sociedades occidentales. Lo que se quiere extender a partir de los fondos europeos de reconstrucción y que parece ser una salida salvadora.

¿A quién se ha beneficiado?

Pero, ¿qué ha conseguido? “El que los consumidores sean a su vez los productores de ingentes cantidades de datos con los que se estudiará el mercado, así como otros epígrafes como la propia política, no provoca que el mercado se adapte a los intereses, sino justo el fenómeno inverso: que el mercado cree los intereses que requiere para su configuración actual, tan fugaz como vacua”. ¿Estamos conformes con ello? Esa sería la primera pregunta, para, posteriormente, si la respuesta es negativa, tratar de proponer un cambio, o una resistencia, porque lo conservador no tiene por qué entenderse como algo reactivo. Al revés, puede ser una defensa de una sociedad más progresista, más acorde con un cierto ideal de justicia social.

Bernabé indaga en esa capacidad, la de buscar alternativas juntos, como sociedad, desde esa premisa, de que, en realidad, si se defiende una democracia, en ésta no puede haber accidentes, no puede haber sorpresas: si se caminó hacia un modelo socio-económico neoliberal, que primaba los beneficios empresariales y la innovación para buscar más beneficios para directivos y accionistas (se habla siempre en nombre de éstos, pero, en realidad, quedan siempre relegados), si se reclamaba una globalización que primara el intercambio de bienes y personas por todo el planeta, entonces, no podíamos negar la posibilidad de una pandemia como la del Covid, tras forzar el equilibrio medioambiental y tensionar el flujo energético planetario.

El periodista y escritor Daniel Bernabé, autor de 'La distancia del presente' / DB

El periodista y escritor Daniel Bernabé / DB

De la misma forma, nada está escrito ni determinado. No hay un progreso histórico, ni leyes marxistas que conduzcan a distintos estadios en la civilización. Lo que puede haber es esfuerzo continuo. Bernabé enlaza con lo que ha apuntado el historiador israelí Yuval Noah Harari: lo que pase a partir de ahora, será lo que decidamos que pase. Salir de una forma u de otra de la crisis del Covid no está escondido en un gran despacho de Nueva York, o de Beijing.

La revolución conservadora, sin alternativa

¿Cómo elegir, y en qué dirección? Bernabé, muy crítico con el pasado reciente en la política española, y, en particular, con las fuerzas liberales y el centro-derecha, aunque no duda en buscarle las cosquillas a la izquierda alternativa que quería asaltar los cielos, busca una salida: “La elección debemos realizarla todos juntos, y guiados por la razón. Todas las crisis prominentes y todas las puertas de salida se encontraban siempre con un escollo que no era más que la verdadera pandemia que nos azota desde hace demasiado: el de que el mundo está regido por unas pocas personas que toman decisiones bajo el fanatismo de proteger un interés tan cortoplacista como mezquino. La lucha de estos últimos doscientos años ha sido justo la de revertir esa situación”.

Esa es una lección, pero también se puede entender como un punto de vista determinado. En cualquier caso, existe un cierto consenso que no se deja de repetir, desde autores y responsables políticos de muy distinto signo. El cambio de paradigma se produjo en los años ochenta. Con criterios acertados o no tanto. Con la preocupación de un grupo de economistas por la inflación, que apostaron por la economía de la oferta, como refleja con maestría Quinn Slobodian en Globalistas (Capitán Swing). Como cabezas visibles, desde la política, aparecieron Thatcher y Reagan, en el Reino Unido y Estados Unidos. Y aquel modelo nos ha llevado a la actualidad, sin que surja, todavía, ninguna alternativa viable, teniendo en cuenta que aquella llamada revolución conservadora se había cocido lentamente desde los inicios de los años sesenta, con Think tanks muy bien financiados, y mentes lúcidas que trabajaron sin descanso. Es decir, no es nada fácil poner en pie proyectos políticos de envergadura que apuesten por una idea de sociedad.

QuinnSlobodian Globalistas

Lo que indica Bernabé es, precisamente, que no hay casualidades, que no podemos hablar de accidentes. Que dependerá del ahora, de la organización social. Conviene no olvidar, sostiene, que ha habido un proceso histórico, que permitió que las decisiones que afectan a la mayoría sean tomadas entre todos. “Lo primero, por entender que la historia no es un devenir de sucesos aleatorios, sino el producto de fuerzas que se contraponen y arrojan nuevos resultados, a veces terroríficos y a veces encomiables. Lo segundo, por agradecimiento, ya que las nuevas generaciones olvidamos demasiado rápido –unas cuantas décadas sin cañones y sin sangre bastan– que una vida digna, segura y en paz no es un regalo caído del cielo: es un resultado que deberíamos cuidar con extremo cuidado, como una planta que está siempre a punto de marchitarse. Y lo tercero, porque el futuro que nos aguarda requerirá del conocimiento de que tenemos la responsabilidad –con lo que nos precedieron, pero también con los que están por venir—de afrontar entre todas las elecciones que nos aguardan”.

Reivindicar la belleza

Porque, sin cambios reales, y siempre desde la premisa de que deben ser viables, ¿qué puede suceder? Esa es la incógnita que deja en el aire Bernabé, al situar una clara disyuntiva: cuando se han realizado enmiendas parciales, y éstas se han menospreciado, puede ocurrir que se planteen enmiendas a la totalidad. ¿O no es eso lo que explica el fenómeno de los populismos, sean de extrema izquierda o de extrema derecha? En las últimas décadas, con una crisis de dimensiones siderales como fue la de 2008, se han producido hasta cuatro crisis de mucho más alcance: la del trabajo, la ecológica, la cultural y la legitimidad democrática, impulsadas, ahora, por una quinta: la sanitaria.

Los consensos han existido, en el sentido de que se entendía que se debían afrontar reformas, respecto al mercado de trabajo, en el institucional, en el encaje político de reivindicaciones nacionales, en el ajuste de mecanismos de representación…Pero no se han realizado. Se aparcan una y otra vez, o se acometen pequeñísimos cambios. En España eso se ha producido de esa manera, con una inercia cansina, de deterioro institucional constante. ¿Puede ser exagerado? Dependerá de cómo se interiorice por parte del conjunto de la sociedad. Y, en todo caso, existe el peligro del que habla Bernabé:

Democracia directa o liberalismo para el pueblo

“Cuando una parte de la población pierde el miedo al cambio, en el sentido de creer que el riesgo de lo que está por venir es mejor que la precaria seguridad que deja atrás, ese cambio se produce. ¿Cuál es el problema? Que quien se encarga de realizarlo ya no es quien pretendía profundizar en valores como la democracia, la igualdad y la libertad, sino quien, diciendo defenderlos, los pervierte desde el autoritarismo, que es la única opción que queda en pie de las tres”.

Pese a todo, el primer paso es el de tomar conciencia, el de asimilar qué ha sucedido, el de entender que ‘Ya estábamos al final de algo’ antes de que la pandemia nos despertara. Y para ello la belleza no es algo menor. La belleza de un libro y de un texto, belleza física e intelectual, antes de que cada uno se arremangue para tomar la dirección que crea oportuna.