Una caricatura de 'La Flaca' del 3 de marzo de 1873 sobre la pugna entre republicanos unitarios y los partidarios del federalismo / WIKIPEDIA

Una caricatura de 'La Flaca' del 3 de marzo de 1873 sobre la pugna entre republicanos unitarios y los partidarios del federalismo / WIKIPEDIA

Democracias

La ansiedad federal del mundo

Federalistas convencidos como Isidre Molas o pensadores como Victoria Camps abogan por una todavía imposible alianza entre ser uno mismo y convivir con solidaridad

30 enero, 2022 00:10

"No federemos las naciones; unamos a los hombres”. Ese es el principio que defendió Jean Monnet, uno de los padres del proyecto de la Unión Europea, que, pese a sus grandes avances, no ha logrado el gran objetivo, el de hablar con una sola voz, el de crear –y eso es todavía imposible—una gran comunidad cultural y política. Monnet quería unir a los hombres, pero la estructura política que lo podría permitir, desde el respeto a la individualidad que logró Europa tras siglos de oscuridad, es el federalismo. El mundo sufre una ansiedad federal, porque la lucha se dirime, todavía, entre esa necesidad de ser uno mismo y la exigencia de ser solidarios para garantizar la convivencia.

El equilibrio es difícil de alcanzar. La llamada de la tribu muestra una enorme potencia en momentos de peligro, cuando escasea el bienestar. Siempre surge el otro, el que molesta, el que no puede formar parte de la colectividad. Los defensores del federalismo, como método para arbitrar diferencias, pero con lazos estables y solidarios, insisten en que ya está todo inventado y que su mercancía tiene menos aristas y puede ser una gran solución práctica.

En España lo federal, la propia concepción, ha sufrido muchos altibajos. La filósofa Victoria Camps ha reflexionado sobre la exigencia de un instrumento político que pide algo más al ciudadano. Le reclama una “cultura federal”, que se constituye a partir de la racionalidad. “Hay que entender que federarse significa unión y cooperación para gobernar en común lo que es diverso. E pluribus unum, la divisa de Estados Unidos, es el punto de partida de lo que yo llamaría la cultura federal”, explicaba Camps en el diario El País en 2015, en uno de los momentos álgidos del proceso independentista en Cataluña.

Jean Monnet, uno de los padres del proyecto de la Unión Europea / APE

Jean Monnet, uno de los padres del proyecto de la Unión Europea / APE

 

Camps insiste en que el término “federar” proviene de faedus, que significa “pacto”, “alianza”. Por tanto, esa sería una primera exigencia. No se federará aquel que no desee ese pacto. “Si no hay voluntad de unión con los que son diferentes para tratarse como iguales, preservar los derechos fundamentales y promover fines comunes, no hay federación”.

Idea y valor

Pero la federación es también singularidad, preservar lo diferente, permitir que esas diferencias se acomoden en un marco normativo, en convivencia con otras realidades que pueden reclamar lo mismo. Es el signo de los tiempos, con la voluntad manifestada de individuos agrupados en colectivos. Lo explica con convicción uno de los maestros del federalismo en España, el profesor y político Isidre Molas, en el libro El federalismo visto por Isidre Molas, (Editorial Base) en conversación con el periodista Manel Vega. Tras un repaso sobre los fundamentos de la idea federal, y su evolución en España y en Cataluña, desde Pi Margall hasta el Estatut de 2006, Molas señala que el federalismo no puede ser considerado como un “ismo más”, al entender que trasciende su utilidad práctica, como instrumento político: “Es una idea y un valor: de que podemos vivir juntos en libertad a pesar de ser diferentes y de que esto es no solo posible, sino que es bueno, que enriquece nuestra personalidad. La idea federal abarca, por una parte, la federación, un conjunto de técnicas políticas para tomar decisiones y organizar a través del derecho el ejercicio de la libertad indivudal y la sumisión del gobierno a la ley. Y, por otra, el federalismo, una concepción vital según la cual personas diferentes pueden vivir –y seguir siendo ellas mismas—poniendo determinadas cosas en común: algunas, las que sean. 

Portada del libro sobre el federalismo de Isidre Molas

Portada del libro sobre el federalismo de Isidre Molas

El problema, sin embargo, se centra en qué se entiende por diferente, y cómo se fomentan esas diferencias para, precisamente, justificar después de un programa de demandas políticas. Pero si se parte de la idea de tratar diferente lo que es diferente, siguiendo a Aristóteles, el federalismo ofrece respuestas adecuadas.

Hay voluntad de compartir, y de respetar peculiaridades. No hay un solo federalismo. Es lo que apunta Victoria Camps al señalar que “el federalismo se dice de muchas maneras”. Y es ese equilibro el que busca en estos momentos Europa, aunque frenada por la intensidad de las demandas de muchos países del Este, que han visto en Bruselas un árbitro de parte, una estructura que busca ahogar esas diferencias. Es una visión subjetiva, claro, de pueblos que han tenido una evolución histórica distinta, marcados por la opresión de la Unión Soviética, ahora la Rusia que pretende recuperar lo perdido e impide que países como Ucrania puedan encontrar un camino propio. 

Victoria Camps, catedrática y exsenadora del PSC / CG

Victoria Camps, catedrática y exsenadora del PSC / CG

Hay que volver a Molas. En su conversación con el periodista Manel Vega, Molas dibuja cómo podría ser una Constitución para la Unión Europea, que ya fue abortada en el referéndum en 2005 por Francia y Holanda. “Cuando esto sea posible, se deberían dibujar unos poderes comunes respetados por cada uno de los Estados, los cuales gracias a ellos tengan la posibilidad de decidir y de aplicar las decisiones públicas. Por lo tanto, debería hallarse un camino que hiciera posible, por un lado, generar a nivel europeo acuerdos o consentimientos aplicables directamente y de modo obligatorio; y, por otro, poder resolver los problemas que genera la convivencia de personas que son diferentes y quieren seguir siéndolo”.

¿De derechas o de izquierdas?

¿Es un problema el nombre? En la discusión política interna, en España, lo ha sido. La tradición indica que el federalismo se ha defendido desde el republicanismo y la izquierda, pero no debería ser un signo de identidad. No, por lo que significa. Molas considera, en el terreno europeo, que se podría llamar de otra forma. Lo nuclear es lo que trata de organizar: “Se trata, pues, de poner materias en común en manos de las instituciones europeas. Cuáles, y en qué condiciones, debe ser el resultado de un acuerdo previo y de una decisión constitucional que lo posibilite. No es obligatorio que se llame así. Se podría denominar de otra manera, si alguien lo prefiriera así”.

Instrumento político, pero, ¿lo adopta la derecha? El profesor Molas, a pesar de que en Cataluña, al calor del proceso independentista se constituyó la asociación Federalistes d’Esquerres, insiste en que no debería ser patrimonio de nadie. “Existe la concepción establecida y generalizada que la idea federal es de izquierdas, porque posee en su seno este sentido de la fraternidad, la igualdad y la base democrática. Pero ha habido, y hay, personas de derechas que la han defendido, porque es más barata, asegura mejor que el ámbito privado de la libertad sea un motor eficaz que consume menos energías de las personas en el debate y en la toma de decisiones: hay unos niveles políticos que resuelven los conflictos en un ámbito y otros en otros. Cada uno resuelve el suyo. Y los tribunales aplican las leyes que correspondan”.

Francesc Pi i Margall y las buenas intenciones

Francesc Pi i Margall y las buenas intenciones

Molas, que se ha definido siempre, para la organización interna de España, con el acomodo de Cataluña, como un federalista asimétrico –si hay distintas necesidades, se debe establecer una estructura federal no homogénea, siguiendo experiencias como la de Canadá—busca un equilibro entre dos conceptos que siguen levantando pasiones: la libertad y la solidaridad. “Libres y solidarios. Este es el criterio federal. Libres como individuos, solidarios como personas. Personas complejas y ciudadanos universales: he aquí un marco federal que une comunidades. Más allá de técnicas de gobierno y de las ingenierías políticas, el federalismo es cooperación, vida asociativa, participación y reunión concéntricamente ampliada de los marcos de interrelación”, señala en Federals, un artículo recogido en la obra de Manel Vega.

¿Cómo se concreta todo ello? El federalismo obliga a un permanente examen racional, sobre cómo se inclina la balanza, entre la libertad y la solidaridad. Lo expresa a la perfección el profesor Carlos Monasterio, catedrático de Hacienda Pública en la Universidad de Oviedo. En una entrevista en El Confidencial, y al calor del debate sobre la financiación autonómica, Monasterio se refiere a la armonización fiscal que piden, ¡qué paradoja!, los partidos independentistas catalanes en relación a la política económica de la Comunidad de Madrid. “Uno de los principios básicos de un país federal es que las regiones puedan hacer cosas distintas según sus preferencias. Puede ser muy sensato querer descentralizar y que las comunidades autónomas hagan lo mismo, pero eso no nos lleva a que se pueda decir: volvamos a un sector público centralizado. Si armonizamos todo, nos cargamos la esencia del federalismo. La única cuestión importante es decidir hasta dónde llega la autonomía fiscal de las comunidades autónomas, porque si es muy limitada, negamos la esencia del federalismo”.

¿Quién teme, entonces al federalismo?