La matemática Sofia Kovalevskaya / ARCHIVO

La matemática Sofia Kovalevskaya / ARCHIVO

Ciencia

Sofia Kovalevskaya, doctora matemática con alma de poetisa

La científica rusa rompió barreras infranqueables para una mujer de su tiempo, la segunda mitad del siglo XIX

24 marzo, 2019 00:00

No sé si importa mucho saber quién fue la primera doctora en Matemáticas, en el sentido académico del término. Pero cuando no se trata sólo de fijar un nombre, sino de vislumbrar la realidad y las circunstancias de una personalidad fascinante, entiendo que no hay duda alguna. Este es el caso.

Sofia Korvin nació en Moscú el 15 de enero de 1850, dos años antes que Ramón y Cajal y que Gaudí. Cuando Marie Curie vino al mundo, ella tenía casi dieciocho años y al poco se casaría. Adoptó entonces el apellido de su marido, con el que habría de ser conocida; si bien, con un matiz característico ruso: Kovalevskaya (la mujer de Kovalevski). Sofia eligió a un joven de 25 años para una boda ficticia, algo que entonces sucedía con relativa frecuencia, dado que con la formalidad de un matrimonio a las mujeres rusas les era posible estudiar en la universidad, saliendo de su país. Sofia se casó contra la voluntad de su padre, un general de artillería del Ejército zarista y aficionado a las matemáticas, que procedía de un aristócrata húngaro desheredado por casarse con una gitana. La familia de su madre era de origen alemán; el abuelo materno de Sofia fue el renombrado astrónomo Fiodor Schubert.

La futura matemática se familiarizó en casa con las fórmulas matemáticas. Su habitación estaba decorada con manuscritos de Ostrogradski que despertaron en la niña un gran afán por entenderlos e interpretarlos. Fue la segunda de tres hermanos, el menor era un varón y la mayor, Aniuta; quien la introdujo en el nihilismo. Esta ideología promovía la igualdad entre sexos, el cambio social y el interés por las ciencias naturales. En su Diccionario de Filosofía, José Ferrater Mora cita un párrafo demoledor de un destacado representante de esa corriente radical, Dmitrí Pisarév (fallecido en 1868, con solo 28 años de edad): “Todo lo que puede romperse, hay que romperlo; lo que aguante el golpe, será bueno; lo que estalle, será bueno para la basura. En todo caso hay que dar golpes a derecha y a izquierda: de ello no puede resultar nada malo”. Aniuta fue novia de Dostoyevski, quien, pasados los años, mantendría una relación epistolar con Sofia. Aniuta se casó con un activista francés de la Primera Internacional, Victor Jaclard, y tuvo amistad con Marx. Aniuta y Jaclard participaron en la revuelta de la Comuna parisina en 1871 y se acercaron al anarquismo.

Fue en septiembre de 1868 cuando Sofia Korvin se casó con el paleontólogo Vladimir Kovalevski (quien tradujo y editó la obra de Darwin). De este matrimonio de conveniencia, nacería diez años después una niña a la que llamaron Fufa, pero bautizada con el mismo nombre que la madre. ¿Qué hizo Sofia durante aquel decenio? Asistió como oyente a la Universidad de Heidelberg (la más antigua de Europa; Salamanca es la tercera), donde fue la primera mujer estudiante. Luego consiguió llevar allá a su amiga Iulia Lermontova (1847-1919), quien sería la primera mujer en doctorarse en Químicas.

En 1870, Sofia se trasladó a Berlín para intentar trabajar con Karl Weierstrass (1815-1897), padre del análisis moderno y uno de los fundadores de la teoría de funciones. Por circunstancias personales, a éste le había costado abrirse paso en el mundo matemático, pero sorprendió con la eclosión de su talento y la Universidad de Königsberg le otorgó en 1854 un doctorado honorario. Weierstrass, a su vez, quedó impresionado no sólo por la asombrosa capacidad matemática de Sofia, sino por su fuerza de voluntad para superar los serios obstáculos que tenía por delante, y aceptó dirigirla y orientarla.

Tras cuatro años de intenso trabajo, Sofia Kovalevskaya logró doctorarse, fue en Gotinga el año 1874. Weierstrass decidió que su estudiante optase a un doctorado in absentia: no exponiendo oralmente se le ahorraban los nervios, no solo por la excepcionalidad de su caso, sino por su timidez y sus posibles dificultades de expresión en alemán.

Al año siguiente, en 1875, murió el padre de Sofia, con quien estaba muy unida, pérdida que la sumió en un estado depresivo. Interrumpió entonces --como explica su biógrafa la profesora Xaro Nomdedeu-- su correspondencia con Weierstrass (luego proseguida con enorme admiración y amistad) y no tardó en consolidar su relación con su esposo hasta llegar a convertirse en un matrimonio real. No bastó su título ni su brillantez para obtener un puesto académico en Rusia, se sucedieron fuertes objeciones especialmente por su ideología.

En 1876 conoció al afamado matemático sueco Gösta Mittag-Leffler (1846-1927), discípulo también de Weierstrass y amigo del inglés G. H. Hardy (descubridor del genial matemático indio Ramanujan). A través de Mittag-Leffler, Sofia entabló buena amistad con su hermana, la escritora Anne Charlotte (1849-1892). Sofia pasó a escribir artículos de prensa, divulgando avances técnicos y científicos (como la iluminación eléctrica, el teléfono o la navegación aeronáutica), pero también de crítica literaria y de ensayo político y social. Escribió asimismo la novela Una mujer nihilista y unas memorias: Una niñez rusa.

Por aquel tiempo, Vladimir Kovalevski abandonó la paleontología para dedicarse a negocios que le llevaron a la ruina económica. Cabe señalar que era hermano del célebre embriólogo Aleksandr Kovalevski (1840-1901). En 1881 murió Dostoyevski y fue asesinado el zar Alejandro II. Ese mismo año Sofia se separó de Vladimir, y pasó un tiempo en Berlín y en París, participando en la vida académica. Mittag-Leffler le buscó trabajo en Helsinki, pero fue rechazada; quizá por su filiación política y su condición rusa. Vladimir se suicidaría en abril de 1883.

La viudez de Sofia facilitó que fuera contratada. “Una viuda era dueña de su persona, era jefe de familia y podía controlar su destino”, ha escrito Ann Hibner Koblitz. En noviembre de 1883 se trasladó a Estocolmo. Al año siguiente se la designó editora de la revista Acta Mathematica y fue nombrada profesora por un período de cinco años. Se dice que Alfred Nobel se enamoró de ella y que no fue correspondido. Por esas fechas, fue pareja de un lejano primo de Vladimir, el conocido sociólogo Maksim Kovalevski (1851-1916).

En 1888, Sofia recibió el premio Bordin de la Academia de Ciencias de Francia por su trabajo sobre la rotación de un cuerpo sólido alrededor de un punto fijo (Foucault había demostrado en 1851 que el péndulo permite observar el movimiento de rotación de la Tierra). Sofia Kovalevskaya se ganó un puesto en la élite matemática del siglo XIX, ha dado nombre a un teorema --junto a Cauchy-- referido a las condiciones para que ciertas ecuaciones en derivadas parciales sean integrables. En 1889 llegó a ser la primera catedrática en una universidad europea.

Sofia Kovalevskaya murió de pulmonía en febrero de 1891, no hacía un mes que había cumplido 41 años de edad. Fufa (que llegaría a ser médico) quedó huérfana de ambos padres con doce años. Se hizo cargo de ella una amiga de Sofia, la ya mencionada Iulia Lermontova; su tía Aniuta había fallecido cuatro años antes.

El viejo Weierstrass quedó deshecho al conocer la noticia de la desaparición de su querida amiga, ambos entendían que no se podía ser matemático sin tener el alma de un poeta.