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Perder el miedo, volverse pedófilo o hablar con otro acento: tres casos reales de la neurología

El divulgador científico Sam Kean publica el libro 'Una historia insólita de la neurología' en el que recoge algunas de las historias más sonadas de esta ciencia del comportamiento

Una historia insólita de la neurología / CG
Una historia insólita de la neurología / CG

A medida que la medicina ha avanzado y los médicos se han hecho más eficientes a la hora de salvar vidas humanas que presentaban heridas que hasta hace poco eran mortales, se ha abierto un nuevo campo de posibilidades en el campo de la neurología, la ciencia que estudia las enfermedades del cerebro.

Personas que despertaban de un largo periodo en coma hablando “con un acento extranjero”, otras que perdían la “habilidad para sentir miedo” tras dañarse la amígdala o casos de una repentina “pedofilia por el crecimiento de un tumor” en el cerebro. Todos estos son casos reales que la neurología ha podido averiguar y que Sam Kean, divulgador científico, relata en su nuevo libro Una historia insólita de la neurología (Ariel, 2019).

La niña que no sentía miedo

Una paciente que respondía a las iniciales de S.M. perdió la capacidad de sentir miedo. “Es algo que puede parecer bueno, y lo puede ser en algunas circunstancias, pero esta paciente se acabó metiendo en situaciones peligrosas con animales salvajes y criminales porque ya no podía sentir un miedo sano”, explica el escriptor a instancias de este medio.

El cerebro funciona enviando una serie de señales para que el cuerpo reaccione ante el miedo. Si vemos un tigre, por ejemplo, la vista y los sonidos se filtran a través del tálamo, una estructura de dos lóbulos justo en el centro del cerebro. El tálamo da el primer paso de esta información sensorial --garras, dientes, gruñidos-- y divide los datos en múltiples corrientes para un posterior procesamiento. Una de esas corrientes fluye al hipocampo, que ayuda a guardar un recuerdo de la experiencia. Otra corriente se divide en dos ramas, una de las cuales fluye directamente a la amígdala, que se la denomina muy a menudo “el punto del temor en el cerebro”.

sistema limbico
Sistema límbico

La amígdala, punto de temor en el cerebro

Se ha comprobado en varias ocasiones que si la amígdala funciona mal, las personas se pueden sentir excesivamente temerosas todo el tiempo, viendo amenazas donde no las hay. Por el contrario, el caso de S.M, le llevó al problema opuesto: la ausencia de temor. Cuando tenía alrededor de 10 años compenzó a padecer la enfermedad de Urbach-Wiethe, un trastorno que mata las células de la amígdala y, en el transcurso de dos años, dejó de sentir miedo. Los médicos la llevaron a una tienda exótica de animales donde acarició serpientes venenosas, visitó un antiguo manicomio abandonado y vio la película El silencio de los corderos y nunca experimentó miedo. Todo lo contrario, se reía y cada vez quería experiencias nuevas. Pese a no ser sensible al temor, tenía otro tipo de sentimientos, como la tristeza o la sensación de soledad, ya que estas esquivan la amígdala.

Pero además de todos estos experimentos, una vez que, de mayor, volvía a casa de noche se enfrentó a un hombre que le amenazaba con un cuchillo y posteriormente se fue tan tranquila, sin ni siquiera correr. Los críticos han querido ver en ello una “falta de sentido común” pero los dos hoyos negros donde deberían estar sus amígdalas confirman la raíz neurológica de su conducta.

Un pedófilo repentino

El libro también narra el caso de un profesor de Virginia que llevaba una vida normal hasta que a los 40 años empezó a coleccionar vídeos de pornografía infantil y acabó abusando de su hijastra de ocho años. La niña se lo contó a la madre y pareja del profesor, que lo denunció ante las autoridades. La noche antes de entrar en prisión se quejó de un dolor de cabeza muy intenso y fue trasladado al hospital para un estudio. Los médicos hallaron un tumor en el cerebro del tamaño de un huevo.

La pregunta que se hace el autor es si el tumor “simplemente liberó sus oscuros deseos o produjo deseos que no existían antes”. Lo cierto es que nunca antes había presentado antecedentes delictivos y una vez le extriparon el tumor, en diciembre de 2000, la pedofilia desapareció hasta octubre del año siguiente, cuando el hombre volvió a acosar a niñas. Esto coincidió con la vuelta de los dolores de cabeza y en un escaner cerebral, se confirmó que el tumor había crecido otra vez. “En esencia, la neurociencia puede ayudarnos a entender por qué alguien actúa de la manera que lo hace, pero no puede decirnos si castigar o no a la persona o cuánto culparla. Esa es una pregunta diferente”, apostilla el autor a Crónica Global.

A esto hay que añadirle el estudio de 2000, que señala en su libro, en el que al menos 34 casos de pedofilia aparecieron en hombres que habían tenido tumores, lesiones, demencia y otros traumatismos en la materia gris del cerebro. Aunque hay que destacar también que la mayor parte de los pedófilos no presentan daños cerebrales.

El bótox puede disminuir la cólera

Si las heridas de guerra o los tumores en el cerebro pueden hacer variar la conducta, también la cirugíaen el rostro puede originar cambios comportamentales. El sistema límbico llega a todas partes e interactúa con muchas otras zonas del cerebro y del cuerpo. Manda una señal a nuestros músculos faciales --explica Kean en su obra-- para producir sonrojos, gruñidos, sonrisas y muecas. “También puede retroalimentarse de la cara. El mero acto de sonreír, por ejemplo, puede enviar hormonas alentadoras a través de nosotros, lo que nos anima”, abunda.

Una sonrisa pueda hacernos alegres, mientras que fruncir el ceño todo lo contrario. “En la otra cara de la moneda, las personas que entorpecen sus expresiones faciales --con bótox, por ejemplo, que paraliza los músculos faciales-- pueden disminuir emociones como la cólera.

Mentir compulsivamente

Otro de los síndromes que afectan al cerebro es conocido como el de Korsakov, que hace que una persona mienta compulsivamente inventando historias de lo más imaginativas e incluso sobre temáticas que desconoce totalmente.

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'Una historia insolita de la neurologia', libro de Sam Kean

A diferencia de otros daños cerebrales, este síndrome daña los tejidos del cerebro y eso lo hace irreversible hasta la fecha. Algunos casos diagnosticados, el paciente podía mentir durante horas sin parar con historias de lo más variopintas y sin apenas percatarse.

Despertarse con acento extranjero

Hubo una mujer inglesa que se despertó después de sufrir un traumatismo cerebral hablando como una parodia de una dama francesa. Todas las cosas que decía tenían un acento galo que suscitaban las risas de los presentes.

Se trata del síndrome del acento extranjero, que experimentan personas que despiertan tras haber sufrido un ictus o un traumatismo craneal. Esto sucede a menudo en personas que desde pequeñas han estado expuestas a más de un idioma, y que el cerebro ha almacenado, a veces de forma inconsciente. Pero también puede tener una explicación más prosaica, añade el autor, y es que debido al traumatismo se reduce el espectro acústico en el cerebro y como resultado, sus dientes, lengua y labios no pueden articular todos los sonidos que necesitan y a quien escucha le parece un acento extranjero.