
El escritor Arturo Pérez-Reverte / EFE
Manías y métodos: así escriben Arturo Pérez-Reverte, Enrique Vila-Matas o Ignacio Martínez de Pisón
El periodista y escritor Álvaro Colomer reúne en 'Aprende a escribir' las técnicas, métodos, manías y obsesiones de varios autores hispanohablantes, desde Mario Obrero a Ida Vitale.
Roland Barthes se lamentaba de que ya no quedan escritores como los de antes. Esos que se dejaban ver sentados en alguna terraza, escribiendo o inspirándose con una libreta sobre el regazo. Ahora, parece que el escritor es un obrero más, alguien que dedica su tiempo a crear textos destinados a entretener y a llenar las horas muertas de quiénes (aún) compran libros. Sin embargo, abundan los tomos que prometen enseñarnos a escribir de la mano de grandes autores como Stephen King o Graham Greene. Son lecturas obligatorias en las universidades... como si en ellos se desvelara cuál es la clave del éxito, o quizá como si el proceso de escritura, el método creativo del escritor y al final, el funcionamiento de la mente del genio, fuera en sí misma una historia que vale la pena contar.
Será que los tiempos no han cambiado tanto, ¿y el escritor sigue siendo una figura digna de estudio?

'Aprender a escribir' (Debate)
El voyeur literario siempre está dispuesto a saciar su curiosidad, y aunque la imagen romántica del autor haya perdido su fuerza, todavía le aguardan grandes sorpresas. Para disfrutar y dejarse sorprender en esta línea, Álvaro Colomer publica un volumen con un título que despierta desconfianza al principio, y que suena a una brillante ironía después de su lectura: Aprende a escribir (Debate).
Porque Colomer, periodista y novelista, no pretende descubrir la cura para la página en blanco ni tampoco compilar el manual de escritura definitivo. A partir de la recopilación de una serie de entrevistas que ha publicado para la revista Zenda, Colomer presenta un caleidoscopio de métodos, rutinas, trucos, manías y obsesiones, excentricidades que se permiten autores como Pérez-Reverte, Vila-Matas o Martínez de Pisón en la soledad de sus despachos. Un verdadero tesoro para el aspirante a escritor, para cualquier lletraferit y para el fisgón que todos llevamos dentro.
Gabinete de curiosidades
Arturo Pérez-Reverte escribe con disciplina militar y es un nostálgico de tiempos pasados incluso en su forma de crear: aporrea las teclas de su Qwerkywriter S para deleitarse con su sonido. Enrique Vila-Matas tiene Spotify y lo utiliza cuando le falta la inspiración: si su cuenta fuera pública, cualquiera podría acceder a las listas de reproducción que ha ideado para fomentar la inspiración. Ignacio Martínez de Pisón no se atreve a eliminar párrafos, y los almacena en un Word que Colomer llama “el cementerio de los fragmentos huérfanos”.
Desde la fase de inspiración, pasando por el proceso de escritura y la posterior corrección, cada autor tiene sus peculiaridades –por ejemplo, Élmer Mendoza pide perdón a Dios antes de usar la violencia en sus ficciones–, también su propia forma de entender la escritura. Ante la pregunta de "¿Qué método emplea usted para escribir?" o "¿Qué le recomendaría a un aspirante a escritor?", las respuestas pueden ser de más a menos elaboradas: el "siéntate y escribe a diario" de Luis Mateo Díez, el "nunca desistas, pero cambia el método" de Santiago Posteguillo –tomado a su vez de Wil Gompertz–, o el tener una rutina férrea junto a un catálogo de autorrecompensas que aseguren la productividad (y tres 'lectores cero' asignados, uno de ellos, un cactus llamado Mendizábal), sistema que sigue a rajatabla Fernando Aramburu.
Ser y tiempo
La disciplina, unida al talento, es una de las fórmulas que más recomiendan los autores. Sin embargo, en las antípodas del método existe un grupo que se deja llevar y sorprender por su propia intuición –autores 'vivíparos', según la teoría de Unamuno–, como Irene Solà, quién nunca tiene claro de qué tratará el próximo libro que está a punto de empezar. Son artistas espontáneos que creen que el tiempo e incluso el propio ser, cuando uno escribe, cambian de forma drástica. Pere Gimferrer está de acuerdo con Borges en eso de que no es a él al que se le ocurren sus versos, sino a un poeta distinto, uno "superior" que habita dentro de sí; Martínez de Pisón, cuando se relee, no puede evitar sorprenderse y sentir que el autor es otro, y no él.

Álvaro Colomer
Las "horas nalgas" que invierte Leonardo Padura ante el folio por llenar se escapan a la percepción natural del tiempo, porque como observa Raúl Zurita, este "se mueve de un modo distinto cuando uno construye oraciones". El tiempo puede ser más amplio, como el que pasa Elvira Navarro corrigiendo una versión tras otra de su novela; o más corto, medio año en el caso de Élmer Mendoza. Hay quién lo considera más valioso, en el caso de Pérez-Reverte, que dedica todos los días de la semana a escribir, y hay quién cree, como Cristina Fernández Cubas, que es una cuestión nada preocupante, porque lo mejor es escribir con libertad. Ida Vitale, a sus 98 años y una extensa carrera como poeta, considera que el mundo no dejará de girar por un verso menos.
Un siglo de autores
La personalidad de cada autor pide un método distinto, y las vías para llegar a poner punto y final a una novela son infinitas y cambiantes. Influye también el interés en la historia que se tiene entre manos, y el momento vital en el que uno se encuentra, así que quizá, apunta Colomer, en este momento algún autor ya no emplee el mismo sistema –Pérez-Reverte puede haber abandonado el Qwerkywriter S–.
Pero más allá de su validez en el momento presente, Aprende a escribir muestra cómo se aproximan los autores hispanohablantes al proceso creativo: a gran escala, analiza cómo han cambiado las técnicas de creación literaria en el último siglo, desde Ida Vitale hasta Mario Obrero. Y en una dimensión más humilde y concreta, nos abre la puerta al interior de un mundo peculiar y extraño: la intimidad de los grandes autores contemporáneos.