La Caixa, Colacao, Bimbo... y ahora el museo Dalí

La Caixa, Colacao, Bimbo... y ahora el museo Dalí

Artes

La Caixa, Colacao, Bimbo... y ahora el museo Dalí

Ignacio Vidal-Folch alerta de que, con la independencia de Cataluña, se trasladaría también el legado del genial artista

15 octubre, 2017 00:00

Que las empresas y bancos se fuguen de la Dinamarca del Mediterráneo, vaya y pase, no importa, ya que el economista Sala Martín dice que tranquilos, que no pasa nada. El payaso de Micolor en persona piensa acuñar moneda, valiéndose de un yunque y un martillo, unos moldes, los restos de una fragua y los aperos de un burro que providencialmente se han encontrado en las ruinas del Born, y que han sido autentificados por el prestigioso historiador Borja de Riquer. La moneda de la República catalana se llamará, dice el de Micolor, la rahola. Una rahola equivaldrá a un euro. Cien raholas, a una ferrusola. Y así sucesivamente. Fácil.

Que se vaya Planeta a Madrid y que Random House se lo esté pensando, también da absolutamente igual, pues al fin y al cabo casi nadie lee ya libros y además en la nueva República catalana no necesitamos grupos editoriales que publican tantas birrias en español.

Un conflicto surrealista

Que se vayan La Caixa y el Sabadell, Planeta y Random, Colacao y Bimbo, buenu, pos molt bé, pos adiós. En cambio es preocupante la posibilidad, en la que nadie había pensado, de perder los cuadros de Dalí (que también es una marca comercial, y muy rentable por cierto) que se exhiben en el teatro-museo de Figueres. Según un rumor aún no confirmado por este cronista, en el caso de que la República catalana no se autodisuelva, el Estado, que es el propietario de esos cuadros, se propone recuperarlos. Nos encontramos, como se ve, ante un conflicto surrealista.

Recordará el lector que en vida de Dalí, la Generalitat, entonces presidida por Jordi Pujol, se propuso, a pesar de lo mal que al president le caía el pintor (por su franquismo contumaz: recuérdese que en lugar principal del vestíbulo de su casa de Port-Lligat, encima del oso disecado, tenía un retrato de José Antonio Primo de Rivera), heredar su obra.

El mismo Pujol se tomó la molestia de ir a París --vía Andorra-- para rendirle visita en su habitación del hotel Meurice, el 24 de mayo de 1981, e intentar camelarle con las típicas apelaciones al amor al terruño y la patria chica. Dalí le hizo sentarse en una butaca para que pudiese contemplar a sus anchas el óleo que en aquellos momentos estaba pintando (una Inmaculada que invitaba al recogimiento y la oración) y a renglón seguido, aprovechando que Pujol estaba distraído, se tiró, prácticamente en sus narices, un sonoro pedo, según cuenta Descharnes.

Afrenta paranoico-crítica de la que el Molt Honorable fingió no darse muy por enterado, por el bien de Cataluña. Pero el sacrificio de Pujol fue estéril, así como tampoco fructificaron, años después, los denodados esfuerzos de su conseller de Cultura, Max Cahner, por acercarse al lecho donde agonizaba Dalí para implorar el legado para la Generalitat. En vano; y menudo disgusto se llevaron Pujol y Cahner al leer el testamento en que el pintor nombraba "heredero universal y libre de todos sus bienes, derechos y creaciones artísticas, al Estado español". 700 obras, 3.000 dibujos y acuarelas, que el ministro de Cultura de entonces, Jorge Semprún, sabiamente repartió entre el Reina Sofía y la fundación de Figueres.

Cuenca y la 'solución' Tàpies

Con la independencia de Cataluña es de prever que el Estado recupere las obras que tiene cedidas al teatro-museo. De hecho, en ciertas covachuelas galdosianas del ministerio de Cultura se baraja, me han dicho off the record fuentes que no puedo revelar, el proyecto de levantar en Cuenca un edificio clónico del museo de Figueres, un duplicado, para albergar allí todo el legado de Dalí. Será un negocio excelente para la ciudad de las casas colgadas sobre las hoces del Júcar y el Huécar y completará una oferta cultural estupenda, junto al museo de arte abstracto, el de las ciencias de Castilla-La Mancha y el museo municipal de Cuenca; con ellos, el museo Dalí hará de la Ciudad Encantada un polo de cultura de potentísimo magnetismo. Coi, quina bona pensada!

Siempre según mis fuentes (amparadas por el secreto profesional), el Estado descarta llevarse también la cripta y el cadáver de Dalí: nos lo podemos quedar. En cuanto a la falsa hija de Dalí, también toda para nosotros.

¿Y qué vamos a hacer con ella? Yo la disecaría y la expondría en un lugar preferente del teatro-museo, por ejemplo en el patio de entrada, donde ahora aún está el Taxi lluvioso. Hace unos años perdimos al Negro de Banyoles, muy bien, pues ahora tendremos a La filla de Figueres.

En cuanto al resto del espacio museístico, salas, salitas, salones y corredores melancólicamente vacíos de cuadros y obras de Dalí... podríamos llenarlo todo con obras de Tàpies. Calcetines gigantes. Arpilleras. Armarios llenos de trapos y ropa vieja... Quien no se consuela es porque no quiere. Siempre nos quedará Tàpies.