Imagen de 'Los jóvenes', una obra de Balthus expuesta en el Museo Thyssen / CG

Imagen de 'Los jóvenes', una obra de Balthus expuesta en el Museo Thyssen / CG

Artes

Balthus, una idea del misterio

24 febrero, 2019 00:05

Cuando Balthus (1908-2001) se presenta en sociedad ya han tenido lugar las explosiones de las vanguardias, el cubismo de Picasso y Braque, el futurismo, el surrealismo, y él, conocedor y ajeno a todas esta efervescencia iconoclasta que configura la modernidad, él, autodidacta y copista paciente, concienzudo, de los maestros antiguos del primer Renacimiento, especialmente de la Flagelación de Cristo de Piero della Francesca, imagen enigmática a cuya interpretación Carlo Ginzburg dedica los ensayos fascinantes de Indagine su Piero; él, Balthus, en ese ambiente de incesantes rupturas, se empecinaba en la tradición, copiaba los frescos de Piero: “al copiarlos”, le escribió a su padre, “los admiro más cada día. Como son fruto de largos cálculos, es de una armonía formidable y toda esta matemática tiene su contrapeso en una pintura maravillosa, de colores claros, transparentes, y con acordes desconocidos hasta entonces. Es tan misterioso que se puede pensar en La dama del unicornio y también en Valéry, porque es matemático, abstracto, y gracioso y divino”. Balthus encontraba lo inefable y se atenía a las formas reconocibles del mundo sensible, como ya solo hacía, entre los pintores del día que contaban, Picasso. El malagueño (que por cierto le compró una de sus mejores obras, Los hermanos Blanchard de 1937 –estos dos hermanos murieron en un bombardeo durante la segunda guerra mundial--) era consciente de que el futuro era abstracto pero se resistió a asumirlo, y esto tanto porque hubiera supuesto renunciar a un magisterio técnico que le había costado buenos esfuerzos adquirir y que le había granjeado su aventajada posición, como por una instintiva repugnancia a renunciar a las formas del mundo, a las que estaba muy apegado. 

Balthus, jovencísimo pero tradicional, consciente de que solo con su fidelidad a la figuración cuatrocentista no lograría hacerse un sitio en una capital tan sofisticada como al París de entreguerras, apostó a la provocación descaradamente sexual y turbadoramente sadomasoquista e histérica, con La lección de guitarra, donde la maestra so pretexto de castigo sádico sujeta sobre su regazo a la jovencísima alumna y le baja las bragas para mejor mostrar al espectador la impúber vagina, haciendo más que explícitas las sugestiones de Buñuel-Dalí en La edad de oro. El escándalo que perseguía se produjo, Balthus obtuvo bien pronto una bolsa de clientes y después de la guerra pudo retirarse fuera del inhóspito París artístico, en cuyo seno tan a disgusto se había sentido, para encerrarse a trabajar en una especie de castillo o casa fuerte que a pesar de sus magras economías pudo comprar porque, en una sociedad de postguerra depauperada y segada de dos generaciones de sus varones, los edificios ruinosos y abandonados como Chassy no escaseaban, sino lo contrario. Fue el primero de todos los que habitó en Francia, Italia y Suiza…

En la Thyssen de Madrid se exponen cerca de 50 de sus lienzos, más que suficientes, y entre ellos algunos de los mejores. De todas formas no fueron muchos, pues era un artesano de ejecución lenta y morosa, con una idea obsesiva de la perfección, capas y capas y correcciones y pentimentos, en busca de una cercanía a Piero y demás maestros antiguos que supieron dar de la aventura humana una idea trascendente, imbuirle dignidad y nobleza, suspendiendo el tiempo en instantes misteriosos. No otra cosa quiso hacer Balthus al inmortalizar a las adolescentes que le gustaban y en las que adoraba observar el momento de paso de la inocencia al conocimiento --de los sueños de la infancia a la conciencia de la realidad—en esas poses forzadas y acrobáticas.

En la Thyssen entre otras obras maestras de Balthus, paisajes suspendidos en un silencio secular y figuras eternas de niñas entregadas a un ocio sin premuras, figura el lienzo Teresa soñando que al exponerse en el año 2017 en Washington fue piedra de escándalo; miles de personas imbuidas de un nuevo e inesperado sentido del pudor se molestaron o dijeron sentirse molestados por la visión de esa niña con las piernas separadas y estratégicamente en alto para mostrar bajo la falda las bragas, donde vieron una celebración perversa de la pedofilia. Firmaron una carta de protesta. Aquí en cambio de momento nadie se ha molestado en fingir que se escandalizaba.