‘Chico con chistera’ (1948), retrato del mundo circense del artista Walter Khun. FUNDACIÓN UNICAJA

‘Chico con chistera’ (1948), retrato del mundo circense del artista Walter Khun. FUNDACIÓN UNICAJA

Artes

El arte de arañar la identidad

El Museo Thyssen de Málaga explora la búsqueda de la individualidad en el siglo XX y el género del retrato en arte a partir de obras de Goya, Ensor, Picasso y Modigliani

14 octubre, 2020 00:10

Cuando la escritora y coleccionista Gertrude Stein acudió por primera vez en el otoño de 1905 al tugurio del Bateau Lavoir, en Montmartre, no podía sospechar que el resultado de aquellas noventa sesiones de posado frente a Picasso, realizadas al calor de una estufa nutrida con papeles procedentes de una carpeta de dibujos y un vestido grueso de pana marrón, serían la fundación de un concepto inédito del retrato. La hélice de las vanguardias despeinaba el cielo de París. Lo nuevo aún era posible para aquellos artistas que se quitaban el hambre a dentelladas de opio.

Cambiaron las nociones del arte, se rompieron las viejas normas, irrumpieron los nuevos lenguajes, pero el retrato se mantuvo en pie. Tomó vigor. Ya no era sólo un género de exaltación para reyes y mecenas, sino que bajaba a la calle, perdía su condición de encargo, se alejaba de la corte y de los salones. Los modelos eran ahora poetas, músicos, una prostituta con modales de madre, un tabernero de los que cobra en especie, locos disparatados, almas perdidas, amigos escogidos por los pintores. El mundo iniciaba su transición a la modernidad.

La escultura ‘Cabeza de apóstol’ (1953), del escultor Jorge Oteiza, en el Museo Carmen Thyssen. FUNDACIÓN UNICAJA

La escultura Cabeza de apóstol (1953), del escultor Jorge Oteiza, en el Museo Carmen Thyssen de Málaga / FUNDACIÓN UNICAJA

El retrato ha participado de todas las corrientes del arte, siempre replanteándose las reglas mismas del género, anunciando cambios y la amplitud de las formas de representación contemporáneas, como un gran observatorio de la identidad. Por esta vía, el Museo Carmen Thyssen de Málaga propone ahora mirar desde otra perspectiva el cauce del arte del siglo XX en una exposición coral titulada Máscaras. Metamorfosis de la edad moderna, abierta hasta el 10 de enero de 2021 y de la que son comisarios el profesor Luis Puelles y la directora del centro malagueño, Lourdes Moreno.

La muestra reúne 103 obras de artistas esenciales como Goya, Ensor, Picasso, Solana, Gargallo, Gris, Oteiza, Mallo, Gauguin y Modigliani, entre otros. “Más que abordar la máscara como objeto, se centra en el individuo, la ambigüedad y el disfraz”, ha destacado Moreno sobre una exhibición que recorre la senda de propuestas previas como El factor grotesco (Museo Picasso Málaga, 2012) y, sobre todo, El espejo y la máscara. El retrato en el siglo de Picasso (Museo Thyssen-Bornemisza, 2007), donde se analizó cómo el género estuvo presente en todas las aventuras de la pasada centuria, incluida la abstracción.    

Máscaras africanas conviven en la exposición con los trabajos de Julio González. FUNDACIÓN UNICAJAMáscaras africanas conviven en la exposición con los trabajos de Julio González / FUNDACIÓN UNICAJA

Máscaras africanas conviven en la exposición con los trabajos de Julio González / FUNDACIÓN UNICAJA

En esta ocasión, Máscaras. Metamorfosis de la edad moderna se asoma al periodo entre las décadas finales del siglo XIX y la primera mitad del XX, cuando la identidad se puso en entredicho y, como consecuencia, su afirmación (o su negación) se convirtió en fuego para la creación artística. Pero lejos del discurso cronológico, la exposición propone relaciones entre obras y autores desde tres ámbitos: la máscara como suplantación del rostro en el uso lúdico y festivo, la asimilación de sus rasgos postizos en los retratos y el antifaz como metáfora de la pérdida de la individualidad.   

Así, la cita del Museo Carmen Thyssen arranca con un pionero, Francisco de Goya, quien sacó de quicio la expresión y el color en varios aguafuertes para arrancarle el aura simbólica a la máscara y convertirla en una novedosa expresión de lo grotesco. Al aragonés le da respuesta en Disparates de carnaval, la primera sección de la muestra, el sevillano Romero Ressendi, quien reinterpreta en un pequeño óleo el motivo de las majas en un balcón desde códigos expresionistas. Las violentas pinceladas convierten a los personajes en seres deformes, casi de vuelta de la muerte.      

Una de las salas de la muestra ‘Máscaras. Metamorfosis de la edad moderna’. FUNDACIÓN UNICAJAUna de las salas de la muestra Máscaras. Metamorfosis de la edad moderna / FUNDACIÓN UNICAJA

Una de las salas de la muestra

La carga psicológica adquiere un protagonismo nuevo y el gesto se apodera del retrato en las obras de Benjamín Palencia y Julio González, invitados a esta ceremonia en un segundo movimiento titulado Máscaras sobrenaturales. Con estas aportaciones se deriva hasta el incendio del color de Natalia Goncharova y los bronces de Derain, siempre más cercano a esa fuente en punta del fauvismo. Salta a la vista en ellos cómo los valores estéticos asociados a lo primitivo suponen en el arte moderno el abandono de las convenciones académicas de belleza y armonía.  

Por ahí, precisamente, asoma también Picasso, quien abrió el punto de mira e injertó referencias de la escultura íbera y africana sustituyendo los rasgos individuales del rostro por una máscara de facciones casi abstractas, como se comprueba en el estudio para Trois femmes incluido en la exposición del Museo Carmen Thyssen, institución que ha armado una ambiciosa propuesta en tiempos de pandemia con el apoyo de la Fundación Unicaja y con casi medio centenar de prestadores, entre los que destacan el Centre Pompidou de París, el Museo Picasso París y el Museo del Prado

Chico con chistera (1948), retrato del mundo circense del artista Walter Khun / FUNDACIÓN UNICAJAChico con chistera (1948), retrato del mundo circense de Walter Khun / FUNDACIÓN UNICAJA

En su última parada, la muestra da cuenta del retorno del retrato a la figuración desde la inestabilidad de los tiempos, con María Blanchard, Giorgio de Chirico y Max Ernst de cofrades del desengaño de una época que ya mostraba su angustia irrefrenable con la Segunda Guerra Mundial campando por Europa. Hasta llegar al condado de Walt Kuhn, donde remata el recorrido frente a un poderoso retrato del payaso Chico al que el espeso maquillaje blanco le sirve para ocultar su rostro afilado. En definitiva, él es el rey de un aquelarre, de un festín de máscaras.