Una viñeta de 'Matadero Cinco' / ASTIBERRI

Una viñeta de 'Matadero Cinco' / ASTIBERRI

Artes

De vuelta al 'Matadero Cinco'

La adaptación al ‘cómic’ de la novela de Kurt Vonnegut, obra de Albert Monteys y Ryan North, traduce en imágenes gráficas una creación que muestra el horror de la guerra

20 julio, 2021 00:00

Las versiones de clásicos literarios resultan cada vez más habituales en el mundo del tebeo. Pareciera que las editoriales las utilizaran para arrimarse al carisma de las obras originales. Como si añadir a su catálogo los títulos y apellidos ilustres de la literatura fuera a hacer crecer el prestigio de los cómics. Como si los laureles fueran transitivos y la excelencia –digan lo que digan los monárquicos– se pudiera heredar vía onomástica. Lamentablemente, el nivel de esas adaptaciones suele ser irregular. No pocas veces, decepcionante. Si no malas, muchas de esas versiones parecen remedos, resúmenes más o menos bellamente ilustrados. Sombras de obras. 

La pretendida calidad de la materia prima acaba creando tebeos normalillos, más atentos al preciosismo del ambiente que a la verdad artística que la novela propone. Muchos se contentan con un trasvase simplista de los personajes y la trama del original. Una operación, en teoría predestinada a engrandecer el arte de la viñeta, termina, paradójicamente, por empequeñecerlo y da –sin querer– la razón a los apocalípticos que gritan que el que tebeo es un género que sóloo sirve para abordar minucias marginales o excesos juveniles. 

Matadero Cinco2

A priori, la adaptación de Matadero Cinco por parte de Ryan North y Albert Monteys, bellamente publicada por Astiberri, inducía a tomar ciertas prevenciones. Donde dice prevenciones pueden leer prejuicios. Fatalmente imaginamos que resultaría, en el mejor de los casos, un brindis al sol, y en el peor, una misión suicida. Y es que se nos ocurrían novelas tan difícilmente adaptables como Matadero, pero –tal es la singularidad y hondura de la obra maestra de Kurt Vonnegut– seguro que no muchas más. Además, otros ya habían fracasado. El intento por atraparla en celuloide de George Roy Hill en 1972 acabó con una película interesante pero incompleta. Pero nos equivocamos. Sí, metimos la pata hasta el final. Y ahora, todavía bajo los efectos de su lectura, tenemos la tentación de declarar, con la voz impostada, que este Matadero Cinco es la mejor adaptación al cómic de la que se tiene noticia

Matadero cinco

Su lectura produce tal sensación de placer que el tebeo nos parece mejor que la novela. No es una boutade, o quizás solo un poco. Entiéndanos. El acercamiento de los adaptadores es tan cuidadoso, su lectura resulta tan omnicomprensiva, que sus dibujos añaden belleza y sentido al texto original. Sus autores no solo no caen en la simplificación de la trama sino que la enriquecen con una vuelta de tuerca metatextual más inteligente, mejor. Este Matadero Cinco o La cruzada de los niños es una maravilla de tebeo, una obra maestra del dibujo, el diseño, el color y la narratividad

El resultado es análogo al que produjo la publicación original de Vonnegut. Un clásico instantáneo que revienta el género bélico tal y como lo habíamos conocido. Que utiliza todas las filigranas conceptuales y la disposición mágica de la hibridación de estilos diferentes Sin nada de pedantería. Una cumbre artística que muestra el sinsentido de la guerra, su poder anticlimático, la ridiculez de cualquier hazaña bélica, las perturbadoras consecuencias de practicarla.  

Matadero CincoEs conocido que Kurt Vonnegut se pasó media vida tratando de fijar con palabras su experiencia como superviviente del bombardeo que durante la Segunda Guerra Mundial, el 13 de febrero de 1945, realizaron los aliados sobre la ciudad de Dresde, donde se encontraba preso en un matadero habilitado a modo de prisión. Tardó cerca de veinte años y cinco o seis novelas en conseguirlo Lo hizo mediante una obra inclasificable que optaba por hacer estallar los cimientos del género. Con la intención de que ningún joven creyera que la experiencia militar era razonable o acaso honrosa. Estamos seguros de que, si pudiera, desde su tumba celebraría la llegada de este nuevo artefacto que hermosamente amplía su radio de influencia.

Es conocido que Kurt Vonnegut se pasó media vida tratando de fijar con palabras su experiencia como