Cabecera del centenario de TBO

Cabecera del centenario de TBO

Artes

Así nos cargamos el TBO

Javier Nieto pensó que con el relanzamiento de la revista igual las cosas mejoraban en la editorial Bruguera, que se estaba hundiendo a ojos vista

6 enero, 2020 00:00

Tras abandonar la revista Cairo, Joan Navarro y su alegre pandilla --de la que yo formaba parte-- trasladamos nuestros reales a un piso de la calle Diputación, cerca de Bailén, en el que nuestro líder pensaba poner en marcha nuevos y contundentes planes de dominación mundial tebeística. ¡Se iba a enterar Rafa Martínez, de Norma Editorial, de lo que era vivir sin nosotros!

Lo cierto es que, mientras la carrera profesional de Rafa alcanzaba un ritmo de crucero, en el pisito de la calle Diputación nos moríamos de asco e inanición. No sé por qué, Victoria Bermejo --que en aquella época era la esposa del amigo Navarro-- rebautizó esa seudo redacción como La casa de los enanitos, término que acabamos adoptando Ignacio Vidal-Folch, Navarro, un servidor de ustedes y algunos de nuestros más gloriosos visitantes (entre los que figuraba el gran Francisco Casavella, que entonces ejercía de botones en una sucursal de La Caixa y aprovechaba los recados para demorar todo lo posible el inevitable regreso a la oficina).

No tardamos mucho en darnos cuenta de que fuera de Norma hacía bastante frío, pero con la inconsciencia propia de la juventud dejábamos pasar el tiempo entre sueños de esplendor, amenas conversaciones y partidas de Risk, un juego de mesa de estrategia militar en el que, ya no recuerdo por qué, siempre era fundamental hacerse con el territorio de Osetia del Sur.

Y así estábamos hasta que apareció mi amigo Javier Nieto --quien luego crearía la empresa de muebles de diseño Santa & Cole-- para poner a nuestra disposición una cabecera histórica de la historieta española. Nada menos que el mítico TBO, cuyo primer número vio la luz en 1917. Javier estaba intentando salvar la editorial Bruguera, que se estaba hundiendo a ojos vistas, y pensó que con el relanzamiento del TBO igual las cosas mejoraban. Nos dejó hacer lo que quisimos y conseguimos publicar siete números entre los meses de abril y junio de 1986, momento en el que nos caímos con todo el equipo, Bruguera se hundió y al pobre Javier casi lo linchan los trabajadores.

Hay un momento en la película de Stanley Kubrick Full metal jacket en el que le preguntan a Matthew Modine por qué se alistó para ir a Vietnam y el hombre responde: “Quería ser el primer chico de mi barrio en conocer a los actuales representantes de una cultura milenaria y matarlos”. En nuestro caso, podríamos haber dicho: “Estábamos encantados de disponer de una cabecera histórica y cargárnosla”.

Siguiendo el ejemplo de nuestro amigo Jaume Sisa, que cuando se convirtió en Ricardo Solfa perdió a los fans de Sisa y no ganó seguidores de Solfa, le dimos un lavado de cara a la publicación que nos alienó al público potencial y no nos aportó uno nuevo. Una revista para adultos con la marca TBO tal vez no fue una gran idea. Eso sí: sacamos siete números estupendos que hoy día se consideran una de las rarezas más fascinantes de la historieta española. Ahí publiqué por entregas Los fabricantes de estrellas, dibujado por Roger, que lo dejó inconcluso porque no iba a cobrar las ocho o diez páginas que faltaban.

Nos cargamos el TBO, sí, pero no definitivamente. De eso se encargaron otros entre 1988 y 1998, año del cierre definitivo de tan gloriosa cabecera. Para entonces ya habíamos abandonado La casa de los enanitos, a la que a veces volvemos en nuestras conversaciones para recordar una de las etapas más divertidas, absurdas y melancólicas de nuestras respectivas existencias.