Una imagen de 'El tesoro del cisne negro', de Paco Roca / ASTIBERRI

Una imagen de 'El tesoro del cisne negro', de Paco Roca / ASTIBERRI

Artes

Paco Roca: razones para el optimismo

La nueva obra del popular dibujante, 'El tesoro del cisne negro', es un fuego de mentira que nos calienta de verdad

2 enero, 2019 00:00

Hay un lamento que suelen entonar los amantes nostálgicos del tebeo. La canción triste explica que el cómic ha ganado prestigio a costa de perder popularidad. Que desde la irrupción de la etiqueta novela gráfica, ese invento de Will Eisner para sacar al arte secuencial del subsuelo adolescente, los precios han subido tanto como las tiradas han bajado.

La tapa dura, como un primo de zumosol desbocado, se habría cargado a los cómics de grapa, esos tirillas. Los hipster gafotas habrían desplazado a los chavales del mundo del cómic mediante un golpetazo de sus patinetes eléctricos. Los quioscos cerrando sus persianas mientras los tebeos hacen su desembarco a las estanterías de los centros comerciales, de las librerías, de las editoriales literarias.  

En parte tienen razón. Pero mucho me temo que cualquier intento por volver a los tiempo arcádicos tendría el mismo éxito que el hachazo folk con el que se pretendió cercenar el paso a la electricidad de Bob Dylan. Es decir, ninguno. Los cómics de grapa, mal que nos pese, ya andaban en crisis mucho antes de que el fenómeno novela gráfica eclosionara. Probablemente, en la actualidad se estén escribiendo, dibujando y editando los mejores tebeos de toda la historia. La mayoría de chavales de barrio que leíamos tebeos nos hemos convertido, ay, en algo así como hipsters gafotas.

Convengo con el diagnóstico apocalíptico que el precio de los cómics premium en ocasiones puede resultar demasiado para algunos jóvenes –aunque luego me percato de que la mayoría llevan un móvil y unas bambas que valen el triple que las mías– por eso es tan importante presionar para que las bibliotecas decidan invertir sus recursos en buenos cómics o hacer todo lo posible para que los centros escolares empiecen a incluir novelas gráficas entre las lecturas recomendadas. 

Pese a todo, uno tiene la impresión de que el cómic va ganando territorio, visibilidad e influencia. Por ejemplo con la creación en el 2007 del Premio Nacional del Cómic, que este año ha recaído en Ana Penyas por su obra Estamos todas bien (Salamandra Graphic, 2018); o la puesta en marcha de la primera Cátedra de Estudios a cargo de Álvaro Pons, uno de los teóricos del cómic más importantes por estos pagos, en la Universitat de València así como el proyecto de un futuro museo consagrado a la conservación del género. 

Autorretrato de Paco RocaAl albur de estas buenas noticias, llega la publicación El tesoro del cisne negro (Astiberri, 2018), nuevo y flamante cómic de Paco Roca con guion del diplomático y escritor Guillermo Corral Van Damme. Si alguien que parece capaz de restañar la herida abierta que antes comentábamos, entre prestigio y popularidad, entre ventas multitudinarias y respeto crítico, este es sin duda el dibujante valenciano. 

Al albur de estas buenas noticias, llega la publicación

Un fenómeno cultural y social a la altura de los añorados tiempos de Bruguera. Sus obras son a la vez hipercomerciales y de alta calidad. Una suerte de Steven Spielberg de la viñeta de línea clara que no desdeña rescatar de la historia momentos de los cuales sentirnos reconocidos. Sus historias son un fuego de mentira que nos calienta de verdad. Sus tebeos, escribe el escritor Javier Pérez Andújar, nos dicen que no todo es vergonzoso en nuestras vidas, nos devuelven al país al que pertenecemos.

'Arrugas' de Paco Roca

La historia del tebeo español cambió cuando a Paco, todavía dedicado a la ilustración publicitaria, le hicieron borrar unos ancianos de un anuncio. Dada la rabia que sintió por la censura se le ocurrió urdir una obra protagonizada casi exclusivamente por personas mayores. Se llamo Arrugas, la publicó Astiberri en 2005 y el resto es historia.

La novela gráfica, dedicada a los estragos del Alzheimer, lleva más de 70.000 ejemplares vendidos y tuvo una versión cinematográfica. Los medios de comunicación empezaban a hablar de la novela gráfica como un fenómeno, animados también por las realidad social que retrataba, y Roca, junto al María y yo de Manel Gallardo, se convirtieron en los cabezas de cartel de la salida al gran escenario del cómic como producto cultural para adultos.

La obra de Roca es extensa. Por aquí preferimos los títulos El invierno del dibujante (Astiberri, 2011) donde se narra la salida de Bruguera de algunos de los dibujantes estrella de la editorial para tratar de montar una revista cooperativa en pleno franquismo y Los surcos del azar (Astiberri, 2013), que profundiza en la lucha de los republicanos españoles en la liberación de París durante la Segunda Guerra Mundial y se está convirtiendo en una obra de referencia para muchos institutos como lectura gozosamente obligatoria.

El tesoro del cisne negroEl tesoro del cisne negro, es otra obra redonda. Capaz de reunir lo mejor del cómic de línea clara y el histórico. En él se ficcionaliza la historia verdadera del litigio entre el gobierno español y la compañía estadounidense Odissey por el tesoro de la fragata Nuestra Señora de las Mercedes, hundida en el siglo XIX. 

Un thriller tan lleno de aventuras en el mar como la crónica del buen trabajo en los despachos. Nuestro Indiana Jones, no es otro que un trasunto del propio Corral, un joven diplomático, que al poco de llegar al Ministerio de Cultura se encuentra con un follón morrocotudo. Al estímulo del ministro, un personaje sospechosamente parecido a César Antonio de Molina, emprenden el intento de vuelta del contenido de ese pecio. Una empresa sin duda difícil. A medio camino entre el quijotismo y James Bond. 

Las viñetas que siguen están llenas de espías y barcos y aventuras y hasta algún romance. Con carga histórica y didáctica. Nada rasca. Todo fluye. La narración va como un tiro y el cómic se lee de una sentada. Los referentes espejean entre las páginas, Tintín, Corto Maltés, Costeau, Stevenson, pero nada enturbia la historia explicada. Su fantástico y sobrio final, sin espóiler, no escatima la inteligente crítica social. Como si, al decir del escritor Jorge Benítez, los tesoros buscaran su propio acomodo, eligieran un lugar al nivel de sus expectativas. Una puerta cerrada.