Una imagen de 'Woman go No Gree', el proyecto de la fotógrafa Gloria Oyarzabal (RM / Images Vevey)

Una imagen de 'Woman go No Gree', el proyecto de la fotógrafa Gloria Oyarzabal (RM / Images Vevey)

Artes

En busca de la mujer africana

Gloria Oyarzabal obtiene el Premio Aperture Paris Photo por ‘Woman Go No' Gree’, un trabajo sobre la identidad de la mujer antes y después de la colonización de África

24 febrero, 2021 00:10

Una privilegiada y empoderada mujer europea, culta y blanca mira a través del visor, y también fuera de él, la realidad de la mujer africana. Lo hace durante tres años en Bamako (Mali). Lo que ve le irrita y le escandaliza. ¿Cómo es posible que mujeres instaladas en un supuesto matriarcado no aspiren a lo que hemos conseguido las mujeres occidentales? La respuesta a esa pregunta, que socavó los cimientos del feminismo occidental de Gloria Oyarzabal (Londres, 1971; carrera de Bellas Artes en Madrid, donde también cofundó una sala de cine experimental e independiente) es fruto de un largo proceso de autocuestionamiento, indagación y búsqueda de una fotógrafa que en África comprende que los diagnósticos feministas occidentales no son universales y que, en pleno proceso de descolonización, la mujer africana puede buscar formas de empoderamiento en la tradición, esa palabra que como feminista europea le espanta porque le suena a “domesticación”. 

Desde la portada de Woman Go No´ Gree (RM / Images Vevey), que es una especie de impactante confesión impresa en verde sobre un escandaloso amarillo –una portada textual que abofetea el clásico reclamo visual de un típico fotolibro– Oyarzabal se sitúa a sí misma en el centro de sus dudas y su incertidumbre aireando la perplejidad de una artista que, descomponiendo la feminidad en África, se autocuestiona su mirada y se pregunta por la raíz del privilegio de sus ojos. “¿Qué me da ese privilegio? ¿El color de mi piel? ¿Mi estatus social? ¿Mi religión? ¿Mi edad?” Desde el vacío de esa resquebrajada, pero consciente, posición moral, en el estado líquido que sucede al desplomado edificio feminista que la sustentaba, Gloria Oyarzabal descubre que –quizá– esas mujeres africanas, a pesar de carecer de derechos muy tremendos, podían tener también “más voz que muchas de nosotras en nuestras sociedades occidentales”.

Una imagen de 'Woman go No Gree', el proyecto de la fotógrafa Gloria Oyarzabal (RM / Images Vevey)

Navegando esa crisis abierta originalmente, como un socavón en la tierra, por el latigazo afrobeat que le produce Lady, un temazo de Fela Kuti que, siendo él mismo un ídolo polígamo, canta la ambigüedad de su visión entre feminista y misógina, desplegando cortinas de equívocos en la imagen de la mujer y de la cultura africana que se ha construido a sí mismo el imaginario occidental. A partir de ahí, Oyarzabal pone bajo arresto su mirada, se replantea la figura del otro y lee textos como La invención de las mujeres. Una perspectiva africana sobre los discursos occidentales del género, de la nigeriana Oyèrónkẹ́ Oyěwùmí, que enseña cómo la idea de mujer en África fue alterada introduciendo nuevos cánones mediante la forma de colonización más sutil: la del pensamiento. O lee Hijas que son varones y esposos que son mujeres, de Ifi Amadiume, que da alas a la construcción de un equilibrio social desde la diferencia y no desde el imaginario de la igualdad, y que le descubre que antes de la colonización, en África el género no era determinante mientras sí lo eran la edad o el linaje. 

Todo eso, como si fuera una larga pregunta dejada en el aire, vibra en Woman Go No´ Gree, un trabajo visual escoltado por un texto abundante –solo en – firmado por esta artivista, que no es una fotógrafa documental, ni una etnógrafa, ni una antropóloga. Simplemente alguien que sabe que la colonización, que no fue únicamente geopolítica y económica, se hizo blandiendo una Biblia, una pistola… y una cámara fotográfica que a partir de mediados del siglo XIX transportó en sus placas los valores eurocentristas que alteraron el imaginario de África. “La fotografía fue un referente que justificaba la explotación y el expolio. Un espejo tremendo que describía los espacios jerárquicos –los blancos, de pie o sentados a más altura– y ellos, los africanos, una masa negra, desnudos y sentados en el suelo”. 

Una imagen de 'Woman go No Gree', el proyecto de la fotógrafa Gloria Oyarzabal (RM / Images Vevey)

Fueron las fotos las que sembraron allí la semilla de la educación victoriana. “Yo odio hablar de ellos y nosotros”, advierte Oyarzabal, “pero ellos se querían ver como nosotros en las fotos, jugando al tenis (ellos) o cosiendo (ellas)”. Todo ese imaginario fue consagrado en revistas –como una nigeriana que Gloria estudió durante una residencia artística en Lagos– o en las célebres colecciones de postales que también exportaron una imagen fuertemente sexualizada de la mujer africana. En 1989, según ha explica el comisario y especialista Joan Naranjo, durante una exposición de algunas de esas postales en los Países Bajos ya se advirtió una paradoja que no ha cesado hasta hoy: insistir en mostrar la imagen sexualizada de la mujer africana colonizada, más que ayudar a criticar ese hecho, puede correr el peligro de reafirmarlo. “Es cierto. Hay que tener mucho cuidado con cómo se presentan esos materiales. Si no se llevan a la hiperbolización, que es lo que he intentado hacer yo, o sea, a lo Martin Parr con lo histriónico y lo chillón, pues podemos seguir cayendo en lo mismo, sí”.

Lo hacen continuamente muchos fotógrafos –profesionales, pero sobre todo bandadas de aficionados organizados en auténticos safaris fotográficos– que viajan a África para perpetuar los clichés visuales del continente, sin cuestionarse desde que posición moral vuelven a España con sus tarjetas digitales cargadas de souvenirs colonialistas. “Cuando llegué a Bamako como viajera y turista, no me permití a mi misma seguir con esa actitud. Como yo no soy fotoperiodista ni del National Geographic, tardé meses en coger la cámara porque me costaba salir a la calle a reproducir mujeres bonitas vestidas con telas espectaculares o hacerme una foto rodeada de niños negros. ¿Quién no lo ha hecho? ¡Es tan fácil!”, cuenta Gloria.

Una imagen de 'Woman go No Gree', el proyecto de la fotógrafa Gloria Oyarzabal (RM / Images Vevey)

Lo que sí hizo Oyarzabal fue tirar del hilo, volverse hacia la Historia, bucear en archivos, profundizar en ese feminismo africano que, según explica, ya existía “antes de la colonización” en forma de sociedades donde las mujeres expresaban su sororidad en términos muy diferentes a las mujeres europeas sin llamarlo siquiera feminismo, y comenzar a levantar un trabajo fotográfico propio buscando la presencia de la mujer en espacios tan diferentes como los rituales chamánicos, los eventos artísticos o los retratos a modelos realizados en estudio en los que vemos a mujeres con el rostro velado, ocultado, interpelándonos sobre su verdadera identidad envuelta en vestidos que restallan un colorido hiperbólico. 

Esas imágenes se frotan, colisionan, con otras de archivo, a veces coloreadas o degradadas por la autora hasta que la imagen aparezca corroída, como extinguida, disuelta por el ataque de algún tipo de hongo o de bacteria que la lleve a delatar lo que la imagen tiene de dispositivo capaz de ser devorado o transcendido por el tiempo. Una multitud de textos contextualizan y cargan de sentido histórico un trabajo visual, tanto las fotografías como su puesta en página y el diseño gráfico del libro –del estudio Tres Tipos Gráficos– que el jurado del Premio Aperture Paris Photo al Mejor Libro del Año juzgó “inteligente, inventivo e incluso desestabilizador” y que contribuye al propósito de “reconstruir la idea de la mirada y del otro”. 

Una imagen de 'Woman go No Gree', el proyecto de la fotógrafa Gloria Oyarzabal (RM / Images Vevey)

Sin embargo, el lector/mirón puede dudar de la interpretación de un trabajo que visualmente no es afirmativo e incluso puede resultarle algo tremendamente sugestivo, excitante, pero también críptico en la medida en la que un fotolibro de artista contemporánea no ha de ser –como la poesía, por ejemplo– forzosamente legible: siempre tendrá una capa que permanezca en lo oscuro. “Ha habido lecturas del libro que no coinciden con la mía”, confiesa Oyarzabal. “Alguien me preguntó si les había enseñado a las chicas las fotos de estudio, por ejemplo. Y se las enseñé, sí: a ellas esas fotos no les decían nada.  Ha habido reacciones del tipo ‘aquí está otra vez una mujer blanca retratando África’, lo cual es cierto, pero también algo que no tiene arreglo. De hecho, le envié la maqueta del libro en pdf a Oyèrónkẹ́ Oyěwùmí, la escritora a la que yo leí –una supermilitante feminista que vive en Estados Unidos– y se quedó horrorizada o cabreada. Quizá le falta mucha más lectura de imágenes, no sé…”. 

En fotografía hay una corriente que sostiene que las imágenes, en sí mismas, son mudas, no hablan: lo que habla es su pie de foto. Oyarzabal cree en el discurso de las imágenes, pero confiesa que su “gran duda” consiste en no poder saber ya si su libro habría funcionado igual sin el apoyo de textos. “Quizá habría resultado críptico”, especula. En cualquier caso, es cierto, como ella dice, que sus imágenes excitan la curiosidad de un lector medio al que trabajos de este tipo le arrojan a los ojos una visión nueva de África en la que seguir profundizando.

Una imagen de 'Woman go No Gree', el proyecto de la fotógrafa Gloria Oyarzabal (RM / Images Vevey)Maneras de mirar la imagen. Si a Oyèrónkẹ́ Oyěwùmí le escandalizaron, y en un momento del lento proceso que acabó fraguando el libro, en el que una edición de Woman Go No´ Gree, aún no rematada, pasó en 2019 por el certamen de fotografía de Vevey (Suiza) –el libro final está editado por RM y Vevey Images–, la fotógrafa hindú Dayanita Singh, uno de los grandes nombres de la fotografía internacional, con raíces en el fotoperiodismo, acabó telefoneando a Oyarzabal para elogiar un trabajo que plantea más preguntas que respuestas. 

Maneras de mirar la imagen. Si a Oyèrónkẹ́ Oyěwùmí le escandalizaron, y en un momento del lento proceso que acabó fraguando el libro, en el que una edición de

Gloria Oyarzabal dice “no ser nadie” para responder a preguntas antropológicas como la que, a raíz del galardón, le formularon en una entrevista de una radio alemana. Querían saber su opinión sobre la mutilación genital femenina. “Me parece tremendo”, respondí, “pero que por tremendo que me parezca, el verdadero rechazo y la verdadera indignación debe venir de ellos y ellas en África. En realidad, no deberíamos hablar tanto de colonización, descolonización o neocolonización porque todos estos discursos no hacen más que reforzar el imaginario que hemos construido sobre África cuando allí hay muchos intelectuales que luchan y reaccionan a su realidad tratando de ser, al fin, autónomos e independientes”.