Imagen de Forensic Architecture expuesta en el festival Tentacular / MATADERO

Imagen de Forensic Architecture expuesta en el festival Tentacular / MATADERO

Artes

Tentacular y la arquitectura forense

El nuevo festival madrileño indaga en la tecnología y el mundo digital como herramientas para comprender las crisis sociales actuales

25 noviembre, 2018 00:00

Las obras de Naeem Mohaiemen exploran la identidad poscolonial, la inmigración y el exilio. Prodger trata -mediante iPhone y cámaras de vídeo antiguas-- las políticas de identidad. La obra cumbre de Luke Willis Thompson es el retrato en blanco y negro que convierte en una madonna contemporánea a Diamond Reynolds, la joven negra que filmó con su teléfono y subió a la red el homicidio policial de su novio en Minnesota.

Los tres, Mohaiemen, Prodger y Willis Thompson, finalistas para ganar el premio Turner, el más prestigioso de Gran Bretaña dedicado a las artes plásticas, que se concederá este mes de diciembre, tienen en común su dimensión crítica y claramente política; no son tiempos, parece ser, para los desgarros punkies del ego ni para el misterio de los cubos blancos, de las habitaciones vacías.

Pero el ganador será seguramente el colectivo Forensic Architecture, del que se pudo ver una exposición el año pasado en el MACBA bajo el título “Contrainvestigaciones”. Estos “arquitectos forenses” son los máximos exponentes de una forma ultracontemporánea, fluida, transgresora, extensiva y pluridisciplinar de acercarse al arte desde otros ámbitos. O al revés, de entender como “arte” realizaciones que antes se enmarcaban en otros ámbitos.

Una manera tentacular, de manera que tenía todo el sentido del mundo que Forensic Architecture inaugurase la primera temporada de Tentacular, el nuevo festival de Matadero Madrid, comisariado por Julia Kaganskiy, Bani Brusadin y José Luis de Vicente, que concluyó ayer y que se propone presentar “Tecnologías críticas y aventuras digitales”, o sea “reflexiones incómodas, proyectos creativos impredecibles e investigaciones no académicas para comprender las nuevas crisis de la sociedad interconectada”.

La así llamada arquitectura forense (FA) cumple con todos esos propósitos: “imprevisible”, “no académica” y desde luego “incómoda” para la autoridad, aplica los conocimientos y las posibilidades que ofrecen la arquitectura, la informática, la fotografía, el diseño tridimensional y cualquier otro soporte de datos, incluyendo el testimonio oral directo de los testigos, para cuestionar --y llegado el caso desmontar-- la versión oficial de acontecimientos, generalmente relacionados con un trauma criminal políticamente significativo. Recostruyen la escena del crimen, primero en forma de simulación virtual y después sobre el mismo territorio.

FA es un colectivo constituido por peritos en muchos campos distintos: arquitectos, periodistas, algún abogado, algún director de cine, científicos de varias especialidades, informáticos, especialistas en imágenes en movimiento, meteorólogos, analistas del viento, del sonido, etcétera ayudados de colaboradores espontáneos y de filtraciones de elementos de las mismas fuerzas del orden.

Uno de sus miembros fundadores, Eyal Weizman pronunció la conferencia inaugural de Tentacular, bajo el título de La prolongada duración de medio segundo. Se centró en una de las obras (o investigaciones) más conocidas de FA: en qué circunstancias exactas se produjo realmente la muerte de un maestro palestino durante el desalojo forzado de una población beduina, en una confusa acción nocturna en la que estaban presentes policías israelíes y activistas palestinos que defendían a los vecinos que se negaban a abandonar sus viviendas condenadas por el Estado israelí a la destrucción para levantar otro de sus asentamientos. Según la versión oficial, el profesor, lleno de ira, embistió en su todoterreno a los policías y éstos tuvieron que defenderse pegándole cuatro tiros.

FA nació, contaba Weizman, de la asunción de que cuando un Estado comete un crimen --sea deliberadamente o por error o abuso de poder-- y trata de ocultarlo o de disfrazarlo de otra cosa, lo primero que hace es controlar el escenario y la información acusadora que éste pueda revelar. El trabajo de los arquitectos forenses comienza procurando precisamente lo contrario: descubrir y reunir las inevitables fugas de información para componer, con todos los recursos técnicos a su alcance, un relato alternativo del acontecimiento. El relato que a partir de esas evidencias sea el único posible, el más verídico y exacto posible.

En el caso de la confusa muerte del profesor palestino, la hábil obtención de pistas de imagen y sonido, la medición del tiempo transcurrido entre los diferentes puntos por donde pasó el coche de la víctima, la exacta localización de los agentes de policía, el timing de cada uno de los cuatro disparos y el informe forense de la autopsia, entre otros elementos y tecnología sofisticada, desvelaron que el relato oficial era groseramente inexacto y que el supuesto terrorista era una víctima inocente de la precipitación policial, si no de un frío asesinato.

FA: una especie de Sherlock Holmes técnico y colectivo que, como el personaje de ficción, busca la verdad de un caso descartando todas las explicaciones manifiestamente falsas e imposibles. Da que pensar el hecho de que algunas de las investigaciones, o de las obras de FA que han aportado pruebas a los tribunales, se hayan financiado a partir de donativos y de encargos remunerados pero también de los beneficios que el colectivo obtuvo en alguna exposición: arquitectura, tecnología y “estética” --como anti “anestesia”-- que van del arte a la política y de la política al arte, o por lo menos al Turner.