La arquitecta Benedetta Tagliabue /  VICENS GIMÉNEZ

La arquitecta Benedetta Tagliabue / VICENS GIMÉNEZ

Artes

Benedetta Tagliabue: “Mirar al pasado te hace ser consciente de que no eres único”

La arquitecta italiana reflexiona sobre la sostenibilidad y los cambios en las ciudades y propone para Barcelona una movilidad donde la circulación no dependa sólo del coche

13 septiembre, 2021 00:10

Los edificios cambian las ciudades y, sin duda, uno de los edificios que en los últimos años ha transformado la fisonomía de Barcelona es el Mercat de Santa Catarina con su ondeante y colorido tejado. Fue obra de Enric Miralles y Benedetta Tagliabue, una de las arquitectas más reputadas de nuestro país, y que acaba de organizar una exposición dedicada a Miralles, fallecido hace veinte años, con quien firmó proyectos como el Parlamento de Edimburgo o el edificio de Gas Natural, inaugurados póstumamente. Responsable del Centro Kálida Sant Pau (Barcelona) y de la Torre Chinatrust (Taiwan), Tagliabue, nacida en Milán, ha ganado el concurso de la Century Square de Shanghai y otro para construir en Alemania un museo sobre el ecosistema de los bosques alemanes. 

–Nació en Milán, estudió en Nueva York y trabaja en Barcelona. Ha vivido en tres de las grandes capitales del diseño del siglo XX. Ahora acaba de abrir una oficina en China. ¿Se ha trasladado el eje del diseño y de la arquitectura a Oriente?

–La arquitectura se mueve rápidamente, dependiendo del crecimiento y de las ganas de renovar el patrimonio construido. Durante mis treinta o cuarenta años de carrera profesional he visto muchos movimientos. Por ejemplo, cuando estudiaba e, incluso, cuando vine a vivir aquí de joven, Barcelona estaba en un momento mágico de gran renovación y de mucha ilusión. Tras años estancada, con las Olimpiadas se creyó en la posibilidad de renovarla y los profesionales se unieron en esta ilusión compartida que dio frutos estupendos. Pero las cosas cambian rápidamente. Después de Barcelona fue Holanda quien tomó el relevo, experimentando con modelos de vivienda contemporáneos.

Citabas Nueva York: siempre ha sido una ciudad de referencia, aunque ha tenido –como todas– sus momentos de efervescencia y de estancamiento. Por lo que se refiere a China, durante muchos años ha sido un mundo aparte. Lo que sucede es que  a partir de 2002, año en el que formé parte del jurado olímpico, se comenzó a ver una China que quería que el mundo la mirase. A partir de entonces, todo cambió. Tras los Juegos Olímpicos vino la Expo de Shanghái, donde nosotros tuvimos la suerte de hacer el Pabellón de España y, paso a paso, la gran potencia China, que hasta entonces resultaba desconocida, se fue convirtiendo en foco de interés. Me siento muy afortunada por haber podido vivir la apertura de China hacia Occidente y viceversa desde el inicio. Ahora están en momento interesantísimo: ya no solo quieren abrirse al mundo, sino que quieren ser punteros.

–¿En qué sentido?

–China quiere ofrecer la arquitectura más futurista, más tecnológica, más ecológica.  Está en competición continua con otros países. Y a nosotros, los arquitectos, nos ofrece muchísimas posibilidades. 

–La llamada Escuela de Barcelona se caracterizó, quizás por la efervescencia post dictadura, por la experimentación, la innovación y la ruptura. ¿Cuánto quedaba de todo esto en la Barcelona en la que usted comenzó a trabajar? 

–En mi opinión, la voluntad de innovar depende mucho del tipo de profesional que cada uno es. Es cierto que somos muchos los arquitectos que entendemos nuestro trabajo como experimentación y tratamos de dar lo máximo y lo mejor. Creo que en Barcelona esta actitud ha tenido su mejor reflejo, en cuanto a que el trabajo de arquitectos y urbanistas ha sido de alta calidad, sobre todo, en los años de las Olimpiadas, años de gran vitalidad para la arquitectura de Barcelona. 

BT VicensGimenez (3)

–¿Es esencial para esta colaboración entre arquitectos y urbanistas?

–Lo bonito de la profesión de arquitecto –en España y en Italia– es que no existe una separación neta entre las especialidades de arquitectura, paisajismo o urbanismo, Tradicionalmente, en España los arquitectos siempre han hecho de todo. Piensa en Oriol Bohigas: fue el responsable de planificar gran parte de la Barcelona olímpica y lo hizo desde su estudio de arquitectura. En aquellos años, también en otras ocasiones, la unión de arquitectura y urbanismo se dio de forma natural, puesto que no había división entre profesionales. Todos estaban implicados en la transformación de la ciudad. En Italia, hablando del trabajo de los arquitectos, se solía decir: Dal cucchiaio alla cittá (De la cuchara a la ciudad). Es un lema que me gusta mucho: resume esta actitud de la que hablábamos y define al arquitecto como aquel que es capaz de hacer todo lo vinculado con el habitar; desde un pequeño detalle doméstico hasta pensar la ciudad y diseñarla. Esta visión tan amplia de la arquitectura me parece interesante en cuanto no te encierra en una única parcela. Esto, sin embargo, no quita que, a la hora de trabajar un proyecto  colaboremos con especialistas de otros ámbitos.

–Usted trabaja con antropólogos porque le importa el entorno donde trabaja.

–Efectivamente. La arquitectura puede ser interpretada y pensada desde muchísimos puntos de vista. Es un arte que tiene como finalidad el ser humano. De ahí que de una creación arquitectónica se pueda hacer una lectura antropológica, psicológica o médica. Es importante ser consciente de esto y que el arquitecto sea capaz de englobar en cada uno de sus trabajos la mirada y los conocimientos de muchos especialistas. Por lo que se refiere al entorno, para nosotros siempre ha tenido una gran relevancia el lugar donde se emplazan los proyectos, lo que lo rodea, la manera en que es habitado, la cultura que lo impregna.

2021 CHIESA SAN GIACOMO by Paolo Fassoli 001

Iglesia de San Giacomo / PAOLO FASSOLI

–He leído que usted trabaja mucho con maquetas y que es una gran defensora de la manualidad. ¿Mejor las manos que las pantallas a la hora de proyectar?

–Hemos mantenido ese trabajo manual que hasta hace veinte o treinta años definía la profesión de arquitecto. Antes los estudios de arquitectura eran como sastrerías: cada uno tenía su lápiz, su escuadra y su cartabón para confeccionar los dibujos que, una vez finalizados, daban la información necesaria para el proyecto. Ahora vivimos en otro mundo: existen mil maneras de trasladar los datos gracias a lo digital y ya no es tan necesario el dibujo manual. Sin embargo, para mí la mano es una herramienta fantástica que permite pasar de una idea abstracta a lo concreto. Para un arquitecto es fundamental conseguir plasmar las ideas en dibujos o bocetos que se parezcan más o menos al proyecto final. La arquitectura es algo físico, como lo es también el dibujo o la maqueta. Sin embargo, no lo son las pantallas. Y para crear algo físico no hay nada mejor que las manos porque a través de ellas convertimos lo abstracto en concreto. Por eso en nuestro estudio mantenemos el trabajo manual, que siempre tiene algo de intuitivo, a través de maquetas, dibujos y collages.

–¿El uso de las manos es la razón por la que usa nuevos materiales o recurrió a la táctica artesanal del trenzado para el Pabellón de España en Shanghái? 

–Fue una de las primeras veces que trabajamos a China, un país entonces muy desconocido para nosotros. Queríamos encontrar un lenguaje común que nos permitiera entendernos a pesar de no conocer el idioma. Pensamos que para encontrar este lenguaje común debíamos retrotraernos en el tiempo y buscarlo en el arte manual, en la artesanía, en la inteligencia de la construcción manual. Y fue así como descubrimos que el arte del trenzado en España era casi idéntico al que existía en China. Su uso en el Pabellón ha permitido la comunicación entre ambas culturas. Al visitante aquel trenzado no le resultaba ajeno. Le transmitía algo. 

Mercado de Santa Caterina / ESTUDIO MIRALLES-TAGLIABUE

Mercado de Santa Caterina / ESTUDIO MIRALLES-TAGLIABUE

–En el Pabellón de Shanghái usaron materiales naturales. ¿Hay detrás de esta elección un compromiso ecológico?

–Estamos cada vez más comprometidos con la cuestión ecológica. Es cierto que esta preocupación siempre ha estado presente en nuestro trabajo, pero no de una forma consciente. Para hacer un buen edificio tiene que ser sostenible sí o sí. Ahora esta preocupación está a la hora de elegir materiales para los proyectos. Nos preocupamos por saber si son respetuosos con el medio ambiente. Gracias a este interés nos hemos dado cuenta de que la madera es un material muy sostenible. Aparte de ser bonito, cálido y acogedor, su uso no implica la destrucción de parte del planeta. Desde que empiezas a trabajar en el proyecto hasta su finalización, la cantidad de madera utilizada ya ha sido repoblada. Por eso, para conseguir que el proceso de construcción esté en armonía con el entorno hemos trabajado mucho con madera y sus sucedáneos, como el mimbre. En la arquitectura el interés por los materiales respetuosos con el medio ambiente debe ir de la mano con la experimentación y la tecnología, que permite dar vida a conceptos hasta hora impensables. 

–Hablando de sostenibilidad; otra de sus obras es el Parlamento de Edimburgo. Si no me equivoco, debería durar 240 años.

–Sí, tiene que durar al menos 200 años. Esto es inusual. Quizás, en el pasado, se pedía que los edificios duraran centenares de años, pero ahora la durabilidad ya no es un requisito. Fue con ocasión del Parlamento de Edimburgo cuando nos pidieron por primera vez que el edificio durase un mínimo de dos siglos. Esta exigencia obligabó a que la calidad objetiva del edificio fuera altísima. La estructura, las paredes, los vidrios…Todo tenía que ser sólido, pero a la vez queríamos que el edificio fuera muy cuidado, bello y sostenible. Utilizamos mucha madera y mucho verde. Y así conseguimos integrarlo en la ciudad antigua. 

–¿Esta voluntad ecológica tiene su reflejo en el fomento de la rehabilitación?

–Yo creo mucho en la rehabilitación y en volver a dar uso a estructuras de otras épocas en las que, a diferencia de la nuestra, se construían edificios llamados a durar siglos. Te hablo desde la ciudad vieja de Barcelona, desde un edificio que tendrá más de mil años. Evidentemente, se le han hecho muchos apaños, pero sigue siendo el mismo. La rehabilitación da muchas satisfacciones te conecta con otras generaciones. Es una manera de no sentirse solo y entender que pertenecemos a una historia. Mirar al pasado y ver lo que otras personas han hecho antes que tú te hace ser consciente de que no eres único. Eres heredero de los que te precedieron, de los que puedes aprender mucho. 

Century Square Daylight view 01

Century Square / ESTUDIO MIRALLES-TAGLIABUE

–Usted ha definido la curva como un elemento femenino. Quería preguntarle si existe mayor conciencia feminista en la arquitectura de hoy en día. 

–Uno de los mayores expertos en arquitectura textil ha sido Gottfried Semper y, cuando sostiene que la primera construcción fue una cabaña trenzada una se pregunta: ¿quiénes fueron siempre las maestras del trenzado? Las mujeres. Y es entonces cuando te das cuenta de que en el origen de la arquitectura está la mujer. No está mal ser consciente de este hecho. Creo que la arquitectura de hoy es muy femenina, aunque esté hecha por hombres,. Vivimos en un momento en el que es necesario adaptarnos, conectarnos y aceptarnos unos a otros. Todas estas son cualidades femeninas que están penetrando cada vez más en una arquitectura que se vuelve cada vez más orgánica. Las arquitectas estamos en un momento relativamente bueno, pero los hombres arquitectos tienen que comenzar a concebir el mundo desde una perspectiva nueva, más próxima a la mujer. 

–¿Hace falta que las arquitectas se les dé el mismo reconocimiento?

–Existe una inercia en la sociedad que hace que sea bastante difícil cambiar las cosas. Lleva su tiempo, pero las cosas empiezan a cambiar. Tengo muchas colegas arquitectas con su propio estudio que hacen sus proyectos con valentía. Son mujeres propositivas, que se atreven y cuya voz se hace escuchar. Esto era impensable hace cincuenta años. Pero falta mucho por hacer. 

–¿Cómo afecta la crisis a los nuevos arquitectos? ¿Se han cerrado puertas?

–La crisis ha afectado muchísimo. Ten en cuenta que la profesión de arquitecto siempre ha sido difícil porque necesita que la sociedad confíe en ti a la hora de crear. Las posibilidades son cada vez más limitadas. Es una profesión maravillosa, pero difícil. Ahora mismo abrir paso y tener un estudio no es fácil. Quizás estemos viviendo un momento en el que es necesario repensar la profesión. Y no solo la de los arquitectos. Ya no se trata de producir, producir y producir. Los cambios no se dan de un día para otro, aunque pienso que las nuevas generaciones de arquitectos ya se plantean la profesión de manera muy distinta a hace treinta o cuarenta años. No hay que olvidar que, muchas veces, la dificultad amplia la creatividad.

ESTUDIO MIRALLES-TAGLIABUE

ESTUDIO MIRALLES-TAGLIABUE

–¿Hay que ir a buscar los proyectos fuera?

–Esto es seguro. Si yo comparo la situación actual con la locura de los años ochenta… Por entonces, había que construir un país. Ahora el país está hecho. Faltan cosas, pero no tantas como hace cuatro décadas. Todo esto conlleva que los proyectos sean menores, los ritmos sean otros y las maneras de hacer sean distintas. Las nuevas generaciones de arquitectos están pensando en trabajos sutiles, más creativos y conceptuales. No piensan tanto en proyectos concretos, sino en conceptos de base más abstractos. La Bienal de Arquitectura de este año es ilustrativa. Gira más alrededor de la investigación que a la producción. 

–Entiendo que este cambio de tendencia es general.

–Sí, este cambio se está produciendo en todo el mundo, solo que con ritmos distintos. En China todavía están construyendo mucho, desde nuevas ciudades a edificios. Tienen mucho que hacer, en buena medida porque son muchos. Cuando les proponemos algo  tenemos que ser más concretos que cuando trabajamos, por ejemplo, en Alemania, donde hemos ganado un concurso para un museo que explique el ecosistema agrícola y natural de los bosques alemanes. En un país como Alemania predomina el concepto, mientras que en China vamos a lo concreto: construir en un valle un lugar de veraneo o pensar una nueva ciudad símbolo de la tecnología al Sur de Beijing para que no se transforme en una ciudad gobernable. 

–¿Qué me dice de la iniciativa privada?

–No veo mucha iniciativa privada, pero tampoco sé muy bien qué decirte. Sí recuerdo una época en los que todo el mundo construía. De repente, llegó 2007 y 2008 y todos los proyectos se quedaron parados. Imagino que es cuestión de ciclos: hay periodos de crecimiento y otros de reflexión o de manutención. 

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–Ya sé que Barcelona ya está hecha, pero ¿qué cree que queda construir?

–Barcelona es una ciudad muy bonita, pero creo que se podrían mejorar cosas en temas de tráfico. Se podría facilitar más el uso de la bicicleta sin excluir los coches. Pienso en un sistema mixto. No se trata tampoco de que todos vayamos en bicicleta. Se trata de fomentar la circulación, los medios de transportes eléctricos. De lo que se trata es de hacer de Barcelona una ciudad más sostenible, más ecológica, más verde y más paseable. La suerte es que Barcelona es una ciudad mediana.

–¿Los problemas aparecen cuando las ciudades crecen demasiado?

–La nueva ciudad al Sur de Beijing responde precisamente a la pregunta sobre la viabilidad de ciudades muy grandes. ¿Es sostenible una urbe de cuarenta millones de habitantes? ¿Y de treinta millones? El tema es no dejar crecer una ciudad hasta que sea ingobernable, sino construir más pequeñas y medianas ciudades con buenas conexiones entre ellas. La tendencia humana de agregarse en ciudades es innegable. Lo que hay que hacer es mejorar este sistema urbano y, como te decía, para mejorarlo hay que fomentar la conexión entre los diferentes centros.