Alicia Asín, consejera delegada de Libelium / LIBELIUM

Alicia Asín, consejera delegada de Libelium / LIBELIUM

Artes

Alicia Asín (Libelium): "Las 'smart cities' son más sencillas de aplicar en un entorno rural"

La fundadora de la multinacional tecnológica confía en que la pandemia del Covid vuelva irreversible la implementación del Internet de las Cosas

18 enero, 2021 00:00

El nombre de Alicia Asín (Zaragoza, 1982) es sinónimo de smart city. La fundadora y consejera delegada de Libelium dirige una multinacional que encabeza el mercado de los sensores inalámbricos aplicados al Internet de las Cosas. Las aplicaciones de esta tecnología son innumerables: desde registrar la ocupación en las plazas de aparcamiento de una gran ciudad, hasta controlar las condiciones ambientales de un sembradío en un país en vías de desarrollo. El potencial de los datos para optimizar la gestión de los asuntos públicos también se lidera desde España.

--Pregunta: Empecemos por lo básico, ¿qué es una smart city?

--Respuesta: Una smart city que siente y detecta todos los problemas que puede tener y es capaz de reaccionar en tiempo real para corregirlos. Desde desactivar los aspersores de riego porque está lloviendo o redigir el tráfico hacia zonas donde no haya tanto.

--¿Estos proyectos están pensados para grandes ciudades o también pueden funcionar en entornos más rurales?

--El concepto es aplicable a ciudades de cualquier tamaño. De hecho, me atrevería a decir que es más sencillo aplicarlo en un entorno rural. En ciudades con menos tamaño los beneficios no están tanto en evitar un atasco, sino en ser capaces de detectar si hay que evacuar una zona porque está en peligro de ser inundada por el desbordamiento de un río o ayudar a mejorar la competitividad de los negocios locales del sector primario.

 

 

Entrevista con Alicia Asín, fundadora y consejera delegada de Libelium / CRÓNICA GLOBAL

--¿Son proyectos muy costosos? Parecería que existe una financiación intensiva como barrera de entrada en estas iniciativas.

--Sobre todo lo que cueste es saber lo que quiere hacer cada ciudad. Hablamos de repensar totalmente el modelo de ciudad y, en muchas ocasiones, esto no es tan evidente como nos gustaría. Es evidente que hay un coste, pero no debería ser la principal barrera, sino saber qué requisitos poner en los pliegos de los concursos que se licitan y qué tipo de características tenemos que demandar para que los proyectos sean escalables.

--¿En España las Administraciones son receptivas o conservadoras?

--Tenemos un poco de todo. Diría que depende de quién está detrás del proyecto. Si la propia ciudad tiene un CIO [siglas en inglés de responsable de sistemas de tecnología], eso ayuda bastante. Hay ciudades como Barcelona, Madrid y Málaga donde durante mucho tiempo el proyecto de smart city ha sido el estandarte de la ciudad. Y luego hay otras ciudades que no suenan tanto pero se han encargado de implementar proyectos de optimización de riego o de aparcamiento que también están resultando exitosos. El principal miedo está en ser capaces de transmitir a la ciudadanía todas las ventajas de este coste.

--Te lo preguntaba porque Libelium exporta el 90% de sensores que fabrica. No sé si se trata de una apuesta por la internacionalización o una consecuencia de las cortapisas que todavía existen en España.

--Libelium no solo se dedica a las smart cities. Un 50% viene de aquí, pero otro 50% viene de la parte privada. En España vemos mucho más interés por el Internet de las Cosas en las Administraciones públicas que en la agricultura, la gestión del agua o la industria. El Internet de las Cosas está increíblemente fragmentado y nos encontramos con situaciones variopintas. En Australia y Nueva Zelanda, el año pasado se han realizado proyectos de agricultura de precisión y de automatización de piscifactorias. Pero hay otros países donde la inversión llega por proyectos de calidad del aire o de gestión de los aparcamientos, como en el caso de Centroeuropa.

--Un miedo de los ciudadanos: la hiperconectividad pone en riesgo los datos personales. ¿Qué les dirías para desvanecer esta preocupación?

--Me parece muy bien que tengan eso en la cabeza. El primer paso es estar preocupado y ponerle una solución. La ciudadanía debe estar educada, y para ello los proveedores de servicios tecnológicos debemos explicar de forma muy sencilla qué tipo de datos estamos recopilando y para qué. Apple ha lanzado una etiqueta indicando qué tipo de datos se recopilan, si se venden a terceros, si se comparten... En todos los dispositivos de los que nos rodeamos, deberíamos tener un estándar de este estilo. En el caso de Libelium, nunca registramos datos personales. Además, el procesado de la información es local y se borra automáticamente.

--En un artículo reciente, reconocías que hay muchos proyectos de Internet de las Cosas que no pasan de pruebas de concepto. ¿Cómo ha logrado Libelium superera esta fase inicial y consolidarse en el sector?

--El secreto de Libelium ha sido entender que el mercado del Internet de las Cosas está altamente fragmentado, tanto a nivel geográfico como de aplicaciones. Por eso siempre hemos tenido una aproximación horizontal y esto nos ha vuelto atractivos en más de 100 países. Este mercado es un puzzle con un montón de piezas, cada una de ellas con su propia complejidad. Ninguna empresa es capaz de ofrecerle todo al cliente, pero el cliente necesita tener a un único interlocutor.

--¿Cómo se forman los equipos que van a procesar todos estos datos y cómo deben cambiar las organizaciones para asumir este reto?

--Es una pregunta clave. El primer requisito es tener más perfiles con background tecnológico. Es un drama que haya muy pocas mujeres en carreras técnicas, pero tambiés es un drama absoluto que haya muy pocas personas en general en estas carreras. No es una cuestión de género. Toda la formación en inteligencia artificial y analítica de datos es lo que va a permitir cerrar ese ciclo de la aplicación. El Internet de las Cosas ofrece nuevas herramientas, pero no soluciona per se los problemas de un negocio. Si no hay un cambio de procesos en la empresa para empezar a trabajar de otra manera, no sirve de nada que ofrezcas una herramienta nueva. Y es cierto que muchas veces hay resistencia al cambio.

 

 

Entrevista con Alicia Asín, fundadora y consejera delegada de Libelium / CRÓNICA GLOBAL

--¿Qué soluciones ofrece el Internet de las Cosas para sobrellevar la crisis sanitaria provocado por el Covid-10?

--Lo primero que debemos pedirle a las ciudades es que sean seguras. Han aparecido soluciones como los escáneres de temperatura, que realizan exámenes sencillos sin tomar datos personales. Libelium ha aplicado esta tecnología en algunas fábricas de automoción en Estados Unidos. También hay aplicaciones que nos ayudan a gestionar el distanciamiento social y respetar el aforo, así como las aplicaciones clásicas de Internet de las Cosas en los ámbitos medioambientales y de mejora de la competitividad. Por ejemplo, el mayor uso del vehículo privado en detrimento del transporte público incrementa los problemas de movilidad y que, por tanto, se incrementen las emisiones de CO2 en la atmosfera. Si se dispone de apliaciones de aparcamiento inteligente, antes de salir de casa se pueden tomar mejores decisiones.

--¿Y estos cambios provocados por la pandemia han llegado para quedarse?

--Creo que sí. Aún vamos a estar un año y medio con esta situación de teletrabajo. Cuestiones como los mantenimientos preventivos se pueden hacer en remoto. El control del nivel de pienso en un silo o de llenado en un tanque de gasoil se puede realizar mediante sensores. Hay muchos cambios que han llegado para quedarse y de las cuales vamos a ir tirando para implantar más soluciones.

--En una reciente intervención en la asamblea de la CEOE, pediste una equiparación de condiciones entre todos los competidores que trabajan en este segmento. Supongo que pensando en los competidores asiáticos. ¿Cómo podría lograrse que todos los actores jugasen en la misma liga?

--En el mercado de los dispositivos sensoriales en concreto, y en el tecnológico en general, Asia viene con unas competiciones de precio salvajes. A veces uno se limita a pensar en las restricciones de calidad como los marcados CE o las pruebas de compatibilidad electromagnética. No estoy por la labor de reducir ninguno de esos trámites, pero sí quiero un control exhaustivo para que todos los dispositivos cumplan las mismas regulaciones. Pero luego está la comparación de los esquemas legales, fiscales y laborales entre diferentes países. Esos esquemas son asimétricos. No soy partidaria del proteccionismo, pero si creemos en nuestro modelo de sociedad debemos ser consecuentes y aceptar los bienes resultado de esos modelos.

--¿Pero se trataría de llevar a cabo una política industrial de prioridad nacional?

--En España, muchas empresas innovadoras han recibido fondos públicos. Pero creo que la fórmula también está en la compra pública innovadora, no en un modelo eterno de innovación permanente para acceder a esas subvenciones. Llega un momento en que los productos no necesitan más innovación, sino proyectos de calado para poder escalar y pasar a una siguiente fase industrial.