
El dibujante y editor de historietas Tomeu Seguí
Mis queridos socios: 5/ Bartolomé Seguí
Un repaso a la carrera del dibujante, ilustrador y editor de historietas mallorquín Tomeu Seguí, un maestro a la hora de mezclar humor y realismo, que publicó en míticas revistas como 'Madriz' y 'El Víbora'
A finales del siglo XX andaba yo con el guion de un álbum titulado El sueño de México, una agridulce historia de amistades recobradas y las desgracias que de ellas pueden derivarse (en forma de 'road movie' dibujada que transcurría entre Barcelona y Menorca), y buscando un artista que lo plasmara en viñetas. Me parecía que era un proyecto muy adecuado para mi amigo Bartolomé Seguí Nicolau (Palma de Mallorca, 1962, más conocido como Tomeu Seguí), así que se lo ofrecí, aunque sabía que estaba bastante liado de trabajo. Le gustó, pero, efectivamente, no andaba muy sobrado de tiempo: entre otras cosas, se encargaba de Rifi Rafe, el suplemento infantil del periódico balear Última Hora. Con lo cual no obtuve ni un sí ni un no, sino todo lo contrario: se ofreció a dibujarlo, pero a su ritmo, sin poderme avanzar una fecha aproximada de su finalización. Podría haberme lanzado en busca de otro dibujante, pero se me había metido en la cabeza que de El sueño de México se encargara Tomeu, no en vano me parecía un ilustrador excelente y lo consideraba un contertulio sensacional. Así pues, dejé el proyecto en sus manos y recé para que lo terminara cuando pudiera.
Y Tomeu lo terminó cuando pudo. Pasaron años y, lo confieso, hubo momentos en los que temí que sus obligaciones laborales acabaran imponiéndose a sus buenas intenciones, pero acabé descubriendo que nuestro hombre es de una fiabilidad germánica y cuando dice que hará algo, lo hace. Un buen día me informó de que el álbum estaba acabado y se publicó en el año 2004, siendo traducido al francés poco después por una editorial suiza (el libro se vendió más en el mercado francófono que en el español, por cierto, aunque también es verdad que cualquier cómic se vende más en Francia, Bélgica y Suiza que en nuestro querido país: que se lo digan al pobre Navarro cuando editaba álbumes de Glénat cuyas ventas nunca llegaban ni a la décima parte de lo que se había despachado en Francia).
Muchos años después, le iría con otro proyecto a Tomeu, pero esta vez la cosa no pudo ser, ni con la inevitable demora, pues el hombre ya había entrado en el proceso de fabricación permanente de historietas largas y no tenía tiempo para mí (o el proyecto no le acabó de interesar, lo que también podría ser y es absolutamente respetable).

Una de las portadas de El Sueño de México
Tomeu se estrenó en la historieta en la revista Metropol (1983), de vida muy breve. Luego pasó por Madriz y El Víbora (donde publicó las aventuras del detective Simón Feijóo, iniciadas en Metropol, entre otras cosas). Me gustaba de él esa habilidad, tan a lo Marcel Tillieux, de cultivar un dibujo a medio camino entre el humor y el realismo (que últimamente, por los proyectos que emprende, ha derivado más decididamente hacia el realismo), un estilo que, por cierto, resultó perfecto para El sueño de México. Constante y supertrabajador, Tomeu superó una época en la que parecía que las cosas no acababan de salirle del todo bien y acabó embarcado en historias que lo acabaron de convertir definitivamente en un profesional absolutamente fiable y, lo que es más importante, con corazoncito.
Pienso en sus varias colaboraciones con el guionista Felipe Hernández Cava, otrora miembro fundador de El Cubri, entre las que destacaría Las serpientes negras (2009), que ganaría el Premio Nacional de Cómic que concede el ministerio de Cultura. O en los dos álbumes de Historias del barrio (2011), guionizadas por Gabi Beltrán en un tono claramente autobiográfico (por cierto, Gabi, creo que estás volviendo a dibujar: ¡no sabes cómo te lo agradezco, pese a tu indudable talento como escritor!). O en las adaptaciones de las novelas de Manuel Vázquez Montalbán protagonizadas por el detective tripero Pepe Carvalho (guiones de Hernán Migoya, tres hasta el momento, futuro pendiente de las ventas en Francia, según me comentó el propio Migoya hace un tiempo, cuando me lo crucé en el Salón del Cómic de Barcelona y aún no se había exiliado al Perú).
Dentro del tono autobiográfico, no puedo dejar de citar Boomers (2023), escrita y dibujada por Tomeu y una de las obras más sinceras y personales de todo lo que se ha publicado en España durante los últimos años. Como diría Leni Riefehnstal (con perdón), lo de Seguí es un claro ejemplo del triunfo de la voluntad. Con un ritmo de hormiguita a lo Max, el hombre lleva ya tiempo fabricando álbum tras álbum, mejorando su dibujo libro a libro y construyendo una obra sólida entre la que figura El sueño de México, algo que me llena de orgullo y por lo que siempre le estaré agradecido, pues la más elemental prudencia, dado su ritmo de trabajo de la época, aconsejaba rechazar mi oferta para poder dedicarse a sus cosas.
Le vi en acción hace años, cuando lo visité en su casa de Santa María (lugar de nacimiento del cantante Lorenzo Santamaría, actualmente en proceso de jubilación y un tipo muy simpático, por lo que recuerdo de las copas que nos habíamos tomado en la Barcelona nocturna allá por el pleistoceno, a quien se conoce en el pueblo por el entrañable alias de En Llorenç de Can Merda, aunque nunca averigüé el motivo del seudónimo de su hogar familiar) y me encontré con un hombre tranquilo y ordenado que dibujaba un montón de horas al día y parecía tratar a las viñetas como el albañil a los ladrillos, apilándolas convenientemente hasta que el edificio dibujado se aguantaba perfectamente.
Tomeu Seguí. Un gran dibujante. Y un gran chico.