
Roger Subirachs, historietista
Mis queridos socios: 4/Roger
Con el dibujante Roger Subirachs i Burgaya casi hicimos un álbum a medias, 'Los fabricantes de estrellas', una fantasía rockera muy influida por la película de Brian De Palma 'El fantasma del Paraíso'
¿Puedes cruzarte con alguien durante años y hasta llegar a trabajar con él, pero sin tener la sensación de que realmente lo conoces? Basándome en mi experiencia personal, yo diría que sí.
Me ha pasado con unas cuantas personas, que nunca me caían mal (y a ratos hasta me caían bien), pero a las que veía como enigmas humanos. Me los podía cruzar durante años y cada encuentro era como si fuese el primero. Una de esas personas fue el dibujante Roger Subirachs i Burgaya, que firmaba Roger a secas (Barcelona, 1956 – San Clemente de Llobregat, 2017) y con el que casi hicimos un álbum a medias, Los fabricantes de estrellas, una fantasía rockera muy influida por la película de Brian De Palma El fantasma del Paraíso (que a su vez se inspiraba en la novela de Gaston Leroux El fantasma de la Ópera).
El álbum se publicó por entregas en el TBO que dirigió Joan Navarro durante unas pocas semanas de 1985, hasta que la editorial que lo publicaba, Bruguera, se hundió estrepitosamente. No es que nos hubiésemos lucido especialmente con nuestro tratamiento del TBO, pues habíamos conseguido perder al público de toda la vida sin ganar uno nuevo, pero sí conseguimos editar una de las mayores rarezas (con un punto suicida) de toda la historia del comic español. La revista chapó cuando a Roger le faltaban cinco o seis páginas por dibujar de nuestra historia. Navarro y yo (¡santa inocencia!) dimos por sentado que Roger las dibujaría gratis (la publicación en la revista se remuneraba a tanto por página, y creo recordar que era una suma bastante decente) por verla publicada en álbum (promesa de Navarro) y, sobre todo, por el prurito de no dejar las cosas sin terminar. Nos equivocamos.

Una de las historias de Roger Subirachs Burgaya
Al faltar el estipendio semanal procedente del TBO, Roger pasó de acabar Los fabricantes de estrellas porque, según nos dijo, “No me sale a cuenta”. Yo le supliqué todo lo suplicable. Navarro le consiguió trabajo en una productora cinematográfica a cambio de que terminara el libro (pilló el trabajo, pero nunca acabó el álbum). Cabe la posibilidad de que mi historia nunca le hubiese interesado y se hubiera puesto a dibujarla solo por dinero, pero esa posibilidad me deprimía y, al mismo tiempo, no podía descartarla del todo. A fin de cuentas, ¿de qué conocía yo a Roger?
Pionero del underground barcelonés, nuestro hombre empezó formando parte del colectivo El Rollo Enmascarado. Su dibujo siempre tuvo un punto acartonado (como el de las esculturas de su padre, el Subirachs que nos dejó la Sagrada Familia hecha un cromo), pero ese acartonamiento puede que hiciera juego con su carácter personal.
Roger no era un prodigio de simpatía ni estaba sobrado de humor, pero tampoco era un sujeto desagradable. Me consta que tenía amigos de verdad, pero me temo que yo no servía para serlo.
Nos cruzamos durante años por El Víbora y Cairo (donde Montesol le escribió una vibrante historia de aventuras titulada Destino gris), pero no recuerdo haber mantenido nunca con él lo que viene siendo una conversación humana. Cuando se murió, antes de tiempo, a los 61 años y me preguntaban qué tal era, nunca sabía muy bien qué decir, aparte de que me parecía un dibujante con talento.
Igual hice algo mal en mi relación con él. Quizás era un tipo básicamente tímido que no encajaba del todo bien mi natural expansivo y mi tendencia al desparrame humorístico. Igual me consideraba un majadero, pero tenía la delicadeza de no decírmelo. O quizás, simplemente, nunca dedicó mucho tiempo a decidir lo que pensaba de mí. Tal vez solo era un profesional que no trabajaba gratis y que prefería dejar sin acabar una obra a cuatro páginas de su final que verse obligado a dibujar por la cara. Tal vez fue un error dar por supuesto que le tendría el mismo cariño que yo a la historia que estábamos levantando juntos.
Tal vez le estaba pidiendo peras al olmo.