
Obra del Picasso catalán Maties Palau Ferré
Este es el desconocido Picasso catalán: un pintor de vanguardia que quemaba sus cuadros
Cataluña celebra el 25 aniversario del fallecimiento de este artista de Montblanc que revolucionó el arte
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Picasso es inimitable. Eso no quita que su estilo se haya querido copiar en más de una ocasión. Al menos, muchos se inspiraron en él para crear algo nuevo y seguir una corriente de vanguardia como fue el cubismo.
En Cataluña no faltaron esos replicantes. Algunos no pudieron demostrar más que su talento para la copia, otros, fueron bastante más allá. Se trata de un genio no tan conocido y algo incomprendido por sus actuaciones y creaciones, pero también por su gran sentido del arte como denuncia.
Quién es
Su nombre es Maties Palau Ferré, un artista de vanguardia que combinó la escultura y la pintura con la performance y que es recordado por la quema de sus obras. Un acto de protesta tan surrealista y político como su obra.
Igual que hiciera Duchamp, el catalán se crió cuando las vanguardias estaban en su apogeo y vio como el arte pop hacía que todo se volviera más un acto comercial o puramente propagandístico que realmente revolucionario.
Una historia conflictiva
Él mismo sabía de lo que hablaba. Un mecenas quiso financiar sus proyectos e incluso quiso llenar su casa con las obras de Palau Ferré. Un contrato que le jugó malas pasadas. Pero que, en cambio, le dio la fama de ser el pintor que quemaba sus obras.
Muchos se quedaron con eso, pero su trayectoria estuvo marcada por la experimentación artística y la lucha contra la mercantilización del arte. Todo con un estilo cercano al cubismo, que tanto apreció este artista nacido en Montblanc considerado por muchos el Picasso catalán.
Los inicios de Palau Ferré
Él mismo reconoció su influencia picassiana. Su biografía y su audaz defensa de la libertad creativa lo acercaron todavía más a este referente mundial.
Apasionado por el arte desde bien niño, Palau Ferré se trasladó de Montblanc a Barcelona durante la posguerra para estudiar en Escuela Superior de Bellas Artes Sant Jordi. Su talento emergió rápidamente en el panorama artístico de los años 50, con exposiciones en la prestigiosa Sala Gaspar y su participación en los Salones de Octubre, una de las plataformas más importantes de la vanguardia catalana.

Maties Palau Ferré con una de sus obras
Su eclosión en París
El gran salto de su carrera llegó en 1957, cuando el gobierno francés le concedió una beca para estudiar en la École des Beaux-Arts de París. Durante su estancia en la capital francesa, se empapó de las corrientes artísticas internacionales, expuso en prestigiosas galerías como la Galerie Paul Cézanne y el Grand Palais, y tuvo contacto con figuras clave del arte europeo.
Marius Serra, que creo una novela inspirada en el artista (La dona més pintada), afirma que el pintor “donde se forma de verdad es en París”. “Aquellos tres cursos sí que lo ponen en contacto con tradición cubista de Picasso, que es el que lo influye más”, relata.
Marcha a París
Pero el malagueño no fue su única inspiración. En su etapa parisina se interesó por la escultura bajo la influencia del artista húngaro László Szabó. Fue gracias a él que, más allá de la pintura, exploró su faceta como escultor.
E igual que Barcelona se le quedó pequeña en su día, la vida parisina de galeristas y grandes salones le hizo volver a su Montblanc natal. A principios de los años 60, Palau Ferré construyó su estudio allí y empezó a proyectar su arte figurativo, caracterizado por una paleta vibrante y una fusión de cubismo con elementos mitológicos y mediterráneos.
La eclosión del artista
Durante esta década, el artista llevó a cabo importantes encargos en Cataluña, como el Vía Crucis cerámico del balneario de Vallfogona de Riucorb, las pinturas de la capilla de Can Coll en Lliçà de Vall o la escultura de la Sagrada Familia en la Seu d’Urgell. Paralelamente, sus obras aparecían en las páginas de los principales diarios y revistas de la época, consolidando su prestigio en el circuito artístico catalán.
Ya en 1971, su proyección internacional alcanzó un punto culminante. Fue seleccionado como único pintor invitado a un homenaje a Picasso en Nueva York, organizado por la Universidad de Syracuse y el Everson Museum con motivo del 90º aniversario del genio malagueño. Encantado por la invitación y amante del arte picassiano, para la ocasión, Palau Ferré creó una reinterpretación del Guernica.
Un contrato trampa
Sin embargo, justo en este periodo de consagración, su vida artística dio un giro radical a raíz de un conflicto legal que marcaría su destino. Palau Ferré firmó un contrato con un marchante de arte que lo obligaba a producir obras por metros cuadrados.
Este acuerdo, que al principio le pareció provechoso para poder desarrollar su arte de forma libre y sin preocupaciones económicas, derivó en un conflicto judicial que llegó hasta el Tribunal Supremo. Y falló en su contra. En 1974, la justicia le exigió entregar más de 40 metros cuadrados de pintura como pago por una propiedad en disputa.
El pintor que quemaba sus cuadros
Esa decisión fue también la que le dio la fama años después. Si bien, tras la sentencia, el artista dejó de exponer, tomó otra decisión. Por un lado, como el contrato se refería únicamente a sus óleos, creó una técnica con tinta china sobre un papel grueso que él mismo fabricaba. Por el otro empezó a quemar sus obras.
Palau Ferré estaba hastiado al ver como el arte se había convertido en un producto de consumo más. Como las latas Campbell, las verdaderas y las de Warhol. El catalán consideraba que su arte no podía ser tratado como un simple objeto de especulación y que ningún artista debía verse forzado a crear bajo una imposición mercantil.
De galerías a ONGs
Todavía en su Montblanc natal, el pintor esparcía las cenizas de sus cuadros en el río Francolí. Lo hacia como una especie de ceremonia para denunciar lo que él mismo llamaba “la prostitución del arte”. Claro que, irónicamente, algunas de las cenizas de sus lienzos fueron guardadas y pasaron a formar parte de una exposición artística en Pensilvania (Estados Unidos).
Eso no le impidió dejar de crear con su nueva técnica. Mientras quemaba, creaba e incluso exponía, pero no en grandes galerías, se centró mucho en exhibiciones realizadas para ONGs como Amnistia Internacional y otras organizaciones sin ánimo de lucro.

Exposición de la obra de Palau Ferré en el Museo de Reus
El renacer del artista
Finalmente, en 1989, decidió volver a exponer tras más de una década de silencio artístico. Su primera gran muestra fue en Tarragona, donde presentó sus nuevas pinturas con tintes intensos y renovada energía.
A partir de entonces, su arte resurgió con fuerza, con exposiciones en Cataluña y en Estados Unidos, en espacios como el Mechanicsburg Art Center de Pensilvania y la Organización de Estados Americanos en Washington.
Un Picasso catalán
Ya en la última década del siglo XX, empezó su reconocimiento y consolidación con exposiciones en el Museo de Historia de Cataluña, el Centre d’Art Contemporani Can Sisteré y el Castillo Monasterio de Escornalbou. Más allá de por quemar sus obras, su pintura de una belleza sublime basada en la realidad empírica cautivó, especialmente, por su estilo.
Maties Palau Ferré falleció hace 25 años, un 1 de enero de 2000, pero su obra, como la de todo buen artista sobrevive. Obras como Mujer y luna, Montblanch y Guer-Blanc se han convertido en icónicas, mucho más que la quema de sus obras. De eso, queda el recuerdo de un artista comprometido con el arte y contra la especulación del mismo. Un Picasso catalán guerrillero.