Es una bola de nieve que aumenta de volumen con cada giro. Hay más medios de información y para informar que nunca. Y más rápidos. El consumo de contenidos corre a la misma velocidad o más. Es la época de la inmediatez y del clic fácil. Un cóctel que puede resultar fatal. Un cóctel que empieza a sentar mal al consumidor: casi ocho de cada diez internautas muestra preocupación por la veracidad de los contenidos que encuentra en la red. Nadie ha dado aún con el remedio.
El mundo globalizado todavía está pagando las novatadas de internet, ese mundo virtual en el que, desde hace pocos años, está todo. Todo. La verdad y la mentira. El original y la copia. Los actores principales de este negocio empiezan a impulsar medidas para regular la red y premiar a aquellos que ofrecen informaciones exclusivas o veraces. Google, el gran motor de búsqueda, penaliza las copias; Facebook ha comenzado a luchar contra las noticias falsas o fakes.
España, por encima de la media
Estos fakes son los que preocupan a los ciudadanos. Un 79% de los usuarios mundiales está intranquilo por la veracidad de los contenidos online, según datos de la consultora GlobaScan para la BBC. A pesar de todo, un 60% de ellos se opone a la regulación gubernamental, cifra que ha crecido desde el 51% de 2010. Curioso. En este escenario, habría que encontrar una fórmula alejada de la legislación, pero que logre resultados.
En el caso de España, la cifra es hasta cinco puntos superiores (84%) en el primero de los casos —un 54% de este porcentaje dice estar “muy de acuerdo” con la afirmación “me preocupa la distinción entre lo verdadero y falso en internet”—, y similar en el segundo (53%).
Amarillismo y falta de rigor
Los dos lados de la información —el informador y el consumidor— coinciden en el diagnóstico. El amarillismo y la falta de rigor o calidad son los males principales del periodismo, según el colectivo. Un dato reflejado en el Informe de la Profesión Periodística en 2016 de la Asociación de Prensa de Madrid. La inmediatez antes mencionada dificulta la tarea de contraste en muchos casos.
Pero tal vez es mayor el problema que presentan las redes sociales. Hoy, estas plataformas son la fuente de información de muchas personas y, desde ellas, los medios de comunicación reciben una cuantiosa porción del tráfico. Es decir, el usuario está perdiendo el hábito de acceder a los medios de referencia y recibe destellos (en forma de titulares) a través de Facebook, principalmente, y Twitter, entre otras. Contenidos muchas veces sin rigor que puede escribir cualquiera desde su casa y difundir.
Incidencia política
Las fake news, de hecho, eran la gran amenaza para la política europea en este 2017 que entra en su recta final. Un año cargado, curiosamente, de mucha agitación política en todo el mundo. La situación de Cataluña, el auge de la extrema derecha en Europa y la situación de Estados Unidos y Corea del Norte, entre otros, son muestras de ello.
Otra casualidad es que, en la campaña presidencial de EEUU, las noticias falsas de sitios fraudulentos tuvieron más interacciones (comparticiones, enlaces y comentarios) en Facebook que las verdaderas. Por ello, el equipo de Mark Zuckerberg está implantando un sistema para castigar estos fakes a favor de las verdades más o menos interesadas.
¿Gran oportunidad?
Un haz de luz irrumpe en la oscuridad. Algunos teóricos, al menos, dicen que las fake news son una “gran oportunidad” para que los medios transparentes y dignos de confianza demuestren su valía. El director y fundador del think-tank Polis, Charlie Beckett, asume que “erradicar noticias falsas” es imposible, “pero los medios de comunicación y los expertos podrán promocionarse como alternativa saludable”. El futuro del periodismo pasa por demostrar que “está al lado del ciudadano y puede proporcionar informes y análisis éticos, informados y atractivos”.
“Las redes sociales nunca reemplazarán a los editores de medios tradicionales”. Niega además que Google y Facebook estén reemplazando el poder de los medios. Y considera que “no están asumiendo ninguna de las responsabilidades éticas que se insertaban en la profesión periodística", y las actuales leyes y conceptos del derecho de la competencia y los derechos fundamentales aún no se han ajustado.
En la llamada era de la información, la información errónea está más al alcance que nunca. El sector tiene que hacer una reflexión y aprovechar la oportunidad de cambiar la situación hacia el interés del público, según Beckett y protegerlo de nuevas formas de propaganda y manipulación.