Un manto de incertidumbre cubre Uzbekistán, un país gobernado por diferentes clanes. Todos ellos están ahora atentos al futuro, ante el grave estado de salud del presidente, Islam Karimov, del clan más poderoso, el Samarcanda. La desaparición del líder abrirá una guerra entre etnias por el poder. De hecho, ya han comenzado.
El estado de salud de Karimov, de 78 años, es una incógnita. Algunas agencias y diarios de la región lo dan por muerto. Su hija Lola ha compartido por las redes sociales que se encuentra muy grave. El presidente sufrió un derrame cerebral después de unos excesos alimentarios el 29 de agosto. El peor de los escenarios ha removido la política del país; se detecta una lucha de poder entre los posibles sucesores.
Los candidatos
El mejor posicionado es el primer ministro, Shavkat Mirziayev, líder del mismo clan Samarcanda. Los analistas añaden otros dos nombres a la lista, ambos del clan Taskent. Ellos son Rustam Azimov, ministro de Finanzas y número dos del Ejecutivo, y Rustam Inoyatov, jefe de la Agencia Nacional de Seguridad (SNB), la antigua KGB, desde 1995. Este último, sin embargo, tiene poder para promocionar a cualquier candidato. El suyo es Azimov.
Karimov, por su parte, ganó en 2015 sus cuartas elecciones presidenciales con más del 90% de los votos en un proceso electoral criticado por la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa. Se sentó en el primer asiento en 1989 cuando Uzbekistán formaba parte de la URSS. Es reseñable que, durante su mandato, eliminó a la oposición y barrió al integrismo islámico.
Diversas etnias
En cuanto a los clanes del país, el Samarcanda es el más poderoso y tradicionalmente ocupa el Ministerio de Interior. Se extiende por las regiones de Samarcanda, Bujará, Djizaks y Navoi y es aliado del clan Jizak. El Taskent controla la SNB y tiene fuertes lazos con las etnias Ferganá y Khorezm.