Imagen conjunta de Kanye West y Bianca Censori

Imagen conjunta de Kanye West y Bianca Censori Europa Press

Examen a los protagonistas

Kanye West

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La parienta, siempre en bolas

Hace tiempo que el rapero norteamericano Kanye West (actualmente Ye, a secas, Atlanta, Georgia, 1977) da señales de que le falta una patata para el kilo. Recordemos sus comentarios antisemitas de hace años.

O cuando le dio por montar su propia iglesia y soltar unos sermones delirantes. O cuando amenazaba con presentarse a la presidencia de los Estados Unidos, a la que renunció para no hacerle la pascua a su ídolo, Donald Trump.

Con el paso del tiempo, la cosa ha ido empeorando: en sus últimas declaraciones se declara antisemita, racista y fan de Adolf Hitler. Con lo que todo parece indicar que se le ha ido la olla de manera definitiva.

De todos modos, lo que más llama la atención de él es la parienta, Bianca Censori (Melbourne, 1995), arquitecta australiana de origen italiano cuya familia, pese a sus constantes alharacas sobre los modelitos de la niña, parece estar relacionada con la mafia local, según fuentes de toda solvencia.

Como ustedes ya habrán observado, la señorita Censori tiene la curiosa costumbre de ir por la vida en pelotas (o casi). Ella no lleva encima casi nada, mientras que Ye viste ropa negra, botas de pocero y, a veces, una máscara que le cubre el careto. Y de esa guisa desarrollan su vida social.

Hace unos días hubo que echarlos de la fiesta de los Grammy (a la que no habían sido invitados) porque Bianca se presentó con un vestidito corto y transparente con el que se le veía hasta el alma, rizando el rizo de modelitos anteriores, que ya ponían en solfa los límites de la aceptación social.

La verdad es que la anterior pareja de Ye hacía un poco lo mismo. La actriz Julia Fox iba siempre medio en bolas mientras el rapero, como suele, lucía su habitual aspecto de minero/astronauta/exterminador de cucarachas.

Pero la señorita Censori ha elevado ese estilo a la enésima potencia, lo que le lleva a preguntarse a uno como se lo hace para salir a cenar a un restaurante o a ir de compras (que no deben ser precisamente de ropa, ya que de eso no gasta).

La familia de la interfecta asegura que su niña está bajo el dominio majareta del señor West, y éste responde, de manera algo críptica, que a su mujer le gusta ir desnuda, pero que, eso sí, sus no outfits deben ser bendecidos previamente por Su Ilustrísima.

Asegura Ye que ejerce sobre Bianca un dominio, que ella acepta como si le hubiesen lavado el cerebro. Y uno se puede preguntar: ¿esta mujer va en bolas porque le apetece o está mal de la cabeza o porque su maridito la obliga a ir por ahí como si fuese un ciervo que acabara de cazar?

Mi impresión es hallarme ante una de esas parejas en las que cada miembro ha sacado lo peor del otro. Pero aquí el que está peor de los dos es el inefable Ye.

Presentarse en pelotas en una fiesta a la que no te han invitado es una grosería, pero definirte como racista, odiador de judíos y admirador de Adolf Hitler ya es para que la justicia se interese por ti. 

Y la psiquiatría.