
Ana Botín, presidenta de Santander / EP
No es fácil ni habitual que una entidad de la dimensión de Banco Santander, que además opera en un sector tan regulado como la banca, sea capaz de sorprender a los mercados. De ahí que haya sido doblemente meritorio el golpe de efecto dado por la entidad que lidera su presidenta, Ana Botín, con el anuncio de que destinará 10.000 millones de euros en los próximos dos años para la compra de acciones propias.
La reacción de los inversores, que auparon al valor por encima del 8% y le llevaron a sus cotas más elevadas de los últimos siete años, deja lugar a pocas dudas. Además, la superación de los objetivos para 2024 y el tercer ejercicio consecutivo con récord de beneficios apuntalan la afirmación de la ejecutiva de que "el tiempo demuestra que el plan que pusimos en marcha funciona".
Un modelo único para varias geografías, con la vista puesta en ahorrar costes, ser más eficientes, más diversificados y con un catálogo de productos más simple. Y, al mismo tiempo, cada vez más enfocado hacia la digitalización, con la construcción de una tecnología propia para ganar en independencia. En palabras de la propia Botín, "un banco digital con sucursales".
El mercado aguarda con cautela tiempos que se avecinan convulsos y plagados de tensiones geopolíticas. De ahí que la respuesta de los inversores a estrategias como la de Santander demuestre la percepción con la que cuenta la entidad, en términos de resiliencia y fortaleza. Valores al alza en momentos complicados, más allá de números, márgenes y métricas diversas.