
Marc Giró
El nivel medio de los humoristas catalanes a los que cobija TV3 suele parecerle lamentable a cualquiera que no sea independentista. Humor lazi es, de hecho, un oxímoron, entre otros motivos, porque un fanático, sea del signo que sea, no puede dedicarse al humor, que es algo que no puede ponerse al servicio de una causa.
Pese a tal evidencia, durante los años del prusés (y antes), TV3 se ha visto infestada por una pandilla de graciosos sin gracia alguna, pero cargados de odio a España, entre los que brillan con luz propia Jair Domínguez y un pueblerino apodado Peyu que son para matarlos (les ahorro los personajes secundarios, pero hay un tal Joel Díaz que también es para echarle de comer aparte, y un calvo que atiende por Magí, a secas, y que resulta directamente siniestro).
Acostumbrado a cruzarme con semejante cochambre en mis zapeos o esperando que empiece el Tele Noticies (del que me nutro a veces de noticias chungas del procesismo que solo encuentro ahí y en los digitales del ancien regime), un día me sorprendió gratamente (ya no recuerdo en qué programa) la aparición de un tal Marc Giró, cuyo humor delirante me pareció que tenía su mérito.
Marc Giró Costa (Barcelona, 1974) no tenía nada que ver con la pandilla de graciosillos lazis que ocupaban (¡y ocupan, pues no veo que Salvador Illa mueva un dedo para quitármelos de encima!) los medios de agitación y propaganda del independentismo y hasta tenía el descaro, confesado por él mismo, de vivir en Madrid (no sé si sigue ahí o si ha vuelto a su ciudad natal).
Su aspecto era insólito: siempre vestido con traje y corbata, pulcramente peinado y con pinta de yerno ideal, ofrecía una imagen que se daba de patadas con las burradas que soltaba sin parar. Claramente gay, circunstancia que siempre aprovecha con intenciones cómicas y a menudo self deprecating, que dicen los anglos, Giró era claramente un verso suelto en el sector humorístico de TV3. A diferencia del resto de graciosillos patrióticos, para entendernos, ese hombre podía encontrar trabajo en algún sitio que no dependiera del ecosistema político catalán.
Y así ha sido, como demuestra el éxito en TVE de su programa Late Xou, producido por su marido, Santi Villas (hermano de la conocida secuaz de El Gran Wyoming en la Sexta Thais Villas) y que acaba de pasar de la segunda cadena a la primera.
Motos y Broncano ya no están solos en su peculiar lucha por la audiencia, pues Giró se ha convertido, tras la oportunidad que se le dio una noche de emitir su programa por La 1, en un elemento más a competir por el favor de la audiencia. A mí es el que me hace más gracia de los tres. Y creo que trabaja a su favor algo que suele ser un defecto: el histrionismo. El personaje del gay pasado de rosca y especializado en comentarios que lo mismo pueden ofender que hacer reír le funciona a la perfección.
El hombre se ha tomado su tiempo para llegar al humorismo audiovisual tirando a salvaje. Se licenció en Historia del Arte y trabajó casi dos décadas para la revista Marie Claire. Vinieron luego las pequeñas colaboraciones y ahora ya está en el camino a la gloria. Me alegro por él. Ahora agradecería que la Generalitat le financiara a Peyu un billete de autobús de regreso a su pueblo, pero igual eso es pedir demasiado.