El expresentador de 'La Clave', José Luis Balbín / EFE

El expresentador de 'La Clave', José Luis Balbín / EFE

Examen a los protagonistas

José Luis Balbín

26 junio, 2022 00:00

Un hombre y su clave

José Luís Balbín Meana (Pravia, Asturias, 1940 – Tres Cantos, Madrid, 2022) ha pasado a la historia del periodismo español por algo aparentemente tan sencillo como reunir a una serie de personas razonables cada semana en un plató de televisión y dejarles hablar tranquilamente sin que se interrumpieran a gritos, se pisaran la palabra o se pusieran mutuamente de vuelta y media. Teniendo en cuenta el nivel actual (a menudo a la altura del betún) de los programas de debate de los canales públicos y privados, lo de Balbín al frente de La Clave parece a veces un milagro de los que ya no se dan. De hecho, todos lo recordamos por ese programa, cuya primera fase tuvo lugar en TVE (de donde fue desalojado por los socialistas en el poder) entre 1976 y 1985 y la segunda en Antena 3, entre 1990 y 1993 (en esa misma cadena dirigió y presentó en 1994 un espacio titulado La senda). Y hasta llegó a fundar y dirigir un semanario titulado La Clave que estuvo activo entre los años 2000 y 2008. Balbín era aquel señor serio, un punto solemne, aunque no desprovisto de cierto sentido del humor, que fumaba en pipa y dejaba hablar a sus invitados, todos ellos personas de cierto nivel en sus respectivos oficios.

La charla venía precedida de una película que seleccionaba el pintoresco Carlos Pumares cuando aún no podía sospechar que acabaría fichado por Javier Cárdenas para formar parte de una troupe de frikis que recorrerían las discotecas españolas en verano para entretener al populacho (hasta Pumares se comportaba como una persona seria en el programa de Balbín). Concluida la proyección, daba comienzo una educada discusión sobre el asunto recogido en la película que hoy día, probablemente, pondría en fuga a la audiencia, pero que entonces era seguida con interés y, en algunos hogares, hasta en un silencio casi religioso. Balbín sabía hablar y dejar hablar. Con eso le bastó para fabricar un programa que ahora recordamos con agrado y cierta sorpresa, más que nada porque no hay nada que se le parezca en la actual programación de todos los canales.

A Balbín le concedieron en 2015 el Premio Nacional de Televisión, cuando tres décadas antes lo habían puesto de patitas en la calle por decir cosas que no le hacían ninguna gracia a Felipe González y que un tal Calviño, fiel sirviente presidencial a cargo del ente audiovisual, se encargó de castigar con el cese de nuestro hombre (que había dirigido brevemente el servicio de informativos de la casa): en España se entierra muy bien, y a veces en vida. Ahora todos lloramos a Balbín (incluyendo a los herederos de quienes lo defenestraron) y nos lamentamos de haber ido hacia atrás en el tema de los debates televisivos, como si fuese lo único en que hemos retrocedido culturalmente (los más provectos recordarán los ciclos cinematográficos de la segunda cadena a finales del franquismo, una sana costumbre que no ha tenido continuidad en la democracia, con lo bien que iban para fabricar cinéfilos).

José Luís Balbín. Un hombre que hizo lo que pudo para dignificar el periodismo en general y los debates televisivos en particular. Descanse en paz. Y ahora, volvamos a las broncas de la Sexta o a los cotilleos de Tele 5 mientras nos preguntamos en qué momento la cagamos y por qué.