Jordi Pujol Soley, expresidente de la Generalitat / EFE

Jordi Pujol Soley, expresidente de la Generalitat / EFE

Examen a los protagonistas

Jordi Pujol

6 junio, 2021 00:00

Mis hijos ya se apañarán

Puede que a un padre de familia normal le preocupe la posibilidad de que sus hijos vayan a acabar entre rejas, pero a Jordi Pujol lo que realmente le tiene en un sinvivir es lo que pensará la Historia (así, con mayúsculas) de él. Por eso ha mantenido una treintena de conversaciones con su fiel Vicenç Villatoro, las ha reunido en un libro que les ha editado Ramoneda, las ha promocionado en TV3 sin necesidad de dar la cara y puede que hasta se saque unos euritos con las ventas del volumen, que ya imagino encabezando la lista de no ficción en catalán de La Vanguardia.

A los 91 años, con su mujer enferma de alzhéimer y sus retoños puestos en fila para entrar en el talego, lo que más preocupa al señor Pujol es salvaguardar su maltrecha imagen, que se ha ido pudriendo desde lo de la deixa del abuelo Florenci y ahora da más pena que otra cosa. O asco, en el caso de muchos (entre los que me incluyo). Pujol reconoce no haber sido un buen padre, y hay que darle la razón y felicitarle por su sinceridad cuando le vemos más interesado en pasar a la Historia como un caudillo providencial (aunque con algunas fragilidades morales) que en la posibilidad de que a su primogénito le caigan quince años a la sombra por sus (presuntas) mangancias. Observamos, pues, que ni en el crepúsculo de su existencia deja Pujol de pensar en sí mismo. Puede que esté con un pie en el otro barrio, pero quiere abandonar Cataluña sintiéndose comprendido, querido, perdonado y, en definitiva, admirado por sus súbditos, a los que hizo el honor de considerar compatriotas.

Como esos estudiantes que salen de un examen en el que han dado sobradas muestras de su ignorancia, pero dicen que se otorgan un notable alto, Pujol tiene una idea elevadísima de sí mismo y de su gestión al frente de los destinos de la patria (chica). ¿Sus posibles corruptelas? Nada grave, pecadillos insignificantes, errores disculpables en alguien que dedica lo mejor de su tiempo a salvar a sus conciudadanos de sí mismos. ¿Su responsabilidad en la deriva separatista que ha convertido Cataluña en un vodevil cutre y una tabarra monumental? ¡Ninguna! Primero paciencia y después independencia... Lástima que sus sucesores hayan sido una pandilla de chapuceros que no han sabido estar a su altura y a los que les ha faltado esa sutileza, esa finezza, que a él le sobraba y le permitía ser el español del año y el separatista catalán del siglo.

En estos momentos, Jordi Pujol solo tiene una prioridad en lo que le queda de vida: conseguir el perdón, pero no un perdón cualquiera, sino un perdón que conduzca a la desaparición de la culpabilidad y, ya puestos, a la beatificación. ¿Su única excusa? Que todo lo hizo por Cataluña. ¿Incluido dirigir una familia que la justicia ha definido como una estructura criminal? Probablemente: no dudemos que, si nos robó, el patriarca lo hizo por nuestro bien. ¿Cómo podemos ser tan desagradecidos?

En cuanto a ti, Junior, apáñate como puedas, que papá tiene cosas más importantes que hacer que echarte una mano.