Carles Puigdemont, en una imagen de archivo / EFE

Carles Puigdemont, en una imagen de archivo / EFE

Examen a los protagonistas

Carles Puigdemont

6 septiembre, 2020 00:00

“L´emmerdeur" (O césar o nada)

Los franceses rodaron en los años setenta una película titulada L´emmerdeur y protagonizada por Jacques Brel y Lino Ventura. Billy Wilder la rehízo poco después para el público internacional con el título en España de Aquí, un amigo y la presencia de sus queridos Jack Lemmon y Walther Matthau. Una y otra hacían referencia a la existencia de esa clase de gente cuya única misión en el mundo parece ser liarla parda y hacerle la vida miserable a cuantos tienen la desdicha de cruzarse con ellos. El término emmerdeur es de una sonoridad magnífica, y hay pocas personas en Europa tan calificadas para ostentarlo como el fugitivo Carles Puigdemont, actualmente empeñado, como el personaje de la novela homónima, en ser o césar o nada.

Puchi es, hoy por hoy, el gran liante, el gran emmerdeur de la política española en general y la catalana en particular. De funcionario de la catalanidad ha evolucionado a caudillo del sector más demencial del independentismo y, ayudado por los jueces belgas, se ha convertido en un elemento disruptivo muy notable de la realidad española. Cual reyezuelo africano, rodeado por una pequeña corte de pelotas catalanes y muertos de hambre baleares, se dedica a chinchar a España todo lo que le permiten sus fuerzas y la realidad. Tras una vida profesional de una mediocridad desoladora, se ha convertido en el líder de una turbamulta de iluminados, soñadores, aprovechados, racistas y mentecatos de diverso pelaje capaces de ver en el hijo de un pastelero al Moisés que los guiará hacia la libertad. Se considera tan importante que no le basta con militar en un partido ya existente, sino que necesita crear uno nuevo cuyos miembros lo adoren cual acólitos de la secta Moon. Si para ello hay que soplarle el nombre de una iniciativa política al partido al que pertenecía hasta hace cuatro días, se hace sin pararse a pensarlo. Quien no está con Puchi, está contra Puchi. Pero se le está yendo tanto la olla que hasta los que piensan como él empiezan a considerar la posibilidad de quitárselo de encima: sus intenciones de que el PDECat se inmolara para convertirse en SU partido no han acabado de llegar a buen puerto: la del semblante equino ha picado, pero el de la silla de ruedas no, y se le ve dispuesto a plantarle cara (yo creo que está a punto de hacer correr la voz de que, como algunos ya sabemos, Puchi ha perdido el oremus hace tiempo y es en estos momentos, para la causa, más un lastre que un activo).

En el fondo, el pobre Cocomocho no es más que un chico de pueblo que ha visto un poco de mundo y se ha venido arriba, animado por unos sujetos cuya pobreza de espíritu supera incluso a la suya. Ahora la ha tomado con mi amigo de La Vanguardia Joaquín Luna (secundado por su groupie de referencia, la paellera Rahola) por haberle comparado con aquel piloto de una línea aérea alemana que estrelló el aparato con los pasajeros a bordo, imagen asaz acertada de ese chiflado pagado de sí mismo al que sus conciudadanos, en el fondo, le importamos un rábano, fascinado y sorprendido como vive ante su propia grandeza.