El vocalista de U2, Bono / EP

El vocalista de U2, Bono / EP

Examen a los protagonistas

Bono

20 marzo, 2022 00:00

San Patricio es ucraniano

Corre una leyenda sobre Bono que no sé si es cierta, pero nos hace mucha gracia a todos los que nunca hemos podido soportar a ese irlandés santurrón aparentemente empeñado en salvar al mundo en los ratos libres que le deja el control de la banda de rock más poderosa del planeta, U2: durante uno de sus conciertos (o misas, no estoy muy seguro), nuestro hombre se pone a dar palmadas --espaciadas, severas, solemnes-- y afirma, para concienciar a su parroquia, que cada vez que da una palmada, un niño muere de hambre en África; todo va bien hasta que alguien le grita: “¡Pues deja de dar palmadas, joder!”.

Se acaba de producir otra circunstancia en esa línea y no puedo dejar de comentarla. Sucedió hace unos pocos días en Washington, durante el tradicional almuerzo anual que celebran los políticos en honor de San Patricio, patrón de la católica Irlanda. La cosa consistió en que a la pobre Nancy Pelosi le tocó recitar un poema que Bono (Paul David Hewson, Dublín, 1960) acababa de escribir sobre la invasión de Ucrania y que empezaba así (la traducción es mía): “San Patricio expulsó a las serpientes/ con sus plegarias, pero éstas no bastan/pues la serpiente simboliza/ una maldad que crece/y se oculta en tu corazón”. La conclusión está a la altura (les hago gracia de los versos intermedios): “La pena y el dolor de Irlanda/ son ahora de Ucrania/y ahora san Patricio se apellida Zelenski”. Al final de la lectura, la sala estalló en una carcajada monstruosa que dejó a la señora Pelosi flatfooted, como dicen por allá. Y luego ya empezó el pitorreo en las redes sociales y en los artículos de prensa, donde la gente se hacía cruces del oportunismo y la cursilería de uno de los hombres más ricos del mundo al que, para colmo, se le había visto (y retratado) junto a Vladimir Putin hace unos años en el transcurso de una de esas cumbres para la paz en el mundo a las que tanto le gusta acudir a nuestro hombre para darse pisto y recordarnos, por si lo habíamos olvidado, que es un gran chico y tiene un corazón que no le cabe en el pecho.

El poema es tan malo que causa vergüenza ajena. Mezclar a Irlanda con Ucrania equivale a atar moscas por el rabo. Inventarse a un santo llamado Patrick Zelensky se las trae. Y todo junto ha sido demasiado para la paciencia de los comensales de la señora Pelosi y un número indeterminado de periodistas y tuiteros. Bono se ha lucido. O, mejor dicho, se ha vuelto a lucir y esta vez no ha podido salirse de rositas. Tal vez porque nos ha cogido ya muy cansados a todos de sus ansias de poder, de trascendencia y de opinar ante todo lo que pasa en el mundo. Tal vez porque estamos cansados de su santurronería (todos: incluidos los fans de U2, entre los que nunca me he contado), sabemos que es el dueño de media Irlanda y estamos al corriente de sus evasiones de impuestos a base de meter su dinerito en países con haciendas más laxas que el suyo.

Llevamos muchos años viéndole meterse donde no le llaman, alternando con líderes mundiales, dándole la brasa al Papa, colándose en discos de duetos con gente respetable como Sinatra, homenajeando a artistas que no lo querrían ver ni en pintura --Sinead O'Connor llegó a decir que le daba miedo morirse por si se colaba Bono en su funeral y se ponía a cantar algo suyo-- y, en definitiva, haciéndose notar a todas horas en defensa de causas en principio nobles que consigue explotar en su propio beneficio. La carcajada de los congresistas norteamericanos me interpela y me vindica. Intuyo que a Bono no le habrá sentado muy bien, pero eso, con la mili que lleva, se soluciona fácilmente comprando un nuevo par de gafas a lo Rappel (si no se le ha adelantado Eulalia Reguant) y unas alzas para las botas (el hombre no llega al metro setenta de altura: ¿de ahí sus ganas de destacar?).