El pasquín en el que los independentistas establecen la censura y señalan a los medios de comunicación que no les bailan el agua

El pasquín en el que los independentistas establecen la censura y señalan a los medios de comunicación que no les bailan el agua

En voz baja

Y, ahora, la censura

2 noviembre, 2019 10:43

El independentiismo catalán ha construido un mundo paralelo en el que acusa a todo el que no piense en indepe de mentir y de fabricar fake news. Lo hemos visto en las manifestaciones donde al grito de "prensa española manipuladora", periodistas de diferentes medios han sido agredidos e insultados.

Ahora llega el momento de la censura: han distribuido un panfleto en el que señalan a los medios que, según ellos, propagan el odio hacia Cataluña.

En el mundo paralelo indepe solo se pueden seguir medios pata negra que fabriquen las versiones necesarias para justificar desde la violencia hasta los sabotajes. TV3 es el buque insignia con Catalunya Ràdio y la RAC1, propiedad del Grupo Godó, como acorazados, seguidos de una cohorte de palmeros, auténtica prensa de partido, encabezados por El Nacional, Vilaweb, Ara, Avui o Nació Digital.

Curiosamente, no figura La Vanguardia. Es posible que se salve de la hoguera de la intolerancia porque aún conserva a esa gran columnista que es Pilar Rahola, la musa del movimiento nacional.

Crónica Global está en el objetivo de los intolerantes. Nunca ha dejado de estarlo: nuestra sede fue atacada impunemente por Arran, la facción juvenil de la CUP: incluso filmaron la agresión para presumir de ella en un gesto propio de las Hitlerjugend. Ahora, seguimos en el punto de mira como medios españoles, aunque conozcan de sobras dónde está nuestra sede y quiénes somos los periodistas que la hacemos. Nuestro único defecto es tener espíritu crítico y respetar la Constitución y el estatuto de autonomía de Cataluña.

En realidad, nada nuevo bajo el sol. La ley de transitoriedad jurídica aprobada por los independentistas en septiembre de 2017 ya establecía cómo el presidente de la Generalitat, al que se le daba inmunidad jurídica, nombraba al Tribunal Supremo. Una auténtica dictadura en la que no cabía la prensa libre, sino la de partido al servicio del movimiento nacional.