Así Pablo Iglesias quiere nombrar por consenso -no se dice como- a los responsables de la policía, a subsecretarios o a secretarios de estado. Quiere nombrar por ejemplo al secretario de estado de Administraciones públicas, al de Pesca, al de la Unión Europea o al de Agricultura. Sin embargo, no tiene intención de nombrar por consenso al secretario de estado de Comercio que ha desaparecido del organigrama morado, como tampoco al director de Turespaña, la mayor empresa turística del estado o al director del Centro de Desarrollo Tecnológico e Innovación, con una fuerte dotación presupuestaria. Quiere también nombrar cargos en defensa, pero se olvida de la mayor empresa militar, ISDEFE.
El desaguisado podemita llega a su mejor momento cuando Iglesias propone el nombramiento del presidente de la Comisión Nacional de la Energía o del presidente de la Comisión Mercado de las Telecomunicaciones, porque ninguna de las dos comisiones existe. Para colmo, Iglesias se ve de vicepresidente recortándose el sueldo y el organigrama funcionarial. Sin embargo, esta voluntad no cuadra cuando la vicepresidencia pasa de tres secretarias de estado a cuatro, creando además una subsecretaria actualmente inexistente. De hecho, la vicepresidencia jamás ha tenido subsecretaría si no tenía asociado un ministerio. Iglesias quiere que el subsecretario presida la comisión de subsecretarios cuando quien preside esta comisión es el vicepresidente. A la vista de todo esto, la solvencia brilla por su ausencia.