La Barcelona World Race no zarpará. El desafío más grande del mundo de la vela ha hecho aguas, de proa a popa y de estribor a babor, porque los patrocinadores han preferido quedarse en puerto al no darse las garantías de estabilidad necesarias por el procés. Es decir, que prefieren no jugarse sus cuartos con la que está cayendo.
Esto es así se mire por donde se mire. Sobre todo cuando se analiza el tiempo que la organización, que es el patronato de la Fundación Navegación Oceánica Barcelona (FNOB), en el que están Ayuntamiento de Barcelona, Cámara de Comercio, Puerto de Barcelona y Fira, ha invertido preparando la regata y buscando patrocinadores para que en tres meses escasos todo el trabajo de esos años se viese truncado por la crisis política catalana.
Fiel patrocinio
La búsqueda de patrocinadores no es de un día para otro. Desde que finalizó la última edición, la cuarta, en 2015, el FNOB ya comenzó a ponerse manos a la obra para encontrar al menos el mismo número de firmas que apoyaron la última regata. Concretamente, tres, Estrella Damm, Renault y Johnson&Johnson, que llevaban en esta competición desde que se inició (2007), mientras que en la división de patrocinadores oficiales se encontraban Boehringer Ingelheim, Gramona, Danone, Gaes, Ono e Invictus, el perfume de Paco Rabanne.
“No hay que señalar a estas firmas porque los actores en esta ocasión bien han podido ser otros. Con el tiempo igual se conoce más a fondo toda la gestión, pero ahora nosotros mantenemos discreción absoluta en torno a estos patrocinadores y a las negociaciones que estuvimos llevando a cabo, algunas que se llegaron a concretar y otras no”, afirma a Crónica Global fuentes de prensa del FNOB, que mantiene un hermetismo absoluto con las marcas que no han querido enrolarse en la regata para esta edición.
Panorámica de la regata frente a la fachada marítima de la ciudad de Barcelona / WWW.BARCELONAWORLDRACE.ORG
Estos patrocinadores privados son los que debían financiar, prácticamente, toda la regata, presupuestada entre los 10 y 11 millones de euros, cantidad muy inferior a los 45 millones de euros que se manejaron en la edición de 2014: 20 millones de euros procedieron de los patrocinadores, 6 millones del remanente de la segunda edición, 4,3 millones de la aportación municipal a cambio de asumir la propiedad del inmueble del Muelle de Levante del Puerto de Barcelona donde tiene su sede.
Pero no había tiempo que perder para la organización. Sin respuesta, lo primero ha sido correr fecha, siempre a expensas de la federación internacional, que la ha mandado al 2022-23 y, después, anunciar a quienes iban a poner sus dineros y sus veleros que la regata no iba a zarpar el 12 de enero de 2019.
Evitar un daño mayor
“Nos hemos visto obligados a suspender la regata ahora que hay un tiempo prudencial y no a última hora, porque de avisar en octubre hubiese sido toda una faena al buen número de participantes que ya estaban apuntados, ocho, y con la previsión de siete más, pues ellos también trabajan buscando sus patrocinios y ayudas”, remarcan desde la FNOB para Crónica Global.
Primer plano de un regatista de una de las ediciones de la gran regata / WWW.BARCELONAWORLDRACE.ORG
El comunicado que hoy la organización ha enviado para justificar la suspensión reconocía la desconfianza de los patrocinadores potenciales al “no poder estar seguros de contar con el apoyo institucional que necesariamente debe garantizar un evento deportivo de estas dimensiones”. Normal, viendo el ambiente crispado político que hay en Cataluña y que ha quedado demostrado con el tsunami político que ha generado la suspensión, atizándose los unos y los otros buscando responsabilidades.
Ahora, la Barcelona World Race, la vuelta al mundo a vela con dos tripulantes, con salida y llegada en Barcelona, deberá surcar un mar con prorrogas presupuestarias del Gobierno, la decisión del Ministerio de Hacienda de hacer más restrictivas las desgravaciones fiscales para eventos de especial interés público, el desinterés del Ayuntamiento de Barcelona, y, sobre todo, la inestabilidad total en Cataluña. Mal rumbo para reflotar un negocio en Barcelona que no ha podido levar anclas tras tres años de trabajo.