Las dudas que existían en el ambiente sobre la trascendencia del Clásico quedaron disipadas en tan solo unos minutos. Con el título resuelto pero con muchas deudas pendientes en ambos bandos, Barça y Real Madrid olvidaron los números, dejaron atrás la clasificación y pasaron de las cábalas para entregarse a una pugna futbolística cargada de hostilidades donde ninguno quiso dar su brazo a torcer en un Camp Nou donde no hubo lugar para tributos. El honor estuvo en juego y eso nunca fue poco (2-2).
En el Clásico menos clásico, con el pasillo al campeón copando durante la semana toda la atención del encuentro con los altavoces mediáticos dando voz al asunto sin cesar, sobre el césped ambos conjuntos demostraron su intención de no ceder ante el eterno rival. Sin concesiones ni homenajes, ambos saltaron al tapete con la victoria en la mente como si no existiera un mañana. Ni con el doblete en el bolsillo ni con la final de Kiev en el horizonte. Con todo y contra todo.
Luis Suárez y Sergio Ramos se encaran tras una falta del madridista / EFE
Con la atipicidad de un Clásico con el título resuelto, no ocurría desde 2008, en el ámbito futbolístico lo esperado, lo habitual y lo lógico quedó en el olvido para dar cabida a un cúmulo de sorpresas. Ver al Barça adelantándose al más puro estilo Real Madrid, en una rápida acción tras una recuperación que culminó Luis Suárez (10'); observar a los madridistas igualando el encuentro por mediación de Cristiano aprovechando una pérdida del siempre infalible Busquets (15'); asistir con asombro a la pérdida de los papeles del sereno Sergi Roberto o ver a Gareth Bale como héroe blanco con un fantástico gol en una jugada colectiva pusieron en liza que no era un encuentro usual. Lo inesperado se manifestaba en la Ciudad Condal. Todo podía pasar.
El récord intacto
Con la expulsión en el tiempo añadido de Sergi Roberto por un manotazo a Marcelo, en unos últimos minutos cargados de enfrentamientos verbales y pugnas sin balón que se prolongaron hasta el túnel de vestuarios, el Barça afrontó la segunda mitad con un futbolista menos pero con la tranquilidad de ver a Cristiano Ronaldo en el banquillo tras una torsión de tobillo producida en el tanto madridista. Dominado durante el primer acto por un Real Madrid que mereció más premio que el empate, tras la reanudación los azulgranas se hicieron con el control conocedores que la única forma de gestionar la inferioridad numérica residía en la posesión del balón.
Cumpliendo con el hecho de que nada de lo ocurrido en el Camp Nou podía ser normal, los azulgranas volvieron a adelantarse en el marcador en una acción precedida por una clara falta de Luis Suárez sobre Varane que Hernández Hernández no señaló en una actuación muy discutida y que permitió a Messi ser la nota discordante (2-1, 52') entre tanta excepciones para acudir a su habitual cita con el gol.
Luis Suárez y Varane pugna en la acción del segundo gol azulgrana / EFE
Pero de nuevo cumpliendo con la noche de lo inusual, de lo insólito, el conjunto de Zinedine Zidane rubricó su empate en una acción colectiva que culminó a la perfección con un fantástico golpeo un héroe inesperado como Gareth Bale (72').
Resistencia azulgrana
Con Semedo y Paulinho sobre el césped, en detrimento de Coutinho y de un Iniesta que vivió entre algodones su último Clásico, el Barça hizo un ejercicio de supervivencia en un choque de mucha disputa y poco fútbol. Con el aliciente de mantener el récord de imbatibilidad y con el objetivo de acabar La Liga sin conocer la derrota, los de Valverde resistieron ante el ímpetu de un Madrid envalentonado que vio posible darse una última alegría en el campeonato liguero.
Andrés Iniesta conduce el esférico / FC Barcelona
Respirando tan solo al son de un Messi que nunca se rinde, y que dispuso de dos oportunidades para lograr el 3-2, los azulgranas obtuvieron un punto de un Clásico donde ambos contendientes cumplieron con la premisa de no hacer prisioneros en una pugna que acabó sin ganador.