
Lamine Yamal, Robert Lewandowski y Raphinha celebran el título de Supercopa contra el Real Madrid FCB
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Después de enviar un cariñoso saludo al único niño de España y el mundo que debe de tener en su habitación un póster de Alderete -que rima con 'mucho ánimo, majete'-, llega el momento de acometer una profunda reflexión sobre el devenir del Barça. Un equipo profundamente dividido entre sensaciones, resultados y competiciones. Tan cierto es que suma cuatro victorias y un título en sus últimos cinco partidos como que no gana en Liga desde que atropelló al Mallorca el pasado 3 de diciembre. Y estamos a 20 de enero.
Tanto da que las razones de la nefasta racha liguera hayan sido un poco de mala puntería y un mucho de mala pata. Así las cosas, pese al grueso colchón rellenado por los azulgranas en el tramo inicial del campeonato, a los de Hansi Flick les aguardan días de esterilla y tentetieso de aquí al verano. Con el evidente riesgo de que cualquier piedra puntiaguda en una noche de derrota inesperada deje sus esperanzas de campeonar tiesas como lumbares de octogenario.
Por contra, el Barça ha alcanzado sin problemas los cuartos de la Copa del Rey tras golear a Barbastro y Betis, y ocupa el segundo lugar en la clasificación de la nueva Champions, la cual reanuda este martes contra el Benfica y para cuya siguiente fase es el único equipo junto con el Liverpool que ya tiene garantizada la presencia. Lo malo de rendir bien en estos torneos y no tanto en el de la regularidad es que, obvio, a partir de cierto momento se juegan al todo o nada. De hecho, justo lo que le sucedió a Xavi en su última temporada al frente del banquillo azulgrana fue que, merced a una creciente dependencia de los títulos por eliminatorias, al final se quedó compuesto, depuesto e 'in albis'.
Sin embargo, y al contrario que entonces, ahora millones de culés en todo el mundo aguardan cada tres o cuatro días la oportunidad de sentarse a ver a su equipo, y esta vez no como una obligación moral o directamente un ejercicio de masoquismo sino como genuino alimento para el alma. Incluso en partidos de resultados perversos como el del Atlético en Montjuic o el de anteayer mismo en el Coliseum, el Barça de la nueva nueva era acude puntual a su cita con el entusiasmo, encarnada en la eclosión sin pausa de sus jóvenes talentos, una evolución palmaria del juego que descolla en goleadas con cada vez mayor frecuencia y el trato despótico dispensado hasta ahora al Real Madrid, con Ancelotti convertido en un pobre Leo DiCaprio entre las garras del oso blaugrana en los dos Clásicos disputados hasta la fecha. ¿Será suficiente para volver a mascar el puro de la victoria tras la Supercopa? Solo el tiempo lo dirá.
P. D.: Nos vemos en Twitter: @juanblaugrana