Los servicios sanitarios están saturados. Nuestros mayores, en peligro de extinción. La epidemia se expande a ritmo de vértigo. Arrecia la mayor crisis de salud del Siglo XXI y la más letal desde la gripe española del Siglo XX, que terminó con la vida de 190.000 personas.

No es país para viejos, tomando prestado el título de la famosa película de los hermanos Coen que propició un Oscar para Javier Bardem, No country for old men. Ellos hablaban de Estados Unidos, pero su metáfora puede aplicarse ahora al mundo entero.

No es mundo para viejos, y tampoco es tiempo para egoístas. Y esto último, el individualismo al cuadrado, es uno de los rasgos negativos del ser humano que afloran en estos momentos complicados en que la solidaridad del colectivo colisiona frontalmente con los intereses particulares de unos pocos.

Lo vemos en las calles, con gente saltándose el confinamiento con estúpidos pretextos que van desde pasear a un perro de mentira hasta cazar pokemons, pasando por absurdos como los que alegan no haberse enterado de que no se podía salir y otros que simplemente se hacen los locos y salen porque no se pueden fumar un canuto en casa de sus padres. Lo vemos en los supermercados, con cientos de personas que no cumplen los protocolos de higiene y seguridad. 

Pero también lo vemos con los gladiadores del circo moderno, el deporte, plataforma cómplice de la explotación del show business en su máxima expresión haciendo multimillonarios a los que en otros tiempos hubieran dicho Ave Caesar, morituri te salutant (Ave César, los que van a morir te saludan).  

Los supuestos nuevos héroes, últimamente eclipsados por unos sanitarios mucho más heroicos, son los futbolistas, cuyas cuentas bancarias rebosan cantidades de seis ceros para arriba por su talento pateando un balón que antaño era de trapo y ahora es de cuero tecnológico y cuesta más de 100 euros. De ellos esperamos más.

Isco Alarcón y su mujer, la actriz Sara Sálamo, lanzan una campaña bien intencionada para pedir la colaboración de la gente en la lucha contra el virus, pero pretenden llegar al medio millón de euros cuando ellos solamente ponen 25.000 euros. Cuesta entender que una pareja que cobra millones de euros pida un esfuerzo a los mortales que tienen sus salarios suspendidos.

El caso del Barça, peleando una reducción de salarios, ha provocado críticas contra el club por pensar en la economía de la entidad. Desde la misma Barcelona hay intereses en atacar ventajosamente a la directiva aludiendo, incluso, a que Florentino Pérez de momento no ha movido ficha en ese sentido con el Real Madrid. Otra vez mirando al vecino. 

¿A quién hay que pedir cuentas? ¿A una junta cuyos miembros no perciben sueldo por su labor en el Barça o a unos jugadores que se reparten 600 kilos? Nos consta que algunos futbolistas están por la labor, pero muchos no ven con buenos ojos reducir un 70% de sus salarios mientras dure el confinamiento. Los ingresos del club, en cambio, se pueden ver mucho más reducidos%.

Dejémonos de intereses personales. Pensemos en el bien de la sociedad, en el bien de las personas y, en el caso concreto que nos ocupa, en el bien del Barça. No es tiempo para egoístas