Las desavenencias internas de la gestión médica del FC Barcelona empezaron con una fuga de cerebros de referencia. Primero fueron los Emili Ricart de turno que se marcharon. Los médicos y los profesionales como este fisioterapeuta buscaron seguir con equipos de confianza más allá de una presidencia, entonces gestionada por Sandro Rosell, que no percibía la importancia de tener una cantera de profesionales catalanes en este ámbito y que habían logrado, además, la confianza de los jugadores del primer equipo.

Pero entonces eran marchas más disimuladas en la gestión de un club que todavía no tenía el aspecto de multinacional despersonalizada en el que se ha convertido. La consagración del desastre ha venido derivada con el cese del doctor Ricard Pruna tras 25 años. Aunque a él, también le tenemos que sumar otros de destacados que no se fueron con un buen sabor de boca de otras secciones de referencia. Es el caso del doctor Toni Bové, más que un fisioterapeuta, y ligado durante cuatro décadas al baloncesto de la entidad.

Y, en paralelo a la marcha de los referentes de un modelo de gestión de club con una mutua externalizada pero con servicio interno propio y una fuerte personalidad, los jugadores de referencia han ido perdiendo la confianza y la credibilidad que les daba pasar por las manos de los profesionales azulgranas. Esto, cada vez se parece más al modelo del Real Madrid. Jugadores como Sergio Ramos han prescindido del club blanco para salir de sus lesiones ya que Florentino no tiene integrado un sistema interno médico y, al final, pasaba sólo por los profesionales externos de la mutua. Y, tanto por tanto, preferían ir a su médico de confianza personal. Esto también se traslada en las categorías inferiores. Por ejemplo: el juvenil del Barça tiene su equipo propio de sanitarios asignados, pero en el Madrid, un partido te encuentras a unos y otro, a otros. Al tiempo porque es lo único que le falta al club catalán para terminar perdiendo un seguimiento profesional como pocos de la salud de sus jugadores...

Pero volvamos al tema: las estrellas. Coutinho, Umtiti, Dembelé y hasta Ansu Fati. Se han refugiado en Qatar, han tenido que recorrer a fuera porque dentro del club no encontraban las soluciones médicas que necesitaban. Y esto, hubiera quedado disimulado si no se hubieran enquistado las lesiones, alargado los procesos y complicado las cosas. ¿Es meramente una coincidencia que todos hayan tenido mala suerte? ¿O lo que pasa realmente es que no han sido guiados y llevados como hacía falta desde un principio? Tal es el desespero que Coutinho incluso se va a Brasil para hacerse mirar por otro experto... La nueva directiva debe reconstruir, cuanto antes, este organigrama médico, dotarlo de la fuerza que lo caracterizaba y devolver el prestigio a sus profesionales. De ellos, aunque trabajen en la sombra, sean cautos y es de las partes que más cuesta sacar información para los periodistas, depende una gran parte del buen rendimiento y el éxito de las figuras.