El día que el Real Madrid tenía que arrebatar el liderato de la Liga al Barça y presentarse el próximo miércoles en el Camp Nou con dos puntos de ventaja sobre su principal adversario, los blancos consiguieron un agónico empate sobre el tiempo añadido que celebraron como si hubieran ganado el partido. Muy mal también tuvieron que ver el asunto en la redacción del diario Marca que valoraron el punto con un titular de esos que parecen estar prohibidos por estos lares catalanes: “Motivos para creer”.

Tras esa frase hay que entender que el Madrid llegará al Camp Nou inflado de esperanza, creyendo en la flor de Zidane, en los remates de cabeza desesperados de su portero Courtois, los goles de Benzema, y que, con todo eso, podrá poner al Barça por debajo suyo. No está nada mal tener fe, pero aquí se vive de realidades. Y si por una vez, sin que sirva de precedente, hacemos caso de los que llevan meses martillando en las redes sociales clavos ardientes sosteniendo que este es el peor Barça de los últimos tiempos, tendremos que concluir que ante ese Barça que “naufraga”, que acumula tres derrotas en diecisiete partidos, este equipo de Valverde, el mismo que vive de Messi y Ter Stegen, este Real Madrid no ha sido capaz de superarlo.

Pero en Madrid no hay agnósticos. Ellos creen. Aquí pasa lo contrario. Por aquí solo hay una religión y todo parece indicar que, mientras el “Papa” de esos feligreses no regrese a celebrar sus misas en el santuario blaugrana, la fe y la credibilidad en este Barça estará bajo sospecha.

En Madrid celebran el empate en Valencia. Por aquí hay victorias que a muchos no le saben a nada. Miserable realidad.