Erling Haaland, un noruego de 20 años y 1.94 metros, es el delantero más deseado de Europa. Juega en el Borussia Dortmund, que se prepara para otro traspaso millonario, y los clubes más poderosos intentan seducirle con contratos millonarios y proyectos ganadores. Entre ellos está el Barça, que busca la fórmula para un fichaje de nueve cifras que choca con su delicada situación económica, con deudas a corto plazo que comportarán muchas tensiones. Demasiadas.

El fichaje de Haaland, hoy, es inviable. Inasumible para un Barça que debe rebajar su masa salarial y hacer caja con los descartes de Koeman y algún futbolista TOP. No le queda otra al club. La llegada del delantero noruego debe comportar alguna salida sonada, ya sea de Dembélé, Griezmann o Messi, en un mercado cada vez más hostil para los intereses barcelonistas. 

Laporta, el hombre de los golpes de efecto, ha logrado que Mino Raiola, el representante de Haaland, y el padre del delantero se desplacen a Barcelona para hablar del asunto. Su precio, posiblemente, habrá subido un poco más y la imagen de ambos en el aeropuerto de El Prat inquietará a Real Madrid, Manchester City y Chelsea.

El fichaje de Haaland, dicen, es estratégico. Pocas operaciones suscitan tanta unanimidad. Por su juventud y pegada parece el delantero ideal. Nadie, curiosamente, cuestiona si su estilo se adapta al modelo Barça o no cuando el noruego no es un futbolista delicado con el balón. Lo suyo es enchufarlas, que no es poco, pero históricamente el Barça apostaba por jugadores exquisitos como Romario o Kluivert.

Haaland es, innegablemente, un delantero muy físico. Un depredador del área. Con espacios, es letal, pero en el Barça nada es tan fácil, aunque su perfil encaje perfectamente con el ideario de Ronald Koeman. Su tarjeta de presentación es buena, pero Erling todavía no ha ganado nada y pagar 100 millones de euros o más por él puede resultar una broma de mal gusto en unos meses.

Los flirteos con Haaland deberían hacerse con más discreción. El Barça se juega la Liga y la Copa, y Koeman, hasta ahora, ha logrado la máxima implicación de sus futbolistas. A Griezmann y Dembélé, posiblemente, no les debe gustar mucho que se hable tanto del noruego. Y su fichaje, en estos momentos, podría ser contradictorio en un momento en el que Mateu Alemany negociará muchas rebajas salariales. La realidad barcelonista no es tan idílica.