La Copa mola. No tiene el prestigio de la Liga o la Champions, pero algunos duelos son épicos y forman parte de la memoria colectiva. Veintidós años después del histórico 5-4 al Atlético con el gol final de Pizzi, el Camp Nou rescató la magia de las grandes noches con una remontada ante el Sevilla que ensalzó a Cillessen y confirmó a Messi como futbolista de otra galaxia. La jornada también constató la recuperación anímica de Coutinho, cabizbajo y deprimido en los últimos partidos para desesperación de la hinchada culé.

Coutinho, más enérgico últimamente en la noche barcelonesa que en el Camp Nou, se desató por fin con la camiseta azulgrana. Esta vez no cerró un conocido local de la calle Tuset ni sació su sed con botellas Premium de vodka en un doble reservado con baño privado. Su desparpajo, sin embargo, fue muy celebrado por la afición del Barça y fulminó a un Sevilla que soñaba con montarse su propia fiesta en el Villamarín, el estadio más odiado por los hispalenses y sede de la final del torneo.

Animado por Valverde y zarandeado por sus propios compañeros, Messi al frente, Coutinho salió enchufado. Nada más comenzar el partido cometió su primera falta. Poco después marcó el primer gol del Barça tras lanzar un penalti que le concedió Messi. Lo celebró con entusiasmo y no desconectó en un partido de alta intensidad. Su efusividad también tuvo premio en la segunda parte al marcar el tercer gol barcelonista y cuando fue sustituido. Los susurros de las últimas actuaciones se transformaron en una ovación que elevará su autoestima.

El fichaje más caro de la historia del Barça ha vuelto. En el club estaban muy preocupados con su pájara. Nadie cuestionaba su talento, pero más de uno se desesperaba con su parsimonia, su melancolía y su cara triste. Coutinho parecía un futbolista resignado, decadente, inmerso en una crisis de confianza que le atenazaba. Hasta el miércoles. En una noche de Copa.

La Copa, la del Rey, ha tenido un efecto terapéutico para Coutinho, un futbolista de pocas palabras y algo misterioso. El día que necesitaba el Barça una actuación épica para sobrevivir y combatir las críticas a su juego, resucitó el delantero brasileño, un jugador mucho más terrenal y con menos encanto que Neymar que también había perdido su particular batalla con Dembelé. Contra el Sevilla, recuperó ese punto de golfería que tanto celebraron en el Barça y quién sabe si la noche acabó con más copas para Coutinho.