El Barça ha presentado por todo lo alto (es literal, desde la azotea de la Pedrera, en el corazón de Barcelona) la cuarta camiseta de esta temporada, que estrenará en el derbi catalán ante el Girona. Es una prenda amarilla con las cuatro barras de la señera en horizontal en el pecho y unos detalles azulgranas en las mangas. El escudo se desplaza de la zona habitual del corazón al centro. Y no fallan los patrocinadores. Los modelos también son un lujo: Sergi Roberto, Pedri y Ansu. Pero… ¿es necesario todo esto?

El show business se nos va de las manos. Es verdad que hay que atraer a los jóvenes, porque todo parece indicar que no consumen el fútbol tal y como lo entendíamos hasta ahora (Piqué lo sabe, pero esa es otra cuestión), bien que la pregunta es si la mejor manera de llamar la atención pasa por tener cuatro camisetas distintas de juego. Y la cuarta se estrena en la jornada 19 (veremos si la vuelven a usar). Todo por el dinero. Tal vez hemos perdido el norte. Qué tiempos en los que se usaba la misma camisa temporada tras temporada. Pero, claro, eran otros años y apenas entonces sabían cómo rentabilizar este deporte espectáculo. Hace más de un siglo de ello.

El primer uniforme que vistió el Barça en su primer partido, en 1899, es una incógnita que nadie ha despejado todavía. Pero el segundo ya fue la camisa azulgrana (mitad granate mitad azul) con pantalones blancos. Evidentemente no había dorsales ni nombres ni patrocinadores. Y la misma equipación se usó hasta 1910. De hecho, en la mayor parte de la historia se han repetido las camisetas durante varias temporadas, pero este hecho cambió antes de estrenar siglo y milenio. Desde la campaña 1997-98, cada curso se estrena ropaje y, en los últimos años, hasta cuatro camisetas diferentes, por no hablar de la indumentaria de los entrenamientos. Muy bonito, sin duda, pero ¿hace falta?