El gran problema del Barça no es futbolístico. Es de actitud. De compromiso. Cierto que el equipo no jugaba a nada con Valverde, pero el problema no era el método sino su ejecución. Su escasa intensidad. Setién ha cambiado el manual, mucho más académico y del gusto de los puristas del ADN barcelonista, pero la desidia sigue instalada en el Camp Nou

A Valverde los jugadores no le hacían ni puñetero caso. Pedía presión adelantada y un fútbol elaborado y los futbolistas reculaban y aceleraban con el balón en sus pies. La sensación es que todos iban a su bola. Piqué se iba un día a Andorra y otro a Madrid para promocionar su Copa Davis; Arthur disfrutaba de la noche barcelonesa y recaía de sus problemas físicos; y Arturo Vidal rajaba de todo si no jugaba con asiduidad. Muchas manzanas podridas en un vestuario de locos, con el ego demasiado subido.

La plantilla del Barça, posiblemente, esté descompensada. Hay algunos cromos repetidos, jugadores de poco nivel para la alta exigencia del club y, por segundo año consecutivo, ningún sustituto para Luis Suárez, cada día más castigado por culpa de sus maltrechas rodillas. La estructura deportiva tiene su parte de culpa. Y la directiva, también.

Setién, pasada la euforia inicial de su fichaje por el Barça, debe ser consciente ya del marrón que tendrá que gestionar. En Ibiza, el equipo jugó con fuego. Tocar por tocar no sirve de nada si en defensa falta tensión y en ataque nadie arriesga en el uno contra uno. De no ser por Griezmann, vilipendiado injustamente en otoño, el ridículo hubiera sido monumental.

El Barça pende de un hilo. Sigue vivo en la Liga, la Copa y la Champions, pero transmite malas vibraciones. Da la sensación de que todo se puede ir al garete en una semana maldita. La autocomplacencia es el peor rival de un equipo que ha ganado mucho, pero podía haber ganado mucho más, con Messi al mando de las operaciones. Las actitudes cicateras han lastrado al Barça en los últimos meses.

En Valencia, este fin de semana, el Barça tiene la oportunidad de iniciar su redención. No valen medias tintas. La afición está harta de tanta holgazanería. Los futbolistas se han quedado sin red, pero todavía tienen tiempo de arreglar una temporada que comenzó viciada. Bartomeu se equivocó al mantener en el cargo a Valverde el pasado verano, pero acertó al dar un golpe sobre la mesa para evitar que todo se pudriera. Por calidad, el Barça puede darle la vuelta al calcetín y ganar mucho en 2020. Como en 2015.