El sadomasoquismo y el oportunismo son una de las debilidades del culé. Sea cual sea la cara de la moneda elegida siempre hay argumentos para la crítica. Es indiscutible que Luis Suárez fue un gran fichaje para el Barça, llegándose a convertir en el tercer máximo goleador de la historia del club con 198 goles y, ojo, 97 asistencias de gol en 283 partidos repartidos en seis temporadas, conquistando un total de 13 títulos y siendo trascendental en todos y cada uno de ellos. Sin embargo es obvio que su rendimiento fue descendiendo en las últimas temporadas en las que se vio lastrado por las lesiones. En la 2017-18 marcó 25 goles en liga, en la 2018-19 bajó a 19 tantos y en la 2019-20 se quedó en 16 dianas. Por no hablar de su aciaga estadística goleadora en Champions fuera de casa.

Tras la debacle de Liverpool, en mayo de 2019, se operó del menisco de la rodilla derecha y se perdió la final de la copa del Rey ante el Valencia pero sí pudo disputar la Copa América con Uruguay. A los 6 meses tuvo que someterse a una nueva intervención quirúrgica en el mismo menisco. Este verano tras la humillante derrota ante el Bayern, el Barça necesitaba rejuvenecer la plantilla (Griezmann, Dembélé, Ansu Fati y Trincao pedían paso) y, además, la LFP obligó al club azulgrana a rebajar su masa salarial por la pérdida de ingresos debido a la pandemia. A todos los clubs. El Real Madrid regaló a James y se desprendió de Bale. Luis Suárez era el jugador que más cobraba por detrás de Leo. Sus emolumentos ya no eran acordes a su rendimiento. Además, tenía por contrato que si jugaba el 60% de los partidos renovaría automáticamente por otra temporada más teniendo ya 35 años. No es descabellado pensar que Messi habría “sugerido” al entrenador de turno que alineara a su amigo uruguayo para conseguir su continuidad.

El Barça intentó traspasar a Luis Suárez este pasado verano pero no tenía mercado. Ningún club estaba dispuesto a pagar traspaso y asumir los 30 millones de euros de su salario por un futbolista que iba a cumplir 34 años. La venta era imposible. Aunque finalmente, el Atlético aceptó pagar al Barça una serie de variables en función de unos objetivos. Y mantenerlo en la plantilla era económicamente insostenible porque seguramente habría acabado renovando otro año más, condicionando las decisiones del entrenador e impidiendo que el Barça fichara para rejuvenecerse. Por eso, la única opción fue la resolución amistosa. Luis Suárez sigue siendo un gran delantero y continuará haciendo goles. Perdió la velocidad de antes pero es tan buen rematador que corriendo los últimos 15 metros tiene suficiente. Lo incoherente y oportunista es que la mayoría de culés se han pasado dos años criticándole y reclamando que se prescindiera de él y ahora digan que fue un error dejarle marchar. Se opina también que el error fue no sustituirle. Es cierto que no se ha traído a ningún nueve de su nivel pero hay otros delanteros con características diferentes que también marcan consiguiendo, además, que la capacidad goleadora del equipo quede más repartida y no se resienta tanto si hay alguna ausencia, como se ha demostrado con Ansu Fati que hasta su lesión era el máximo goleador del equipo. El Barça hizo bien en prescindir de él y el Atlético acertó fichándole. 

El fútbol es renovarse o morir.