Kevin tenía sólo 11 años cuando fue secuestrado. Él y su madre, Ana María, llegaron a Barcelona desde Valencia. Les prometieron conseguir el permiso de residencia. Todo fue parte de un plan urdido hasta el último detalle.
Estas son las bases del caso que abre la nueva temporada de Crims, la serie de true crime de TV3 cuyo éxito es tal que Netflix ha adquirido sus derechos de emisión. La historia impactó por la dureza del caso.
Secuestro
Madre e hijo fueron hasta la Zona Franca de Barcelona el 25 de septiembre de 2012 para conseguir la documentación. De allí, Marta Cañas los llevó a un descampado de Gavà, donde cuatro encapuchados tomaron a Kevin del lado de su madre, lo sedaron y lo pusieron en un maletero.
A Ana María le robaron el dinero en efectivo que llevaba en el bolso y la amenazaron: “Tu marido debe dinero a gente de Colombia, ya sabes lo que tienes que hacer. Son cinco millones de euros, tienes hasta el día 29. Si no pagas, tu hijo morirá. No llames ni avises a nadie".
Entramado
La mujer tuvo que regresar a la capital catana haciendo autostop. Una vez en la ciudad denunció los hechos a los Mossos d’Esquadra que se encargaron del caso.
Los agentes no tardaron en atar cabos. Todos los caminos condujeron a la cárcel de Valencia, donde el padre del niño, Fabián Gilberto, cumplía condena acusado de introducir 586 kilos de cocaína desde Sudamérica, era el lugarteniente de un empresario y miembro de una red de narcotráfico colombiano. Hubo 29 personas detenidas y 40 registros.
Origen
Los secuestradores tenían información de él y de su familia fuera de prisión. Un compañero del centro penitenciario donde estaba el progenitor, Fernando Barrionuevo, se ganó su confianza para que le contara todo y fue quién le dio el contacto de un falso policía para ayudar a los suyos a conseguir los papeles.
Los Mossos pudieron dar con el pequeño. Estaba en el 1º-1ª de la calle de Trajà, situada en el barrio del Poblesec de Barcelona. Allí pasó dos días y fue hallado en una cama, atado de pies y manos, y drogado con calmantes que le habían inyectado sus secuestradores, quienes también lo amenazaron con cortarle la lengua si no se portaba bien.
Los agentes dieron con los responsables de los hechos. Eran seis personas que fueron condenadas a entre seis y 12 años de prisión.