Una víctima de maltrato ha relatado este jueves, en el juicio contra su expareja, cómo el presunto agresor la sometía a continuas agresiones poco después de iniciar la relación, episodios que la llevaron al hospital y que le han dejado secuelas como deformidad en ambos pabellones auditivos.
"Me daba múltiples golpes en los oídos y las costillas. Me sangraban las orejas. Si no era un día, lo hacía al otro. Todas las agresiones eran parecidas", ha manifestado la víctima durante su declaración en el juicio, en el que no ha podido ver a su agresor por estar oculta tras un biombo.
El acusado lo niega todo
La versión que ha ofrecido es totalmente contraria a la que mantiene el acusado, Juan D. G., quien niega haber maltratado en alguna ocasión a la que fuera su pareja durante cuatro meses. "No, para nada", ha sido su respuesta ante las preguntas de la fiscal sobre si agredía a su entonces novia.
Juan D. G. afronta una petición de ocho años de cárcel por un delito de lesiones con deformidad en concurso con un delito de maltrato físico y psíquico habitual y tres delitos de lesiones en el ámbito familiar.
En su declaración, ha narrado que conoció en junio de 2013 a Mónica E. por internet, iniciando al mes una relación. Se conocieron en Cádiz y luego se trasladaron a vivir en Madrid. Según la mujer, las agresiones comenzaron a los quince días, un extremo que él niega.
"¿Le quemó usted la tarjeta del móvil?", le ha preguntado la fiscal, a lo que éste ha respondido: "No, para nada". "¿La cogía por los pelos, la metía en la ducha y le ponía agua fría durante diez minutos?", le ha inquirido, a lo que éste le ha espetado: "No, para nada". En un momento determinado se le ha preguntado si otra mujer que conoció a través de las redes sociales le denunció, siendo interrumpida por el tribunal al no ser hechos objeto de este procedimiento judicial.
Sin embargo, la víctima sí ha detallado el modus operandi de su supuesto agresor. Efectivamente, la agarraba fuertemente del pelo, la introducía en la ducha y, con la alcachofa, le daba con el agua fría durante más de diez minutos. "Después me dejaba de pie sin poder secarme y me obligaba a ponerme a cuatro patas, golpeándome en las costillas", ha relatado con voz temblorosa.
Además, la mujer ha relatado que en ocasiones le llegó a clavar un bolígrafo y que solía sangrar de las orejas cuando el hombre la golpeaba fuertemente en los oídos. Pese a las lesiones, no la dejaba ir al médico.
En uno de los episodios, el acusado destrozó por completo la casa en la que convivían en Madrid y la agredió fuertemente, acudiendo ella a un hospital de Valladolid. Tras estos hechos, interpuso una denuncia contra el procesado.
Hechos juzgados
Según el fiscal, el acusado protagonizó de manera reiterada, durante los cuatro meses de convivencia con su pareja sentimental, episodios violentos en los que insultaba, amedrentaba, vejaba, humillaba y agredía verbal y físicamente a la mujer en el domicilio que compartían en la ciudad de Madrid.
Dicha relación cesó el día 3 de octubre de 2013, pero Juan D. G., con el ánimo de imponer su voluntad, contraria a la ruptura, la quiso mantener aislada del mundo exterior para evitar que le abandonara.
Ya en el mes de agosto, le quemó la tarjeta del teléfono móvil para que no pudiera utilizarlo, frecuentemente le hacía fotos de pies y manos y de ella desnuda, pese a su oposición. Cuando se negaba a hacer lo que él quería, la cogía por los pelos y la metía en la ducha con agua fría. Allí la obligaba a quedarse desnuda sin taparse. Otras veces, para humillarla, la obligaba a caminar a cuatro patas y le daba patadas en las costillas y puñetazos cuando se ponía en pie.
Desde el inicio de la relación, la golpeaba con frecuencia, como antes se ha indicado, especialmente en ambos oídos, lo que ocasionaba en la mujer heridas abiertas y hematomas que sucesivamente se iban curando y volviendo a abrir ante una nueva agresión.
Como consecuencia de estas reiteradas y constantes agresiones la víctima sufrió el síndrome de orejas en coliflor, cuyo diagnóstico le obligó a pasar por el quirófano. Tras un largo recorrido médico, la secuela definitiva consiste en deformidad en ambos pabellones auditivos. La víctima presenta también relevantes secuelas de naturaleza psicológica por estrés postraumático.
El acusado tiene prohibido aproximarse a la perjudicada, a su domicilio, lugar de trabajo o cualquier lugar que la misma frecuente a una distancia no inferior a 500 metros. La autoridad judicial también le ha prohibido comunicarse con ella por cualquier medio hasta que se dicte sentencia firme.