La actriz Nerea Pérez de las Heras / TEATRO DEL BARRIO

La actriz Nerea Pérez de las Heras / TEATRO DEL BARRIO

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Nerea Pérez de las Heras: "Los debates se dirimen en lugares en los que no es posible ni el matiz"

La actriz sacude la televisión, la política y la mente de los espectadores con un "panfleto" con mucho contenido

14 marzo, 2023 00:00

Nerea Pérez de las Heras regresa al Teatro del Barrio para meterse en la piel de Olga, una presentadora de talk show que tiene una misión, poner en evidencia los mecanismos por los que caemos en las trampas de ciertos espectáculos, entre ellos la política.

La actriz reconoce que Cómo hemos llegado hasta aquí es un panfleto, pero para poner en evidencia al resto, tanto los televisivos como los de los partidos. Todo desde la comedia. Y es que el humor también es una gran herramienta para decir las cosas por su nombre.

--Pregunta: Se pregunta cómo hemos llegado hasta aquí, pero empecemos antes por cómo define este ‘aquí’

--Respuesta:  Es un aquí individual y colectivo. El aquí es cómo ha llegado la protagonista, Olga, hasta el escenario, hasta el teatro a contar su vida y cómo hemos llegado como sociedad hasta un punto en el que estamos un poco atascados. 

--El escenario se transforma, es el plató de un talk show. ¿Cómo definiría el montaje? 

--Es una parodia de todos estos formatos de televisión a los que estamos tan acostumbrados, y que además son súperatractivos para gran parte de la sociedad, enganchan muchísimo. Son los programas de testimonios de televisión de Telecinco, vaya. Entonces, ahí se ve la intencionalidad de la obra. Preguntarnos como hemos llegado a crear un envoltorio atractivo y espectacular a una historia íntima, como hace First dates, por ejemplo, o los programas de cocina. Sálvame y otros que captan la atención del público. Los retrata para movilizar a la gente. Todo es un truco para emocionar, generar empatía que se convierte en mainstream a través de estos programas sentimentales o de los testimonios en redes sociales.

--Pero eso se daba ya hace un tiempo.

--El propio formato de talk show va mutando, todo el rato va cambiando en ese camino, como lo hace mi personaje. Cuando noto que va bajando el nivel de espectáculo, lo remonto. Hay muchos pasapalabras, hay un momento de cocina, hay una canción… muchos trucos para mantener la atención y el espectáculo que, obviamente, van agotando el lenguaje hasta un momento en el que no puedo ir más allá. 

--La perversión del lenguaje, de las emociones, el espectáculo, la televisión… Es eso lo que la alejó del periodismo.

--No, el tipo de periodismo que yo he hecho ha sido completamente otro, no el televisivo. Le dimos muchas vueltas a cuál iba a ser el lenguaje del show. Precisamente, la protagonista no es un personaje fácil de universalizar, ya que pertenece a una identidad muy de la excepción, muy del margen. Es una mujer de 46 años, lesbiana, de provincias, o sea, todo lo contrario, a la normalidad. Yo quiero establecer identificación con eso.

Escena de 'Cómo hemos llegado hasta aquí'

Escena de 'Cómo hemos llegado hasta aquí'

--¿Pero diría que es periodismo?

--Tampoco. Es entretenimiento, al final.  Y es un entretenimiento muy digno, cuidado. O sea, no hay ninguna crítica a ese tipo de formatos televisivos de consumo masivo, para nada. Pasapalabra es el pegamento de España. A First dates se le ha reconocido por su carácter a la hora de hacer cierta pedagogía respecto a tipos de relaciones que no convencionales. Yo para nada soy crítica con esos formatos de entretenimiento, me gusta dignificarlos. Soy crítica con la manipulación a través de los sentimientos, tanto por parte de los discursos políticos como por parte de los medios; de la manipulación de los sentimientos más bajos para llevarte a buscar un enemigo común, que normalmente no es el enemigo común de verdad, para manipular el miedo, sobre todo. Ahí funciona apelar siempre al sentimiento y no al dato. En la obra yo hago pequeños discursos, muy Carlota Corredera, muy al estilo televisivo, y en uno de los primeros digo, bueno, estamos programados para entender mejor las historias que los datos. Y esto es así, desde los mitos hasta las religiones, todo pasa siempre por una historia, por una historia personal.

--Y usted además hace uso del humor como vehículo. ¿Es la mejor forma para llamar la atención?

--El de la obra es un humor bastante amargo. La gente se ríe muchísimo, se ríe toda la obra, pero siempre salen diciendo que les ha incomodado, removido. Hay un pequeño teatrillo de un bullying que es muy cómico, pero es muy cómico hasta que te reconoces. Entonces, hay una risa… y además es intergeneracional. La obra está atravesada de autoridades que no son comunes a todo: el trabajo, el supuesto éxito, una madre, una normalidad en el colegio, unas normas estéticas, el dinero. Todo eso está ahí, está planteado con humor, pero no con superficialidad.

Escena de 'Cómo hemos llegado hasta aquí'

Escena de 'Cómo hemos llegado hasta aquí'

--Tocando todos los palos.

--Olga hace una carrera frenética por poner su vida en el centro y por resarcirse de las injusticias que ha vivido. Y la mía es por decirle a la gente, mirad, identificaos con esta persona, a ver si os emocionáis, porque cuando os emocionáis y algo os toca profundamente, es cuando os movilizáis colectivamente. Entonces, si sois capaces, todas las 130 personas que hay en el Teatro del Barrio, de empatizar lo suficiente en esta cosa mágica del teatro, con esta persona que es tan diferente a vosotros, a lo mejor podéis hacerlo con personas aún más diferentes. O sea, a lo mejor podéis hacer es cuestionaros quién está ocupando los lugares más desfavorecidos y más injustos y más llenos de violencia de la sociedad. Todo es un para empatizar con ella y a ver si por ahí, por la vía del sentimiento, os consigo convencer, como hacen las religiones, las sectas y los totalitarismos. Voy a utilizar el truco de los totalitarismos porque parece que funciona, lo que, obviamente, una ironía en sí misma.

--¿Diría que es un toque de alerta necesario sobre los peligros del sentimentalismo en la tele y la política?

--Sí, claro que hace falta. Yo me harto de decirlo en todos los ámbitos que puedo. Primero, todo se está dirimiendo en unas plataformas que premian la confrontación. Se premia que haya dos bandos muy claros. Twitter premia que haya hostilidad, violencia. Los debates se dirimen en lugares en los que no es posible ni la negociación, ni el matiz, ni un discurso reposado. Solo es posible lo que te toca, lo que te amenaza, lo que te asusta.  Entonces, está funcionando más. Cuando una plataforma, que es una empresa privada, se beneficia y sus engranajes funcionan con todos esos sentimientos y no con el debate, favorecen el miedo a la confrontación. Esos son sentimientos muy bajos y nos movemos todo el rato desde ahí, desde el insulto, el terror, el enemigo, desde estás conmigo o contra mí. La actualidad es muchísimo más compleja que eso. Entonces, hay que quitarle todas esas emociones, porque son muy tóxicas.

--Pero no sucede sólo en las redes, también en los programas de supuesto debate político.

--Sí, es lo mismo. Y el entretenimiento, que desde un punto de vista super elitista, es el que consumen las mujeres maduras, las señoras, se mira con una distancia y con una superioridad moral y con una prepotencia brutal… y los debates políticos son exactamente así. Las tertulias tienen esos tonos insoportables a los que es muy difícil acceder a un lugar en el que haya dos posiciones contrapuestas y estén mediadas por cierto respeto. Todo es grito e insulto y no es tanto lo que yo propongo sino en lo que puedo atacar al otro. Se confunden ataques a personas y a ideologías con soluciones a acciones y a comportamientos concretos.

Escena de 'Cómo hemos llegado hasta aquí'

Escena de 'Cómo hemos llegado hasta aquí'

--Pero usted habla de su propia obra como panfleto político. No suena muy bien.

--Me gusta la palabra panfleto porque se refiere a la propaganda y se aprovecha de la emocionalidad y del sentimentalismo. En la obra hay mucho de eso. Está desde la crítica, pero está. Y está desde la desesperación por el cambio.  Mi personaje está profundamente desesperado, pero tiene el control. Está profundamente desesperado de que algo cambie y por ver cómo puede movilizar a la gente que está apalancada o que tiene la sensación de que ya no puede hacer nada. Yo voy a intentar manipularlo, por eso es panfleto. Y hay momentos que son directamente de discurso y que te ríes del propio activismo.

--Otra vez, repartiendo.

--Sí claro. Y mi estrategia acaba fallando porque acabo cayendo en lo mismo de pura desesperación y de puro agotamiento. 

--Claro, pero el teatro también es un lugar de la emoción y los sentimientos, ¿no? Y a veces incluso político.

--El teatro es el lugar de todo. El teatro es el lugar más imbatible del mundo. El teatro es, y cuando todo se caiga seguirá siendo el lugar donde vamos a confrontarnos con nosotros mismos y donde paramos todo para mirarnos a un espejo. Está tan implicado con la realidad que es imposible que se acabe el teatro y que no lo explore absolutamente todo.  La televisión y las redes tienen algo de teatro. Y nuestro comportamiento en el día a día y nuestras diversas performances en el trabajo, nuestras performances de género, tienen mucho de teatro. A mí, me gusta mucho el Teatro del barrio porque propone un teatro político, no solo es de entretenimiento, sino que es de reflexión. 

Escena de 'Cómo hemos llegado hasta aquí'

Escena de 'Cómo hemos llegado hasta aquí'

--¿Tiene más valor el teatro de reflexión o el teatro político que el teatro musical o de entretenimiento, entonces?

--No lo creo. Creo que es una necesidad humana y que se tiene que desarrollar en todos los niveles posibles. El teatro es un lenguaje más y creo que es el lenguaje desde el que parte todo. Maravilloso. Supongo que por eso te atrapó y supongo que ahí es como, bueno, además el periodismo necesita esta vía para expresar todo eso.

--Pero luego les acusan de políticos cuando no de titiriteros

--Es que a mí no me molesta. Me molesta que me llame titiritera porque sé quién me lo llama. No hay nada más importante que ser titiritera. Desde PwC, que es a donde mandan a sus hijos, tampoco se cambia el mundo. Pero siendo titiritera le puedes cambiar a alguien la vida. Y desde las oficinas, que parece una cosa muchísimo más seria y muchísimo menos criticable que la expresión artística, la comunicación con los demás es bastante más complicada que hacemos los titiriteros. Nosotros generamos catarsis y alivio, que es lo que lleva haciendo el teatro desde los míos.

--¿Y qué es más peligroso: un panfleto teatral o un panfleto político?

--Depende del panfleto teatral. Yo tengo muchísima confianza en el poder del arte, si no, no estaría aquí. Esto es un lenguaje, una herramienta de contacto humano. Esto es un vehículo y lo que llevamos es variado. Nuestro mensaje no es uno, son muchos. Y no solo pasa con el teatro, pasa con absolutamente todo, con la pintura, con el videoarte, con la performance. Las artes escénicas te abren aquí una vía, una posibilidad, un agujerito, y tú haces el resto. Tú tienes que hacer el resto. Tienes que hacer una labor de interpretación o absolutamente ninguna labor. Sencillamente dejarte sentir, dejarte llevar.